Voy a la librería y compro un texto porque me entero de su publicación, generalmente por la red, o porque me lo refieren. Lo leo desde mi horizonte de expectativas y, sí, lo enjuicio. Pero tengo claro que no es más que un comentario de cómo me impactó su lectura en un momento determinado. De modo que entiendo que lo que me produjo una primera lectura es solo una ojeada que me permite dar una primera reacción. A veces, esa primera lectura me entusiasma; otras, me deja sensaciones extrañas. Sin embargo, siempre recuerdo que las verdaderas lecturas son las subsiguientes, aunque estas ocurrirán solo si el texto logró captar mi interés, lo que no ocurre todo el tiempo.