La llamarada, Parte I: Un acierto de película

Reseña
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altEnrique Laguerre (1906-2005), escritor puertorriqueño nominado al Premio Nobel de Literatura en 1999, continúa inmortalizándose gracias a la adaptación a cine de su célebre novela La llamarada, estrenada por WIPR Canal 6 de Puerto Rico, por HITN-TV de Estados Unidos e internacionalmente vía Internet el 6 de junio de 2016. Su acogida le llevó a ser retransmitida desde el 1ro al 4 de julio. Hubo quien la reconoció merecedora de tratarla como “trending topic” (Twitter, 7 de junio, 2016). Indudablemente, los realizadores de este gran éxito deben hallarse honrados por ofrecer un trabajo cinematográfico pertinente, hermoso, de alta calidad artística, poderoso en su mensaje, de trascendencia para la cultura puertorriqueña y de alcance mundial.


La llamarada, un acierto de WIPR

Esta producción porta el mérito de haber reiniciado en la televisora del gobierno de Puerto Rico el Proyecto Dramático Lucy Boscana (de películas y miniseries) que estuvo congelado durante más de 7 años. Con el logro de La llamarada renacen, dignamente, los productos artísticos locales en WIPR. Deseo que manifestó previamente la presidenta de la estación, Cecille Blondet (El Nuevo Día, 22 de enero de 2015). Y es que el Canal 6 ya contaba con la tradición de adaptar novelas literarias puertorriqueñas a películas. Por ejemplo: Yuyo de Miguel Meléndez Muñoz, La charca de Manuel Zeno Gandía y Cauce sin río del propio Enrique Laguerre. Estas tres producciones locales salieron al aire allá para 1991 y se retransmitieron contínuamente durante toda una década (según www.network54.com). Esta retoma del Proyecto Dramático Lucy Boscana le ha devuelto al país la ilusión de ver sus clásicos literarios, ya no solo en la academia sino en los medios de entretenimiento; aspecto que intelectuales, maestros, padres, estudiantes y artistas han celebrado. Para constatarlo, léase el artículo del profesor de teatro, Honoris Causa de la UPR, Dean Zayas en el que expresaba tal solicitud: “WIPR, lo que debe ser” (Facebook, enero de 2013). Léase también a Madelyn Vega, juez y madre, que celebra la importancia sociocultural del filme La llamarada bajo “Opinión” (El Vocero, 23 de junio de 2016). Hasta en el Capitolio, la Cámara de Representantes rindió homenaje a los realizadores (Youtube, Noticias24/7WIPR). ¡Felicitamos a WIPR por su acierto!

Un clásico es un clásico

El guion de la película se basa en un clásico. ¡La llamarada es una novela clásica de la literatura boricua! Esta clasificación conlleva sus pros y sus contras. Implica que esta novela podría cruelmente fosilizarse y perder su pertinencia. Podría correr el riesgo de ser olvidada y desestimada por pensarse que no aporta nada a la realidad isleña de hoy. Algunos piensan que nuestros jóvenes la leen en las escuelas como asignación obligada y se aburren por sentirla lejana a su generación. Sin embargo, (y es lo glorioso) los clásicos también ofrecen la oportunidad de releerse, de aguantar impensables reacciones por parte de sus lectores de nuevas épocas y de ofrecer provocaciones inquietantes para cada actualidad. Es decir, que si el clásico se expandiese hacia una refrescante “actualización” de su mensaje, lograría impactar tanto como ayer. Y fue precisamente lo que se hizo. Los productores y realizadores se aseguraron un 50% del éxito de la película al plasmar un discurso actualizado del clásico La llamarada. Escogieron un mensaje que le habla a la realidad del Puerto Rico en que vivimos. Ahora, nuestros chicos en la escuela pueden leer la novela, imaginar y soñar con la lectura y luego, ver la realización en imágenes concretas en la película. Tienen una nueva opción que les apela a la actividad de los sábados en la noche: podrán escogerla en dvd o por la web... comer pop corn con sus amigos y, por puro entretenimiento, mirarse a sí mismos y a su historia a través de este clásico puertorriquño. Nuestras muchachas y muchachos simpatizarán u odiarán a los personajes protagónicos, tomarán ejemplo de las posturas ambiguas o radicales, y cabalmente las criticarán. Algunos experimentarán cambios, afirmación o confrontación de ideologías... ¡Disfrutarán lo que es hacer cultura!

La llamarada hace historia en la filmografía puertorriqueña

Esta película hace historia en WIPR gracias a los equipos de nueva tecnología HD adquiridos por la televisora. Estos permiten grabar en digital con un look verdaderamente de cine. La segunda razón de su éxito: su guion se basa en un clásico actualizado. Y la tercera razón, a mi entender, responde a que los técnicos y artistas involucrados ofrecieron sus talentos al máximo. Aquí hay que hacerse eco de lo dicho por Pepe Orraca: todo estuvo “excelente” (pepeorraca. blogspot.com). Felicitaciones a Benito de Jesús, Productor General y a Lizzie M. Flores, Gerente de Producción. En cuanto a Dirección de Arte, felicito a Gregorio Barreto y a la Diseñadora de Vestuario, Vilma Martínez. La música original de Juan Carlos Vega y Franky Suárez, hermosea y agrava, conmueve y aporta grandeza a la película. La excelente fotografía de Heixan Robles le asegura a La llamarada, un valor poético, un regalo visual; en particular cabe recordar la escena del punto culminante del protagonista con el jefe de la Central, decisivo en color amarillo... Una fotografía algo misteriosa, cuando se necesita. La edición del cineasta Raul Marchand, impecable; agiliza y consigue impactar.

