Carlos Raquel Rivera: 100 años en familia
(San Juan, 9:00 am.) Una muestra en el marco del Centenario del pintor yaucano Carlos Raquel Rivera (1923-1999) se exhibe en la galería de arte de la Universidad de Puerto Rico en Carolina, comprometida con una visión de arte que nació en familia, especialmente de su hija, Rosa Milagros Rivera Rodríguez. Las piezas inéditas pertenecen además a la colección privada de su nieto Vladimir Peña Rivera y otras de la Colección del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP).
La muestra que lleva el título 100 años en familia incluye grabados, pinturas y serigrafías realizada a lo largo de la trayectoria social y política de artista consagrado de nuestra patria. Esta exhibición se puede visitar en la galería de arte, UPR Carolina, de lunes a viernes de 8:00am a 12:00pm y de 1:00pm a 4:00pm, y estará disponible libre de costo hasta septiembre. Los interesados en fijar citas pueden comunicarse al (787) 257 0000 ext. 3203 con Héctor Maldonado Rivera, coordinador de la galería o escribir a galeríEsta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Arte y Trayectoria Revolucionaria de Carlos Raquel Rivera
Juan Antonio Corretjer en una presentación de la muestra titulada “con su permiso…”, que fue la primera exhibición individual del artista en los Estados Unidos, (mayo 1980 Museo del Barrio, N.Y.C.) relató lo siguiente:
“Carlos Raquel fue el primer pintor puertorriqueño en montar una exposición en los salones de una central
Obrera en nuestro país. Y no en busca del crédito propio ni de la bolsa sonora, sino para contribuir con la
venta posible de sus cuadros al fondo de la huelga.
En los largos sofocantes días y en las largas noches de vigilia proletaria frente a la fabrica, los huelguistas se
amparaban un poco del sol o de la lluvia, en una rústica caseta por ellos mismos edificada. Unas escasas
frituras los cacharos de café y el pan partido a mano templaban físicamente a los huelguistas de una unión que
daba la resistencia a la Ley Taft Hartley había dejado en cueros. Rivera pintó los cuadros titulados “La
Caseta” y “Los Huelgistas”
En su exposición, Corretjer contextualiza la coyuntura del movimiento del movimiento sindical para mediados de esa década 1950-1960, acosado por una grave crisis, desde dos ángulos distintos. De un lado, la Ley Taft Hartley desmoralizaba a sus dirigentes y del otro, el sindicalismo Yanqui, que el impulso nacionalista de 1934 y el desarrollo de la CGT a partir de 1938 habían prácticamente desalojado, regresaba al país como acompañamiento imprescindible al programa muñocista de Fomento. Señalaba que cuando este proceso trabajaba hasta las entrañas la rendición sindical a los patronos, una de las dos únicas organizaciones resistentes, la UGT (Unidad General de Trabajadores); la otra era la CGT (Confederación General de Trabajadores) dirigieron una huelga de los trabajadores de la Sun Beam. De modesto ámbito en el espacioso frente trabajador, la Unión de la Sun Beam, adscrita a la UGT, desarrolló una lucha huelgaria de larga resistencia y mayor significado. Con esa huelga, la clase obrera abría un ojo. Era apenas el anuncio de un despertar; pero que importante!
Desde 1956, el movimiento independentista daba sus primeros pasos reorganizativos. El independentismo electoral entraba definitivamente en declive. Y cuatro años después un nuevo auge se desarrollaba en el conmovido espíritu nacional. Carlos Raquel Rivera-sigue relatando Corretjer- entró en una etapa de fervorosa militancia política y de una apasionada faena artística. Había sido “La Caseta” el punto de partida. “Pero ahora aquella lealtad a su pueblo lo conduce, de grabado en grabado y de lienzo en lienzo al encuentro de su maestría y al hallazgo de su virtuosidad.iv
Es en ese contexto que el hombre y el pintor se unieron en una febril actividad, que “la cabeza
de donde salían hacia sus instrumentos de grabadista o pintor “sus sueños, sus impulsos; su “Masacre de Ponce”, su “Guerra Fría”, la poesía de su “Noche Clara”, padecía bajo los bastones de la policía; y era rara la vez cuando, habida demostración independentista de calle, no fuese necesario buscarle a nuestro médico o fiadores”. Es de ahí que arrancó esa pintura de protesta revolucionaria y denuncia social de Carlos Raquel Rivera. Su vida, su historia y su arte estuvieron comprometidos con fomentar y divulgar el surgimiento de una conciencia nacional, empecinada en proteger la identidad de una puertorriqueñidad amenazada a desaparecer por el proceso de asimilismo político-cultural norteamericano. Así, sofocado por los efectos de la situación colonial de Puerto Rico, Carlos Raquel produce cinco de sus más interesantes grabados; punzantes sátiras sobre la situación del país. Ellos son Huracán del Norte (1957), La Masacre de Ponce (1956), Cuatro Plagas (1960), Doña Fulana (1954) y Elecciones Coloniales (1959) siempre vigentes hasta que no logremos la redención de nuestra patria.
Huracán del Norte es una obra alegórica en donde el artista presenta un huracán azotando un poblado. El huracán está personificado por una imagen de mujer envuelta en un amplio manto sosteniendo una bolsa de dinero. Carlos Raquel Rivera asocia la entrada de los americanos a Puerto Rico con un vendaval, con un torbellino que arremete contra la paz de un pueblo. Una de las figuras personifica la muerte simbólicamente, representando el poderío extranjero, porque desde ese momento se desata una lucha desigual e injusta en Puerto Rico; se promueven los intereses de las grandes corporaciones para una total dependencia de la economía nacional y opresión de parte del invasor.
En Cuatro Plagas se plantea como tema central la formación racial del puertorriqueño y la conciencia colectiva de éste ante la lucha por defender su historia, su cultura y sus tradiciones. Con singular destreza el artista describe gráficamente las fuerzas externas que amenazan insistentemente su patria: de un lado el poderío económico y militar estadounidense; de otro los abusos y opresión a la clase obrera por parte del acaudalado hombre de negocios.
En la Masacre de Ponce el artista plantea la violencia, la obstrucción a la libre expresión y la violación de derechos civiles. Como sabemos en los acontecimientos del 21 de marzo de 1937, un grupo de puertorriqueños no armados fueron autorizados por el alcalde a celebrar una demostración pacífica y horas antes de la actividad se revoca el permiso arremetiendo contra ellos la policía, matando e hiriendo a un grupo entre los que había mujeres y niños. En esta obra se recurre una vez más simbólico mediante la figura de un águila, emblema del poderío económico americano y del colonialismo prevaleciente en Puerto Rico. Pero Carlos Raquel Rivera no es fundamentalmente el hombre que procura expresar en sus cuadros la violencia. Es en si el espíritu que ante la inconformidad y la impotencia de un pueblo emite su grito de protesta.
Elecciones Coloniales es del mismo género, donde también el águila es símbolo de la presencia norteamericana y se identifica como la responsable de ambas debacles. La presencia amenazante del águila que ocupa la mitad superior del grabado y se cierne sobre la muchedumbre es una censura a las elecciones en las que el pueblo atontado por los medios de comunicación, los discursos y la fanfarria, es llevado a un abismo. Sin duda tiene hoy absoluta vigencia.