Existe un Estado Nacional Soberano de Borinken [fundamentos jurídico, políticos e históricos]

Justicia Social

[Nota del autor:  El compañero Daniel Nina, editor de este medio, me pidió que le enviara las pruebas históricas sobre lo que he llamado el Pacto o Tratado del Guaytiao realizado entre Agüeybaná el Viejo y Juan Ponce de León en el 1512 aproximadamente.  Aquí les presento algunos extractos de mi libro que se encuentra en proceso de revisión y corrección, el cual espero publicar este año.  El libro tiene alrededor de 500 páginas, por lo que éstas son sólo algunas líneas salteadas del mismo.  Esta solicitud fue producto de la conversación que sostuvimos en el programa El Funche Caribeño que él dirige a través de las redes sociales y en la que se impresionó con la información muy limitada que le pude dar al respecto debido a lo corto del tiempo.  Espero que disfruten estas líneas.]

   


(9:00 a.m.) Según Moscoso, el Estado “taíno” estaba integrado de la siguiente manera:  en el tope se encontraba el Cacique Supremo, luego se ubicaban los caciques inferiores, después los behiques y los nitaínos, y finalmente el pueblo trabajador o naborias.  En el caso específico de Borikén, añade Moscoso, “… se destaca otro nivel del proceso de expansión caciquil.  Un cacique supremo, Agüeybaná, del cacicazgo de Gaynía, era reconocido como el jefe supremo de toda la isla.” Y citando a Pedro Mártir agrega: “La isla entera tiene un solo rey al cual obedecen con sorprendente reverencia”.  Gonzalo Fernández de Oviedo, por su parte, dice lo siguiente con relación al poder supremo de Agüeybaná:  


De la parte que esta isla tiene mirando al Sur, es muy fértil de mantenimientos de mucho pan cazabi, o de maíz e de todo lo demás que los indios cultivaban e tenían en la isla Española.  Y es de muy buenas pesquerías, a causa de lo cual vivía e señoreaba en aquella parte el mayor señor de la isla, al cual obedecían muchos otros caciques. (Se ha respetado la grafía original.)


Sobre este particular, añade Moscoso finalmente: “Cacicazgo denota autoridad política y judicial sobre los súbditos, centralización del poder…”. Esto implica, sin lugar a duda, la existencia de un Estado jurídico político que poseía todos los atributos de un gobierno nacional.  Por lo tanto, puede afirmarse con toda certeza, que en la isla de Borikén existía, para la época antes de la colonización un Estado-nación, cuyas características fueron ampliamente definidas por los historiadores que llegaron con los invasores.  El hecho de que el Estado-nación de Borikén tuviera características diferentes a las que posteriormente asumieron los Estados nacionales europeos, no invalida para nada la realidad de que el gobierno que existía en esta Isla y otras islas antillanas, antes de 1492 fuera uno de carácter enteramente nacional.  Ese gobierno tenía la representación de la soberanía que ostentaba la Nación Borikeña y antillana.  Según Loida Figueroa: “Andando el tiempo [Boriquén], se convertiría en el centro de la cultura aruaca.”  No cabe la menor duda que, desde el punto de vista histórico, el pueblo arahuaco había creado un Estado en todo el sentido de la palabra, que se extendía desde la isla hoy día conocida como Martinica hasta las Lucayas. 

Con relación al surgimiento del Estado, la etnia y la nación, el historiador mexicano Enrique Florescano, ya citado, dice lo siguiente: “La etnia ha sido definida como un grupo integrado por personas establecidas históricamente en un territorio determinado que poseen un lenguaje común y una cultura común, reconocen entre otros grupos sus propias peculiaridades y diferencias, y se identifican con un nombre propio.”  Refiriéndose al desarrollo de los grupos étnicos de México el autor señala que “la identidad étnica les dio cohesión a las primeras sociedades humanas” y añade que “durante miles de años el grupo étnico fue el núcleo alrededor del cual se formaron las aldeas, los reinos, las confederaciones de pueblos y los primeros estados”.  Es obvio que a la llegada de los españoles a las islas hoy día conocidas como las Antillas, los habitantes originarios de éstas estaban integrados en una etnia principal cuyo gentilicio era el de arahuacos y que poseían todas las características étnicas expuestas por Florescano en su ensayo.  Asimismo, también es sabido que existían otros grupos étnicos en algunas porciones del territorio antillano, pero éstos no eran predominantes.    

