Treinta tantos años atrás, cuando Estados Unidos invadió Panamá, el mundo vivía una coyuntura histórica de cambio de signo político; la Guerra Fría agonizaba, aunque no nos dábamos cuenta. Semanas antes habían empezado en Europa Oriental y la República Democrática Alemana las movilizaciones que culminaron con la caída del Muro de Berlín y, meses después, con la desaparición de la Unión Soviética y el llamado Bloque Socialista.  

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En la madrugada del 1ro. de enero de cada año, los sacerdotes de la religión lucumí en Cuba se reúnen para preguntarle a los orishas, divinidades del panteón yoruba, que le depara al mundo el año que se inicia. Los signos conformados por la tabla de Ifá, método adivinatorio, se conoce como la Letra del Año.

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Treinta tantos años atrás, cuando Estados Unidos invadió Panamá, el mundo vivía una coyuntura histórica de cambio de signo político; la Guerra Fría agonizaba, aunque no nos dábamos cuenta. Semanas antes habían empezado en Europa Oriental y la República Democrática Alemana las movilizaciones que culminaron con la caída del Muro de Berlín y, meses después, con la desaparición de la Unión Soviética y el llamado Bloque Socialista. 

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De la historia de esa China popular, inmensa en población, cuyos habitantes sufrieron tanta hambre y desnutrición producto de años de pillaje y saqueo por parte de las potencias Occidentales se habla poco. Se conoce más esa China que hoy emerge como potencia económica industrial, militar, tecnológica y financiera, y que día a día amenaza con desbancar de sus posiciones en el tablero internacional a las principales potencias capitalistas en el mundo.

 

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Monseñor Antulio Parrilla nació un 6 de enero, hace 102 años. Y murió el 3 de enero de 1994. En ambas fechas recordamos a este insigne puertorriqueño, apóstol del Cooperativismo y de la lucha por la independencia de Puerto Rico y tan incomprendido por la jerarquía de la Iglesia Católica de Puerto Rico. Tuve el privilegio de conocerlo cuando bautizó a mi querida ahijada María Elena Concepción Castro. Después tuve el honor de que bautizara a mi querida hija Estela Mari Zervigón Fernández-De La Lastra. Cuando mi padre sufrió un infarto en 1977 en La Habana, el Obispo Parrilla tuvo la gentileza de darme una carta solicitando al gobierno de Cuba que se me permitiera ir a verlo. La carta no llegó a su destino porque cuando el portador de la misma, el querido amigo Carlos Gallisá llegó a Cuba, ya mi padre había fallecido.

Hoy incluyo el primero de tres testimonios en su memoria, el artículo del querido amigo Julio Muriente en su centenario. En días sucesivos incluiré otros dos testimonios muy valiosos, el de otro entrañable amigo, Luis Rivera Pagán, y finalmente el publicado por el sacerdote jesuita Jorge Ambert.

Antulio Parrilla Bonilla: 1919-2019 Por Julio A. Muriente Pérez | MINH

“No veo nada extraño en mi compromiso político

ni en mi identificación con los pobres y desposeídos.

Lo considero simplemente un deber pastoral.

Considero que de esta forma cumplo mi responsabilidad

como cristiano, como obispo y como parte de un pueblo.”

Monseñor Antulio Parrilla Bonilla Obispo Titular de Ucres

Antulio Parrilla Bonilla nació en San Lorenzo, el 6 de enero —día de Reyes— de 1919. Se han cumplido cien años de su natalicio, que merecen ser recordados con profundo respeto y agradecimiento. Antulio es una de las figuras más trascendentes de nuestra historia moderna. Sus ejecutorias, ejemplo y predica mantienen extraordinaria vigencia.

Le recordamos como el sacerdote que rompió todos los moldes, que ganó la admiración de su pueblo y la envidia de no pocos de sus colegas. Que dignamente pagó el precio por su osadía de armonizar la más rigurosa vocación religiosa con el más firme compromiso con la libertad de su patria y con la justicia social.

Asimismo, como el hombre valiente que se enfrentó a la marina de guerra en Vieques a la vez que oficiaba misa en las tierras ocupadas; que confrontó las amenazas de los guerreristas en tiempo de la agresión estadounidense contra Vietnam, quemando desafiante cientos de tarjetas del servicio selectivo en Lares; que se unió sin titubeos a los marginados, empobrecidos y explotados; que propuso y desarrolló ideas económicas y sociales desde el cooperativismo de avanzada; que admiraba a los Macheteros a la vez que veneraba a la virgen María.

Tuve el privilegio de entrevistar al Monseñor Parrilla en 1986, una tarde de finales de abril en que llovía torrencialmente, en su pequeñísima oficina de Río Piedras. Hace casi treinta y tres años de aquel encuentro privilegiado. Quisiera compartir con los amigos y amigas lectores algunas de sus expresiones de entonces, enunciadas con aquel vozarrón imponente, que estremecía a quienes le escuchaban. Como homenaje a ese gran ser humano, a cien años de su nacimiento.

“Me crié en una casa en San Lorenzo, en la que cada uno de sus cinco dormitorios tenía dos o tres camas. Éramos muchos, quince hijos en total, entre unos y otros. Lo compartíamos todo, todo en común.”

