En mi viejo San Juan: ¡Muere Riggs!

Crítica literaria
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Eran los años de la depresión, de las huelgas cañeras del 1933 y 1934 en las que Pedro Albizu Campos, abogado educado en Harvard y Presidente del Partido Nacionalista de Puerto Rico, fuera convocado por los trabajadores. La tuberculosis, la anemia, el desempleo y  la miseria se habían apoderado del archipiélago y sumían a Puerto Rico en la incertidumbre, según expone Francisco Scarano en su obra Puerto Rico. Cinco siglos de historia. Eran también los tiempos de Davilita y Pedro Flores. En ellos se unían el amor y la protesta patriótica. La memoria y la historia se entrelazan a veces para construir un relato más inclusivo o desmitificar los hegemónicos y fracturar el silencio que por años fuera impuesto particularmente en la educación y en los textos históricos.

Los nacionalistas y disidentes en la década del treinta eran perseguidos por Elisha Francis Riggs, jefe de las fuerzas policiacas de Puerto Rico. Las relaciones entre el gobierno y los miembros del Partido Nacionalista se habían tensionado aún más debido a la formación de Riggs, quien trabajó en el Departamento de Inteligencia Militar de Estados Unidos y de la anterior llegada a la gobernación de Blanton Winship quien era abogado militar. Una canción es emblemática de esta memoria histórica: el Lamento borincano del compositor aguadillano Rafael Hernández como expone muy bien el autor de Muere Riggs, Rafael Acevedo, narrador, poeta y ensayista y Director del Suplemento literario del periódico Claridad. Este libro fue publicado por La Secta de los Perros.

En el 1935 se produce la masacre de Río Piedras. Cuatro nacionalistas fueron asesinados. La situación de pobreza y la estrecha vigilancia del gobierno presidido por el gobernador Winship habían militarizado al país. Acevedo atribuye esto a que el presidente de Estados Unidos, Roosevelt, le encargó a este resolver:

Una posible huelga  general de abonados contra las tarifas eléctricas alli donde llegaba la electricidad; contra las tarifas telefónicas entre los pocos que tenían teléfonos; una huelga de trabajadores de la caña; amagos de  huelga de los tabacaleros y la intervención de Pedro Albizu  y su partido en todos aquellos asuntos. (14)

Esta  breve obra de corte histórico y detectivesco compuesta de cuatro secciones  se une a otras que han interpretado el tema del nacionalismo, concebido por algunos intelectuales como polémico, y con fisuras en su estudio debido a la censura impuesta en el 1948 y a las dificultades de los archivos tanto policiales como los de los nacionalistas y disidentes. Ha sido un tema abordado de forma diversa por Pedro Aponte Vázquez, Luis Ferrao, Carmelo Rosario Natal, Ivonne Acosta, Mario Ayala, y Raúl Guadalupe, entre otros.  Fue en realidad después de la declaración de las carpetas como inconstitucionalesque el nacionalismo cultural tuvo auge y la bandera de Puerto Rico se convirtió en ícono de todo el país. Cobró sentido en personas de diversas ideologías.

Otros autoes que han incluido la temática nacionalista en sus narraciones en el siglo XXI han sido Mayra Montero en El capitán de los dormidos (2002); Las horas del sur de Magali García Ramis (2005); y Yolanda Arroyo Pizarro en Hijas de la libertad (2015). Montero trabajó los años previos a la legalización de la ley 600 combatida por el nacionalismo albizuísta y su acusación de la presencia naval de Estados Unidos en Vieques. García Ramis representó parte de los sucesos de la revuelta nacionalista y Arroyo Pizarro representó la masacre de Ponce de 1937 mediante la voz narrativa de una niña.

Su representación textual de la memoria histórica del ajusticiamiento de Riggs denota que Acevedo parece haber investigado en los periódicos de la época, aunque ficcionalice algunos elementos.  Los dos principales actantes de la narración Hiram Rosado, cadete de la República nacido en Ciales,  y Elías Beauchamp, nacido en Utuado, fueron los ejecutores de la muerte de Riggs. El primero era músico, el segundo era comerciante y ambos aparecen en la obra como sujetos dispuestos a cumplir con absoluta determinación la muerte del perseguidor de nacionalistas y causante de la Masacre de Río Piedras.

El texto narra los principales sucesos de la ejecución de Riggs. En un estilo que rinde tributo a Dashiel Hammet y la literatura detectivesca, particularmente a su libro El halcón maltés, y que trabaja la intertextualidad insertando la música tropical y comentarios sobre cinematografía.Acevedo elabora la memoria de la mañana del 23 de febrero de 1936, año que según apunta Pedro Aponte Vázquez, comenzó de forma violenta. El joven nacionalista  Hiram Rosado esperaba ver pasar el auto Packard del comandante de la policía después de que este saliera de la iglesia Santa Ana ubicada en la calle Tetuán. Se había posicionado al final del callejón Gámbaro cercano a la calle Allen. Al pasar el auto sus disparos no acertaron  a matar al jefe de la policía y el chofer Ángel (Quintín) Álvarez se dedicó a perseguirlo. Rápidamente, Beauchamp se acercó al carro. Sus balazos terminaron la vida de Riggs. El periódico El Mundo del 25 de febrero de 1936 publicó en sus noticias que Quintín fue testigo del fusilamiento de Rosado y Beauchamp.

Un personaje histórico importante es el periodista que fue testigo del asesinato en el cuartel de Hiram Rosado yde Elías Beauchamp: Enrique Ramírez Brau. El mismo afirmaba que vio a un policía colocar a los dos nacionalistas en sillas y luego vio el asesinato de ambos: “Yo me había parado sobre una mesa y por el enrejillado vi la ejecución de Beauchamp y Rosado. En el acto tomaron parte cuatro policías”. (Mario Cancel, “Puerto Rico entresiglos: historiografía y cultura”). Estos hechos abrieron la puerta para que Pedro Albizu Campos fuera encarcelado fuera de Puerto Rico.

La poeta Julia de Burgos, quien perteneciera a las huestes nacionalistas desde el 1933 le dedicó  el poema “Hora santa” a Rosado y a Elías Beauchamp. Citamos parte de él:

Hora santa

Hiram y Elías, dos nombres; dos símbolos heroicos.

dos pechos que supieron morir con dignidad;

dos almas valerosas , dos mártires estoicos;

dos glorias que caminan hacia la eternidad.

 

Estas últimas palabras nos permiten reflexionar sobre cuán imbricados están el discurso histórico y el literario.Como ha señalado la chilena Nelly Richard, los relatos marginales han sido invisibilizados por razones políticas y de poder.

 

Rafah

https://claridadpuertorico.com/la-masacre-de-ponce-y-la-literatura/