Cine Caribe

La vida inesperada (Dir. Jorge Torrogrossa, España, 2013) es un filme que transcurre en la ciudad de Nueva York, bajo una producción española. La misma cuenta la historia de Juanito (Javier Cámara), quien es un actor de teatro del montón, y quien habla diariamente con su madre (Gloria Muñoz), y como todo buen migrante le cuenta a su madre que la está pasando de maravillas. Así las cosas, un día regresa a su casa y se encuentra que su primo, Jorge (Raúl Arévalo), ha venido a Nueva York para “airearse” con antelación a casarse en España. Así las cosas, Juanito vive un largo romance con una compañera de teatro, Sandra (Carmen Ruiz) con quien el sexo es el motivo principal de sus juntes. Pero la llegada del primo Jorge pone en marcha la película y altera la vida de todos y todas.

Fui a verla, pues pensaba que era parte del nuevo cine migratorio argentino. Pero en realidad, es simplemente el noveno filme del realizador español David Trueba. Se trata de Vivir con los ojos cerrados es fácil (Dir. David Trueba, España, 2013). Una película que ya todo el planeta había visto, y que finalmente se estrenó en Puerto Rico recientemente.

Oficialmente, el modelo clásico de los tres actos narrativos ha perdido vigencia en el contorno de las realizaciones audiovisuales; al menos así lo decidió la masa consumidora. Su decadencia vino con el advenimiento de la llamada sociedad red, cuya propuesta de drásticos cambios impulsados por la evolución informática ha tergiversado la sistematización en todas las formas de conocimiento. Tal parece que el acelerado tren de vida actual consiguió caducar medidas una vez consideradas imbatibles. Ahora —parafraseando una alegoría de Paul Schrader— contrario a una cena compuesta de tres platos se prefiere un extendido servicio de tapas. O sea, el receptor exige y enaltece el dinamismo secundario en conjunción al trabajo creativo. Y es por tanto que las series se encuentran en el mismo medio de un período de prosperidad.

La fui a ver pues mucha gente me la recomendó. Se trata de una de las últimas películas que la casa productora Disney, en unión a la casa productora de efectos especiales Pixar, han puesto en cartelera: Inside Out (Directores Peter Doctor y Ronaldo Del Carmen, EE. UU., 2015). La película, en el género de dibujos animados, versa sobre la historia de un niñita de apenas unos 7 u 8 años, quien vivía junto a su padre y madre en el e mediano oeste de EE. UU. Luego se mudan a California, a la ciudad de San Francisco, y ahí es que se inician todos los pesares. La niña es confrontada por su subconsciente, y a partir de ahí toda la película.

Se trata de la vida de la precursora del movimiento pacifista británico, Vera Brittain, quien vivió en la primera parte del siglo XX. La película, Testament of Youth (Dir. James Kent, Reino Unido, 2015), nos narra su vida a partir de su experiencia con la Primera Guerra Mundial. La vida de Brittain (Alicia Vikander) fue una parcialmente feliz, durante el amor, y muy infeliz a partir de la muerte de sus seres queridos, durante la guerra.

Ver la última oferta de Mission Impossible: rogue nation (Dir. Christopher McQuarrie, EE. UU., 2015), es un deleite. Sobre todo cuando uno piensa que está bien un filme que es consistentemente no ético, inmoral y, sobre todo, que narra las barbaridades de la corrupción en lo que en teoría se conoce como terrorismo de Estado. Lo lindo es que uno lo pasa bien, se ríe, le parece ocurrente la actuación del actor y productor del filme Tom Cruise, quien desde la primera parte de esta saga de cinco filmes en 22 años siempre ha desempeñado el papel del actor principal, el agente Ethan Hunt.

Para entender el cine contemporáneo, más allá de decir si me gustó o no la película, hay que tener un marco de referentes y lecturas que sirvan para interpretar el filme. Y realmente no es que uno busque algún guiño que evoque una referencia para hacer de una película mediocre un gran filme. Si no es una buena película hay que decirlo, pero si lo es, pese a sus detractores, hay que celebrarla.

La razón es parte de un discurso de la modernidad, en particular la del siglo XIX, que nos invitó a pensar el mundo desde la mirada de la razón por encima de todas las cosas. Así las cosas, el mundo de la razón ha sido fuertemente controlado por los intelectuales y los filósofos alemanes. Desde Kant y Hegel hasta Habermas, la razón nos impone ver el mundo de cierta forma: siempre de forma lógica y sistemática, todo bajo control.