“A la sabiduría popular de mi padre le debo mucho de mi ser. ‘¡Aunque tengas las tripas en las manos, hay que luchar!’, me educaba él y yo trato de ser fiel a aquella enseñanza.”

“Antes de cumplir diez y ocho años solicité ingreso como Cadete de la República del Partido Nacionalista…Por aquellos tiempos conocí a Albizu Campos, en un mitin en el pueblo. Fueron experiencias muy importantes para mi vida futura.”

“Tuve que irme a trabajar como pesador de caña a la Fajardo Sugar Company hasta 1941. Yo tuve que esperar que mi hermana mayor concluyera sus estudios universitarios para poder entrar al recinto de Río Piedras en 1941.”

“Empecé Administración Comercial, pero cuando estaba en tercer año me llamó el ejército. Estábamos en plena guerra mundial, pero yo estoy seguro que fue una trastada que me hicieron porque ya sabían que yo era independentista. Eso fue en 1943. La carrera se quedó sin terminar.”

En 1946, Antulio tenía veintisiete años. Estaba soltero pero tenía una novia. Estaba bautizado pero no era católico practicante.

“Leía mucho, sobre todo obras de Santa Teresa de Jesús. Fue ella la que me abrió el pensamiento. Al regresar a Puerto Rico dejé la novia y me acerqué a los curas Capuchinos de la parroquia San Antonio de Río Piedras. La decisión estaba tomada. Sería sacerdote.”

“Aunque no lo creas, mi primera tarea como sacerdote fue la de capellán de la Guardia Nacional. Entonces ostentaba el rango de capitán. También fui párroco de la parroquia San José Obrero y la del residencial Manuel A. Pérez. Me envolví en la lucha social y en el cooperativismo y entonces el FBI comenzó a perseguirme.”

Antulio Parrilla tenía casi cuarenta años cuando decidió hacer el noviciado como jesuita, en 1957; en el convento El Calvario, en La Habana.

“Allí me cogió el triunfo revolucionario. Mi primer contacto con la revolución fue confesar milicianos que bajaban de la montaña. Fui asignado como sacristán para dar misa en un puesto militar de los rebeldes. Comprendía que aquella había sido una guerra justa del pueblo cubano, para librarse de la dictadura…”

El 25 de mayo de 1965 le ordenaron Obispo Titular de Ucre. En ese lugar, ubicado en lo que hoy es Argelia, hubo alguna vez una parroquia, perteneciente al proconsulado de Cartago, en el norte de África. El lugar se llama Bordj-Bou-Djali en la actualidad.

“Por un lado fortalecía mi militancia independentista y por el otro la jerarquía de la iglesia me iba marginando. Hasta 1970 yo participaba en las reuniones de la Conferencia Episcopal, pero un buen día ya no me invitaron…sin explicaciones ni nada.”

“La represión también fue creciendo. A mediados de la década del ’70 intervino El Vaticano, sugiriendo que me dedicara a otras actividades menos controversiales, cosa que no acepté. Esta acción coincidió con un operativo del FBI, que buscaba marginarme, alejarme del pueblo. Me infiltraban las misas con agentes provocadores y me acusaban de agitador de masas.”

“Cuando vino el Papa en 1984 yo estuve a recibirlo, en la escalerilla del avión. ¡Pero fue por iniciativa del Nuncio Apostólico y no de los obispos, de quienes me separan más de cien leguas!”

El obispo Antulio Parrilla Bonilla falleció el 3 de enero de 1994. Su fructífera existencia queda como legado imperecedero. Su ejemplo de hombre religioso que creía que la salvación del alma se iba construyendo día a día enfrentando los problemas y conflictos de la sociedad, prevalece para las nuevas generaciones. El amor inmenso a su pueblo, a su patria, es el recuerdo mayor que conservamos de este querido y respetado cura compañero.

[Nota Editorial: Olmedo Beluche, colaborador de El Post Antillano, nos comparte la entrevista que la plataforma educativa, Kaosenlared.net, hace al  académico John Bellamy Foster, profesor de sociología de la Universidad de Oregon, USA].

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El 10 de diciembre se cumplen 74 años de la Declaración

Universal de Derechos Humanos, evento consignado por la comunidad

internacional en la Resolución 217 (III) de las Naciones Unidas.

Previamente, otros tres importantes documentos son registrados en la

historia como documentos en los que se consignan determinados

derechos. Así por ejemplo, en la Carta Magna de 1215 en Inglaterra, se

establecieron derechos y obligaciones entre el rey y los nobles de la

época; y más adelante, en el Siglo XVIII en las 13 ex colonias inglesas

y en Francia, como derechos humanos y ciudadanos.

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Creo que la mayoría de los puertorriqueños deben reclamar la independencia de Puerto Rico. Sirve para satisfacer la necesidad de aliviar la desesperanza y la fatal realidad. Vivimos tiempos de incertidumbre económica en lo local y lo internacional. Eso nos debería obligar a tener el control de nuestro destino como pueblo. Sí, somos un pueblo geográfica, étnica y culturalmente distinto al de los Estados Unidos. Esos elementos, antes mencionados, son los que se recogen para definir que es un pueblo para el derecho internacional. Esos elementos están siempre presentes en nuestras vidas y nos acusan de ser un pueblo; “boricua pa’ que tú lo sepas”.

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