Siguiendo esta aseveración de Florescano, es importante entender que la nación arahuaca, cuya extensión poblacional ocupaba casi todas las Antillas, así como parte de la Florida y otros territorios de lo que es hoy Estados Unidos, era, para la época de la invasión española, predominante en estos lugares.  Y, por lo tanto, sus estructuras políticas y jurídicas estaban bien establecidas en ese momento histórico.  En el caso particular de Borikén, ese Estado ya se encontraba en una etapa avanzada de desarrollo institucional, con una estructura política estable, una economía efectivamente organizada, una cultura y tradiciones ancestrales y una espiritualidad debidamente incorporada a las creencias de la población en su conjunto.   

    Para poder entender esto, es necesario adentrarse en la Visión indígena del mundo y el universo.  Esta visión guarda una relación sumamente estrecha con la espiritualidad indígena.  Como ya ha sido establecido, no puede entenderse la vida ni la sociedad arahuaca sin tener un profundo conocimiento de las creencias espirituales de este pueblo excepcional.  


…0…



Por su parte, Jalil Sued Badillo señala, en relación al desarrollo poblacional taíno en Haití y Borikén, lo siguiente: “En las dos islas el nivel de integración geopolítico logrado correspondía a lo que los antropólogos han llamado jefaturas o cacicazgos, que en esencia quiere decir la organización de un extenso territorio bajo un liderato gentilicio jerárquico, con un jefe supremo a la cabeza, capaz de controlar un centenar o más de aldeas…”  (Énfasis suplido) ¡Un centenar o más de aldeas!  Basándose en esta referencia, es obvio que, si cada cacicazgo se componía de “un centenar o más de aldeas”, la sociedad borikeña no podía encontrarse en la etapa primitiva, como lo dicen de manera insistente Gómez y Ballesteros.  Si como señala Sued Badillo, cada aldea o yucayeque se componía de alrededor de 2000 personas, entonces, los cacicazgos tenían, probablemente, alrededor de 20,000 miembros.  Esta realidad ubicaba a los cacicazgos en pre-ciudades, por lo que los arahuacos habían entrado ya en una etapa civilizatoria.  A continuación, se describen las características que definen a una civilización durante la Era antigua:

  1. Poseer un territorio definido sobre el que se asienta la sociedad: el archipiélago antillano.
  2. Hablar una lengua común: el arahuaco.
  3. Existencia de centros ceremoniales en los que realizar sus ceremonias religiosas o espirituales: Caguana y Tibes, entre muchos otros.
  4. Que existan poblados de más de 5,000 habitantes: los cacicazgos en los que se dividía la sociedad arahuaca sobrepasaban esa cantidad por mucho.
  5. Existencia de una autoridad estatal central: Agüeybaná.
  6. Producción excedentaria de alimentos y otros bienes: los arahuacos producían excedentes en su economía.
  7. Amplios conocimientos científicos: lo arahuacos los tenían en herbología, agricultura, medicina, astronomía, política, economía y tecnología. 
  8. Escritura: aun cuando esto no está comprobado, existe evidencia de que los arahuacos ya habían desarrollado un cierto tipo de escritura.  Pero, además, produjeron una gran cantidad de petroglifos y pictografías que tenían determinados significados simbólicos y culturales.  

De modo, que dentro de las características que definen lo que conformaba a una civilización antigua, el pueblo arahuaco cumplía con casi todas ellas.  Entonces, ¿a qué razones podría atribuirse la calificación de este pueblo noble y heroico como uno primitivo y carente de cultura?  ¿Por qué se ha promovido y heredado tanto desprecio y difamación sobre ellos, cuando en realidad era una sociedad excepcional desde muchos puntos de vista?  Las respuestas a estas preguntas no son muy difíciles de saber: 1. El acendrado racismo y discrimen étnico propulsado por los colonizadores españoles para justificar los tratos crueles e inhumanos realizados por ellos en contra de los arahuacos.  2. La necesidad de justificar la colonización como una empresa civilizadora de pueblos salvajes para encubrir la explotación, la esclavitud, así como el robo de las tierras y riquezas de este pueblo. 3.  Las excusas establecidas de que eran pueblos idólatras, bárbaros e incultos a los que había que someter por la fuerza a la obediencia de los reyes de España y a su religión cristiana.   



