Al principio de la película Carmela (Alina Rodríguez) inicia la película ofreciendo un testimonio único: soy la nieta de una mujer que fue esclava. El resto es una apuesta extraordinaria del cine cubano contemporáneo, que en imaginación, estética y guion está a años luz del resto del Caribe. Y compitiendo de tu a tu con las grandes casas de cinematografía global.
Luego de ver y escuchar esa primera línea de la película, me hice la misma pregunta: ¿yo soy hijo de quién? Mi padre, Emiliano, contaba siempre la historia de los Nina de una forma, por decir lo mínimo, curiosa. Los primeros Nina que llegaron a este continente (como apellido migrante y no como grupo étnico nacional, por decir algo los Aymaras de Sur America), fueron don esclavos/polizontes que desembarcaron en la Republica Dominicana en el 1807 y al tocar puerto se convirtieron en cimarrones. Se escaparon y fundaron su propio mundo, en particular en San Cristóbal en la República Dominicana.
Luego de ver este filme que en su estética revolucionaria lo comparo a Memorias del Subdesarrollo (Dir. Tomás Gutiérrez Arroyo, Cuba, 1968), y en la comparación debo decir que ambos filmes juegan con elementos similares de la idiosincrasia cubana. De igual forma ambos filmes plantean importantes rompimientos en su momento, que son grandiosos e importantes.