Tugwell, el nuevo trato y la economía dependiente al capital americano, ¿algo que conmemorar en el día del trabajo?

Economia Solidaria

(San Juan, 11:00 a.m.) Puerto Rico no tiene una burguesía criolla estructuralmente fuerte. La burguesía criolla ha sido esencialmente intermediaria de capitales estadounidenses. Fue por eso necesario el proyecto de quien fuera gobernador de Puerto Rico designado desde La Casa Blanca, Rexford Tugwell, para el término de 1941 a 1946 por el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt.

El proyecto del Nuevo Trato aplicado a Puerto Rico consistió en una fuerte injerencia gubernativa en los asuntos económicos y el emprendimiento empresarial del Estado para sustituir la carencia de capital de inversión privada. Se crearon mediante este modelo seguido por el programa de industrialización “Manos a la Obra” bajo la gobernación del primer gobernador electo, Luis Muñoz Marín, empresas estatales de manufacturación de botellas, de papel, de varillas para la construcción, y otras, que generaron miles de empleos, pero años después fueron privatizadas. El proyecto de industrialización “Manos a la Obra” fue un éxito hasta mediados de la década de los ’70, hasta que se agotó y se hizo obsoleto por cambios coyunturales de la situación económica mundial y de Puerto Rico.

La actualidad en Puerto Rico se caracteriza por la imposición del modelo de capitalismo liberal absoluto y de la menor injerencia del Estado en los asuntos económicos. Por ende, la privatización del emprendimiento corporativo del Estado reminiscente en la prestación de servicios esenciales a la ciudadanía y en asuntos considerados estratégicos para la economía nacional.

Aunque la privatización tuvo éxito en el campo de la telefonía, ha habido fracasos en otras áreas de privatización como el sistema de peajes en los expresos vehiculares y en el sistema de electrificación, entre otros, los cuales enfrentan graves deficiencias. El sistema de privatización bajo el concepto de que lo privado es más eficiente y mejor ha probado ser un fiasco, porque no siempre la premisa del concepto es así. Hay servicios esenciales que parecen evidenciar que es un error privatizarse.

No obstante, en Puerto Rico parece haber una ligazón entre el fracaso económico y la irresolución del aspecto de la soberanía nacional. Una ligazón mediatizada por la relación política y económica colonial de Puerto Rico con Estados Unidos. A consecuencia de tal situación, Puerto Rico carece de un proyecto trascendente con visos de desarrollo económico sostenible a mediano y largo plazo. Para tal proyecto, es indispensable resolver la insostenibilidad de una base sólida de soberanía nacional.

Todo apunta a que no puede haber éxito económico factible sin una soberanía nacional que sustente cualquier tipo trascendente de proyecto de crecimiento y desarrollo para la economía de Puerto Rico. La absoluta dependencia de Puerto Rico en la transferencia de fondos federales para casi todo mantiene su economía con vida mediante la oxigenación con asistencia artificial. No hay respiración económica propia. Existe un sistema colonial cada vez más federalizado. O sea, con una creciente injerencia de las instancias gubernativas federales en los asuntos internos de Puerto Rico. Un país así no puede crecer, ni económica, ni social ni políticamente. En eso parecen coincidir los expertos y analistas.

Puerto Rico tiene que romper sus ataduras con la dependencia para poder crecer como país. Este rompimiento con las ataduras de la dependencia se presume como un paso indispensable para que Puerto Rico tenga algún futuro viablemente prometedor. La factibilidad de un buen proyecto económico parece depender de ello.

Urge estructurar un proyecto económico de atracción de capitales extranjeros, no necesariamente estadounidenses, con garantías resolutivas propias que ofrezca una estabilidad soberana de gobernanza para la inversión. Para su elaboración parece ser necesario no seguir en el mismo carrusel político y económico que durante décadas inacabables se ha mantenido a Puerto Rico sin que pueda salir del mismo sitio y avanzar. No es entendible para independentistas y soberanistas tanto miedo a tal determinación resolutiva de soberanía nacional. Tanto miedo a liberarse de lo que ellos califican de una dependencia abyecta. Pero, sobre todo, de grandes limitaciones económicas.