Agüeybaná el Viejo y el Pacto del Guaytiao


Juan Ponce de León tocó tierra borikeña por segunda vez un 12 de agosto de 1508, como fue señalado con antelación.  No obstante, lo que es menester destacar en esta parte es la forma en la que se llevó a cabo el encuentro entre éste y Agüeybaná el Viejo.  De esta manera lo describe Loida Figueroa:  


Lo que está claro en el relato es que en el yucayeque de Guainía Ponce de León y Agüeybaná (el Viejo) sostuvieron una célebre conferencia.  Ponce ofreció ayudar a los aruacos en su lucha contra los caribes y Agüeybaná prometió levantar un conuco a Su Alteza, el rey de España.  El régulo principal de la Isla dio el visto bueno para que Ponce hiciese un asiento de españoles en el sitio que él escogiese y le prestó naborias para las labores de la fundación.  Claro que estas concesiones no significaban que se le estuviese cediendo a los españoles derechos algunos de soberanía.  (Énfasis suplido.)


Nótese lo significativo de este relato de Loida Figueroa, al hacer hincapié en la existencia de una soberanía arahuaca sobre la isla de Borikén.  Esta afirmación no se encuentra, prácticamente, en ninguna otra obra histórica boricua.  ¿Existía una soberanía borikeña sobre esta tierra?  Si se asume el concepto de soberanía europeo de la época según el cual el soberano era el rey, entonces, el soberano de Borikén era –sin duda- Agüeybaná el Viejo.  De ser así, no cabe duda, que había un cacique mayor en esta isla.  No obstante, aun cuando éste no fuera el caso, lo que sí es cierto, y no abriga equivocación, es que los arahuacos tenían plena posesión colectiva soberana sobre su territorio.  Esta extensión territorial incluía desde la mayor parte de las Antillas más pequeñas hasta todas las mayores, incluyendo las Lucayas.  En este sentido, la Nación Arahuaca era una sola; la que se encontraba asentada en una vasta región geográfica que conocemos hoy como las Antillas.  Ése era su dominio territorial cuando Cristóbal Colón llegó extraviado, casi sin agua ni bastimentos, a una de ellas un 12 de octubre de 1492.  

Con relación al surgimiento de una soberanía autóctona en las comunidades antiguas de México, dice Florescano lo siguiente:


La construcción de estos lugares, que los arqueólogos llamaron “centros cívicos ceremoniales”, transformó el espacio natural en ámbito sagrado.  Al sembrar la tierra de cultivos y colmarla de monumentos, los pobladores adquirieron un “derecho” de propiedad sobre ella; la tierra se convirtió en territorio de la comunidad y se vinculó a los antepasados y los dioses protectores.


Florescano añade que “la ocupación de la tierra estableció un derecho de propiedad supremo, el título más radical sobre el territorio”.  “A su vez, agrega el autor, este vínculo con la tierra creó el símbolo de identidad más íntimo y persistente entre las antiguas poblaciones campesinas: la idea de Terra patria o de tierra de los padres.”  A estos efectos señala además Florescano que:


La patria de cada miembro de la comunidad fue ese pedazo de tierra claramente delimitado, bendecido por el espíritu vigilante de los ancestros que descansaban en el propio suelo, y protegido por los dioses creadores del cosmos.  La apropiación del espacio y su transformación en lugar divino señalan la aparición del poder político centralizado, que entonces se manifiesta en la presencia de un soberano que ejerce el poder sobre un territorio delimitado y una población que comparte rasgos étnicos, lengua, tradiciones y un mito de origen. (Énfasis suplido.)

Puede verse el uso de la palabra soberano en esta cita de Enrique Florescano, lo que implica que ya en esas etapas tempranas del establecimiento de las culturas antiguas mexicanas de ciertas regiones ya se había desarrollado la idea de soberanía.  En el caso particular de los pueblos arahuacos caribeños, se dieron las características estipuladas en la cita anterior, pues estos tenían: un poder político centralizado, un territorio delimitado que iba desde las Antillas menores hasta las Lucayas y una población que compartía una lengua común, una etnicidad propia, unas tradiciones similares y un mito de origen idéntico.  Con relación a los reyes mayas de la época clásica, Florescano agrega que “las variadas funciones” de éstos pueden deducirse de “los retratos del soberano impresos en los monumentos”.  Es de notar el empleo de la palabra soberano repetidamente por Florescano al referirse a los gobernantes mayas de la época antigua.  Y desde luego, si existía un soberano tenía que haber soberanía sobre el territorio en el que estaba comprendido el reino.    

