Soy puertorriqueña, caribeña y latinoamericana; una sopa de piedras
de gente de casi todas partes del mundo.
Eso dicen mis genes.
Me dieron la cara pálida
y para equilibrar la cosa tengo caderas nigerianas.
Soy puertorriqueña, caribeña y latinoamericana; una sopa de piedras
de gente de casi todas partes del mundo.
Eso dicen mis genes.
Me dieron la cara pálida
y para equilibrar la cosa tengo caderas nigerianas.
Derramé el horizonte de la piel
inmersa en tus labios
incienso de asomos por consumir
desde las raíces
hasta el florecimiento de mis pechos
esa mujer desangra amor
por las venas clausuradas de odio y olvido
lucha contra su piel ajada
clava su llanto en un manto de silencio
hoy
mañana
Hoy he estado perdida en el sopor de la canícula de agosto. Un agosto inmisericorde que derrite mi rostro en una inmensa lluvia de sudor. Por las mejillas se corre mi belleza artificial y las líneas de rímel acentúan el deseo de la perpetuidad en este pueblo montañoso. Ya ni sé qué hacer para escuchar o leer la voz digital que trae noticias vagas de un mundo virtual pero muy cercano a mí. Trato de deslizarme por este día calladamente, considerando las enfermedades que de súbito aquejan el transitar de aquellos pasajeros que comparten mi cabina. Pero no logro ni siquiera acercarme a las puertas clausuradas de la privacidad digitalizada que se toma como una limonada con o sin azúcar y a la que nadie le importa si la decisión es tomarla agria.