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El pasado martes, 15 de abril, en Plaza de la Cultura, en Plaza Las Américas, el poeta y gestor cultural José Muratti-Toro coordinó el evento Poesía boricua en dos islas: Manhattan y San Juan. Para tal evento se le solicitó a este servidor que investigara acerca de la poesía realizada en y sobre Nueva York. Demás está decir que la lista de los escritores que han sido marcados, de una y otra forma, por la Gran Manzana es extensa. Por lo anterior, comparto en Breves en la cartografía cultural, aquí en Página 0, una selección de algunas piezas creadas por grandes personalidades del orbe literario en tal megápolis. Que lo disfruten.

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Para José Emilio Pacheco una aproximación es hacer, reescribir un poema ajeno de nuevo. En el sentido de Ezra Pound, “make it new”: “hazlo de nuevo, ponlo en el habla cotidiana de tu país y de tu época” (153). Así se caracteriza esta idea de apropiación de los discursos de los otros poetas: “la poesía es intraducible pero puede hacerse por medios análogos y distintos” (152). En las páginas 152-153 de Aproximaciones, Pacheco nos da el mejor ejemplo del procedimiento para llegar a una aproximación partiendo de una traducción literal que reescribe en un lenguaje poético contemporáneo.

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Benito Massó, Jr., es un amigo reciente. Si lo hubiera visto en la calle, siempre lo hubiese saludado, sin conocerle. Es un hombre negro, afrodescendiente, cuya evidente configuración negra me crea un vínculo de comunicación, y sin lugar a dudas afectivo. Desde hace muchos años había descubierto que la negritud me vinculaba. Será porque mi padre era un hombre evidentemente negro. Será porque soy evidentemente mulato. Será porque mis experiencias por el mundo siempre me dijeron y me llevaron por lugares donde los similares nos hemos encontrado.

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Conferencia por Wellington Castillo Sánchez, ofrecida en la Universidad de Puerto Rico, recinto Cayey, por motivo del VI Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico, dedicado a Julia de Burgos.

Puerto Rico, 3 de abril de 2014

Generalidades

1. Vallejo es uno de los más grandes poetas peruanos, americanos y universales; es un escritor completo: ha producido poesía, narrativa (cuento, novela), teatro, ensayo, y periodismo, este último, publicado no hace mucho con el título de Crónicas.

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La novela Memoria de mis putas tristes (en adelante “Memoria”) trata sobre la relación amorosa que sostiene el Anciano, un hombre de 90 años, periodista en un diario, y Delgadina, una joven virgen de 14 años que trabaja en una casa de prostitución.  El lugar donde se desarrolla la trama es en Barranquilla, Colombia, durante los años 1940. Lo que es más especial y único, por no decir mágico es el romance que viven estas dos personas, en el mundo de sus sueños e imaginación, ya que durante sus encuentros amorosos ella está dormida y él solo la contempla con gran erotismo, pero sin tener acceso carnal. La novela comienza cuando Anciano por motivo de su cumpleaños 90 se regala una noche de amor con una adolescente virgen y la persona que le ayudaría a cumplir su meta fue Rosa Cabarcas, la madama de una casa de prostitución, que recogía a las muchachas en el mercado para poder continuar con su negocio. Anciano había vivido una vida banal y mezquina en el amor, siempre tuvo que pagarles a las mujeres para que tuvieran sexo con él.

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“Con esa tristeza del desterrado que es desterrado de su destierro”.

-Reinaldo Arenas

Marioantonio Rosa

Creo que lo vi desterrado, terminándose el exilio, con esos intentos que las palabras no dejan descubrir, y sin embargo existen, y matan. Creo que lo vi en aquél Nueva York de 1990, donde se acorralan muchas voces, se ahogan otras, se canibalizan los buenos sueños y el alma es considerada innecesaria. Se fue hacia la muerte, Reinaldo, con su verbo inconcluso. Su apellido, Arenas, quedaba en la comisura de las playas de una Cuba prohibida para su esencia, y a donde nunca regresó. Contemporáneo y amigo de José Lezama Lima y Virgilio Piñera, fue encarcelado y torturado, llegando a admitir lo inconfesable y a renegar de sí mismo. Le robaron su espejo, lo trizaron y ni siquiera hubo esperanza de cenizas. Como Boris Pasternak, en su gólgota personal, adolorido ante el paredón de Vladímir Semichastny, quien, en campaña de descrédito se atrevió a decir, muy serenamente que, "Si comparamos a Pasternak con un cerdo, un cerdo no haría lo que él ha hecho, porque un cerdo jamás defeca allá donde come" frase ruin que destrozó al genial poeta autor de “Dr. Zchivago” casi lanzándolo al suicidio. Con Reinaldo Arenas se dio la misma fórmula, las palabras malditas, los azogues amargos, el castigo contra el espíritu, la herida irredenta. Peor aún, Reinaldo Arenas no resistió el aquelarre marxista, y luego de una carta emotiva a la intelectualidad cubana  en el exilio, donde se despedía, decide suicidarse. Ya la vida lo había estrangulado, y esa soledad de un escritor cumbre de la Literatura Caribeña e Hispanoamericana, no era esa soledad donde San Juan de la Cruz, echaba su contemplación al Amado, sino que era la soledad de los sepulcros, de los andares de insomnio y calaveras, de esa navaja que se siente traspasando el atrio del alma y los vivido, de manera fugaz, e inquisidora. La historia de la literatura universal está marcada por el amor, desamor, la política, los salones de la envidia, los crímenes de odio-aún clama Federico, en su barrica de Víznar-y el otro odio, ése, el fiel a la sonrisa y el silencio, y que de espaldas, calcina y vuelve a dar el frente, con un ramo de esmeraldas.

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