Retomando el asunto de la visita de Ponce de León a Borikén, Loida Figueroa va más allá cuando narra la conferencia entre éste y Agüeybaná el Viejo.  A estos efectos dice:  

Agüeybaná tenía que estar enterado de las luchas entre los dos pueblos en la isla vecina y comprender que los hombres barbudos venidos del este no parecían ser simples transeúntes. […] Agüeybaná llegó al extremo de hacerse “guaitiao” de Ponce de León, que equivalía a condición de hermanos de sangre, según la costumbre aruaca.  Este pacto le impedía trabar guerra con Ponce de ahí en adelante.  Posteriormente el régulo de Boriquén visitaría a Ponce en el Higüey –e iría a Santo Domingo a saludar a Obando. 


Véase en esta descripción que hace Loida Figueroa lo significativo de la misma.  Hasta donde tengo conocimiento, el presente asunto no ha sido debidamente analizado por los historiadores tradicionales.  ¿Qué fue lo que ocurrió aquí?  ¿De qué se trató este pacto?, como lo llama Figueroa.  Antes que nada, es necesario entender lo que fue establecido con antelación, del hecho de que la Nación Borikeña tenía plena soberanía sobre su territorio.  En segundo lugar, es importante saber que el pueblo arahuaco poseía un gobierno propio, una población estable, un territorio delimitado, una cultura definida y mantenía relaciones internacionales con otros pueblos indígenas de la región caribeña.  De modo que cuando Ponce de León hizo sus planes para colonizar el Borikén arahuaco sabía claramente hacia dónde venía y a qué tipo de situación se enfrentaría.  Fue por esto, que él optó por hacer un pacto con el Cacique Mayor.  

¿Por qué Ponce de León no hizo arreglos para conferenciar con otros caciques?  Sencillamente porque ya él estaba enterado de todo cuanto acontecía en Borikén y sabía cuál era la situación política de la Isla.  Así que, siguiendo el protocolo de la época, Ponce de León aceptó que estaba obligado a respetar el mismo, porque de lo contrario estaba llevando a cabo una crasa violación de la cadena de mando y eso hubiese sido una declaración de guerra inmediata contra los habitantes de Borikén.  Además, estaba obligado a parlamentar con el régulo mayor porque de lo contrario sus gestiones no tendrían un efecto significativo, ya que los caciques menores no tenían poder para tomar ese tipo de decisiones.  Es claro que éste no quería eso, pues la fuerte guerra de resistencia que los arahuacos de Ayiti habían realizado por 15 largos años contra los castellanos, provocó que la Corona española se hipotecara hasta el límite.  No había dinero para más guerras y, además, Ponce sabía que en Borikén la población era muy numerosa y, tal vez, más cohesionada militarmente que la de Ayiti; por lo que no quería correr el riesgo de otra guerra aún más larga, lo que eventualmente ocurrió.  

Los borikeños, por su parte, tampoco querían continuar con la guerra, pues los de esta tierra habían sido la retaguardia del conflicto en Ayiti y habían tenido que destinar grandes recursos para apoyar a sus parientes de la otra isla.  Esto no sería nada raro cuando el propio Agüeybaná el Viejo había extendido sus dominios hasta la vecina tierra.  Así lo señala Sued Badillo refiriéndose a Agüeybaná el Joven, de quien dice: “Era miembro de una extensa familia cacical a través de cuyos parientes administraba y gobernaba una amplia región, que incluía algunos lugares de Quisqueya y posiblemente en las Antillas Menores también.”  Este Gran Cacique había heredado ese amplio espacio geográfico y político de sus antecesores, en especial de Agüeybaná el Viejo, pues un poder de esa naturaleza no podía establecerse en poco tiempo.  Coincido con este planteamiento de Sued Badillo, pero del mismo podría desprenderse que el gobierno arahuaco que existía en las Antillas era uno de tipo federativo en el que ocasionalmente se reunían representantes de todas las islas pertenecientes a la Gran Federación Arahuaca Antillana para deliberar sobre distintos temas de importancia para ellos y mantener las relaciones políticas y económicas.       