Para completar el énfasis sobre los artistas de detrás de las cámaras, es digno resaltar el junte que funcionó con magníficos resultados. La filmación contó con un Director General cinematográfico y con un Director Artístico. Edmundo H. Rodríguez se encargó de dirigir la película como artífice técnico y narrador cinematográfico, mientras Roberto Ramos Perea (también, guionista) se encargó de dirigir el talento actoral en juego escénico con el espíritu del libreto. El resultado fue poderoso. Ramos Perea lleva más de 35 años dirigiendo actores para el teatro (a razón de 5 obras aproximadas por año en las últimas 2 décadas). Lo que da una idea de su expertise. Roberto se caracteriza por ser vehemente y apasionado, con ese apasionamiento contagia a su elenco. Es fácil notarlo en la intensidad de las interpretaciones sensibles de sus artistas. Por su parte, Edmundo H. Rodríguez ha sido el director general de 6 largometrajes. En el arte del cine esa cantidad supone haber trabajado un mundo. Dato importante es que este cineasta aporta su alta competencia y la riqueza de haberse arrojado a dirigir diversos géneros del cine. Ha dirigido películas de intriga y espionaje en Desamores (2004), suspenso en Las dos caras de Jano (2008), drama urbano en Kabo y Platón (2009), comedia familiar en La fuga (2010), comedia y drama en Hugo Paco y Luis y tres chicas de rosa (2013), híbrido dramático en Cristina Bazán: El verdadero final (2016), así como videos musicales. Este bagaje le permite al cineasta perfilar una diáfana identidad estética que se descubre en La llamarada (2016) bajo el género de épica o drama-épico puertorriqueño. El filme lo construye Rodríguez con precisión, sagacidad y belleza para contar la historia de un héroe dramático frente a situaciones de luchas sociales y luchas éticas y morales consigo mismo. La narración audiovisual ofrece variadas dimensiones; las íntimas del héroe, las de multitud incluida, y añade imágnes gloriosas de lucha política. Nutre de variedad y estilo con las contundentes tomas de picada de la bandera obrera, el brazo en signo de lucha y el sol radiante. Las dos series de escenas de batallas cuerpo a cuerpo consiguieron impactar. Los planos cercanos recurrentes del protagonista a solas, o en franca amistad con el viejo socialista conmueven profundamente. La experiencia de este cineasta rinde frutos abundantes.

Por otra parte, la selección de localidades para el rodaje de La Llamarada no pudo ser mejor. Incluyó escenarios auténticos “que aparecen en el texto original, como la Hacienda Los Moreau en Moca, un cañaveral en Aguada y la Hacienda La Esperanza en Manatí” (El Nuevo Día, 2015). Por todo este cuidado y esmero, los espectadores damos las gracias.

Sobre los actorazos... o los “Coquí Awards”

Cuando se piensa en talento actoral puertorriqueño, en estándar, hay que pensar en excelencia. Compiten con calidad de cualquier parte. En esta película se vio: nuestros actores brillaron como lo harían para Hollywood o mejor (pues no todo actor de esa industria sabe caracterizar). Ernesto Concepción y Braulio Castillo se incorporan al imaginario cultural de actuaciones dramáticas inmortales del cine puertorriqueño. Y, junto con ellos, las exquisitas interpretaciones de Evelyn Rosario, Francisco Capó y Junior Álvarez. Son interpretaciones seductoras; “encantan” al espectador al conseguir realismo genuino. Fluyen con naturalidad maravillosa y consiguen la ilusión cinematográfica. Los dos papeles protagónicos, Juan Antonio Borrás por Concepción y Segundo Marte por Castillo se miden de igual a igual. Ernesto asombra con la cantidad de matices de voz, gesticulación y microexpresiones con que nos ilustra la lucha interior del personaje y su pasión contrariada. Original, impredecible en sus gestos, una ricura. Braulio interpreta a un individuo del pueblo, una especie de jíbaro aguza’o, líder y también apasionado. El actor ofrece todo lo que el guion exige y deslumbra con una energía magna en la lucha. Un jíbaro nada clichoso. Ambos actores pusieron sus técnicas de avanzada y la sometieron a unas actuaciones impresionantemente orgánicas (de lo más profundo del alma y de la intuición).

Junior Álvarez interpretó a Don Flor, un personaje próximo a villano; sin embargo, este veterano actor trascendió los prototipos de los malvados supermalos y llega a encantarnos. Especialmente, porque le otorgó a un aire secreto de corte agradable. Vimos en él a un ser humano real y simplemente listillo, que se autojustifica en la selva de la vida. Por la misma línea de personajes refrescantes, Francisco Capó interpretó un personaje diseñado en el guion para añadir color y textura. El ayudante acomodaticio de Borrás fue un reto que el actor venció exquisitamente con sus innumerables gestos bien correspondidos con los diálogos. Ofreció gesticulaciones sorpresivas en repetidas ocasiones. Otra factura actoral refrescante como flores del campo resultó ser la de Evelyn Rosario. Esta actriz acogió el sentido de dolor de madre de familia como con una pasión honda. Su voz y elasticidad del cuerpo añadieron belleza estética. Por otro lado, Raúl Carbonell sorprendió con “El jabao”, un personaje recio y de pocas palabras, otorgándole un silencio elocuente y presencia sólida. Con ellos, igualmente convincentes y de altura las actuaciones de Gerardo Ortiz, Efraín López Neris, Joealis Filippetti, Cristina Sesto, Ulises Rodríguez, Angela Meyer, entre un gran grupo de actores que esperamos ver en películas próximas. Si se fuesen a conceder unos “Coquí Awards” por las interpretaciones dramáticas habría que encargar muchos de estos, de oro.

En fin, La llamarada en película por WIPR... un logro y una producción exitosa.