Puerto Rico y los EE.UU. en el 2023, ¿y ahora qué hacemos?

Política

(San Juan, 9:00 a.m.) Al cumplirse en 2023 una relación colonial de 125 años con Estados Unidos, es una exigencia histórica inexorable para Puerto Rico que haya unas definiciones washingtonianas claras y taxativas de las alternativas políticas resolutivas a ese déficit de soberanía, que ha estado mediatizado por una deficiencia en el manejo imperial de las posesiones ultramarinas estadounidenses.

Es un asunto que países imperiales europeos de la época colonial han ya resuelto políticamente en la modernidad como excepción a la alternativa de independencia y a la soberanía para algunas de las que fueron posesiones coloniales en el Caribe y que Estados Unidos todavía no acaba de resolver.

Puerto Rico y las Islas Vírgenes estadounidenses se han quedado en un rezago político con visos coloniales en el Caribe que una rigidez política estadounidense no ha resuelto en lo concerniente a las posesiones ultramarinas.

En ausencia de la alternativa de independencia para sus posesiones ultramarinas, entonces debe haber un acuerdo político no colonial que no sea la anexión como estado de la Unión constitutiva de la nación estadounidense, y que sea compatible con su Carta Magna y estructuración federativa.

Estados Unidos ha pretendido segur siendo un poder imperial, pero no ha ajustado su política relativa a sus posesiones ultramarinas en concordancia con su Constitución y las instancias de poder de su gobierno federal. Su poder militar y económico ha coexistido con un rezago político arcaico.

A todas luces, la opción de la estadidad para Puerto Rico ha presentado muchos obstáculos en Washington y todo apunta a que no ha habido, no hay y parece que no habrá la voluntad política para una anexión del territorio puertorriqueño como un estado más de la nación estadounidense.

Si no ha habido esa voluntad política con el propio distrito capitalino de Washington D.C., parece que mucho menos lo habrá con Puerto Rico, que es un territorio ultramarino hispánico, cuya lengua materna no es el inglés y gran parte de su población no lo domina con desenvoltura y necesita que las comunicaciones escritas y hablabas en ese idioma se les traduzcan.

El caso de las Islas Vírgenes estadounidenses no tiene el problema idiomático para la anexión que representa Puerto Rico, pero tampoco parece que la posibilidad de la anexión a la nación estadounidense como estado sea una opción para esa posesión ultramarina en el Caribe.

Ni Washington D.C., aun cuando es hasta ahora el distrito capitalino de Estados Unidos, pero de mayoría afroamericana, como tampoco las Islas Vírgenes estadounidenses o Puerto Rico parecen tener posibilidades políticas de aumentar a 53 los estados de Estados Unidos. Así, tampoco, Guam, Samoa Americana, Islas Mariana del Norte están encaminadas a resolver en el futuro inmediato, junto con las Islas Vírgenes estadounidense y Puerto Rico, sus problemas políticos de coloniaje.

Cuando se habla en Puerto Rico del estado 51 se pierde de perspectiva que Estados Unidos tiene el caso de Washington D.C. y de sus posesiones ultramarinas, que gozan del mismo derecho que el territorio puertorriqueño de resolver su situación política. Por eso resulta incomprensible que los anexionistas puertorriqueños no hayan hecho causa común con Washington D.C. y con las Islas Vírgenes estadounidenses en un pedido unánime de estadidad, que tendría un mayor apoyo de entendimiento que el de independencia para una causa común acordada como petición con los independentistas puertorriqueños.

Guam, Samoa Americana e Islas Mariana del Norte necesitan transformar sus relaciones políticas y económicas, tanto como Puerto Rico, como posesiones ultramarinas de territorios no incorporados a la unión federada estadounidense. 

Lo cierto es que Estados Unidos como potencia imperial tiene que modernizarse políticamente acerca de sus posesiones ultramarinas y todo apunta a que se está haciendo tarde para esa actualización política, cuyos efectos en su imagen internacional serían positivos. ¿Acaso seguirá sobrepujando su retrogradación política con más fuerza que las ideas progresistas de su liberalismo político? Es una interrogante que solo Estados Unidos podrá contestar para la historia.