Al analizar el alcance de la ceremonia del guaytiao, es importante destacar que ésta se realizaba para consumar un pacto de paz, amistad, no agresión e intercambio de los nombres de las personas que lo llevaban a cabo.  Ello equivalía a un auténtico Tratado entre las partes.  En el caso en cuestión, el convenio se realizó entre representantes oficiales de dos naciones.  De una parte, se encontraba Juan Ponce de León, nombrado con título de Gobernador por de Fray Nicolás Ovando, Gobernador General de la Corona en La Española.  De la otra parte se encontraba el Representante Supremo de Borikén.  Esto implicaba que la presencia de Ponce de León en la tierra de Agüeybaná tenía carácter oficial y que él era el representante de dicho gobierno ante el de Agüeybaná el Viejo.  Al ser como era éste, el equivalente a lo que sería hoy un Jefe de Estado y de Gobierno, el mismo recibió al extranjero gobernante de papel, en carácter oficial y no como un visitante cualquiera, carente de un título de alto nivel.   Fue por esto, que Agüeybaná el Viejo estableció el Tratado del Guaytiao con Ponce de León, porque él sabía que su acción implicaba un convenio entre dos soberanos.  Es basándose en esta realidad que Loida Figueroa dice que Agüeybaná el Mayor no le cedió a Ponce de León ni un palmo de soberanía al momento de realizar el Pacto.  Esto quedó claro cuando éste le solicitó al Cacique Mayor permiso para hacer un asiento, lo que quiere decir una casa fuerte, y éste se lo concedió a cambio de la protección que el primero le ofreció contra las redadas de los “caribes”.  Como parte del Tratado, Agüeybaná también aceptó hacer varios conucos de yuca para el rey de España.  Éstas son las bases de un auténtico tratado entre dos Estados soberanos, tal y como se realizan hoy en día.  

¿Cómo se selló este Tratado?, Sued Badillo lo describe de la siguiente manera:  

 

Las dos hermanas, […] fueron, sin embargo, enlazadas a los dos españoles de mayor rango, una con Juan Ponce mismo y la otra con Cristóbal de Stomayor, el noble de más alcurnia entre los españoles y quien cogobernaba en los comienzos con Ponce de León.  Estas uniones con mujeres de la familia eran parte del ritual llamado “guaytiao” e implicaban una relación de amistad y reciprocidad importante entre los varones principales, que conllevaba además un intercambio simbólico de nombres.  Era igualmente un mecanismo para ampliar la familia, pactar alianzas y neutralizar a enemigos potenciales envolviéndoles en las redes de la parentela.  


¿No era esto acaso lo que hacían los monarcas europeos entre sí?  Desde luego que este tipo de tratados eran realizados con frecuencia entre reyes en la Vieja Europa.  Si Agüeybaná el Viejo llevó a cabo este guaytiao con Ponce de León, no fue de manera improvisada.  Esta ceremonia tuvo que ser planificada con bastante antelación a la llegada de este último.  De modo que todo fue organizado al dedillo, ya que de esta manera el Pueblo Borikeño aseguraba su supervivencia.  Y esto era lo más que le importaba al Cacique Mayor, que su gente pudiera vivir en paz por mucho tiempo.  El hecho de que como parte del Tratado del Guaytiao, se realizaran dos matrimonios de alto nivel social, entre estas dos mujeres de la familia caciquil principal y dos co-gobernadores españoles, no era cosa simple.  Lo complicado de la ceremonia y el tratado no deja lugar a duda alguna de que lo que se realizó fue un verdadero pacto entre dos gobiernos soberanos.  El intercambio de los nombres entre los pactantes implicaba que no podía hacerse guerra entre ellos porque nadie podía pelear contra sí mismo.  Ésta era una forma muy efectiva de evitar la violencia entre dos partes potencialmente enemigas.  Es obvio que este tipo de tratado se realizaba con cierta frecuencia entre los jefes arahuacos, ya fuera entre ellos o con otros representantes de diferentes naciones indígenas del litoral.