La llamarada, Parte II. La película: drama-épico con dos héroes

Reseña
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altPodría considerarse que uno de los grandes aciertos de la producción La llamarada por WIPR (2016), fue su adaptación. Para definir este término de forma breve basta decir, en este caso, que se trata del arte de transformar la novela literaria en guion de cine. Es el paso de novela en formato de libro a libreto escrito principalmente para la intervención y colaboración artística de actores, directores, vestuaristas, cinematógrafos y para todo un equipo técnico de realizadores. Este libreto, además, contiene los ajustes dramatúrgicos pertinentes que convierten las descripciones de paisajes en escenarios reales; convierten los diálogos de toda una novela en diálogos editados o diálogos inventados, si no existían. La adaptación también hace ajustes respecto a la trama de los protagonistas. La trama en una novela aparece repartida entre cientos de páginas de narrativa, así que es necesario convertirla en una línea de acción muy clara, precisa y concisa. Todo esto y mucho más requiere acomodarse, finalmente, en un guion que se ajuste aproximadamente para dos horas de película. El arte de la adaptación es complicadísimo. Suerte que La llamarada encontró quién se atreviera a este oficio.

El dramaturgo puertorriqueño Roberto Ramos Perea estuvo a cargo de esta ardua labor. Y es que este maestro del oficio ya disfrutaba del visto bueno del propio Enrique Laguerre, autor de La llamarada, cuando realizó su primera adaptación a teatro en 2008 y su segunda versión en 2013. Luego de pulir estas versiones para la escena, esta pasa a un nuevo formato que es la escritura para cine. Con todo este proceso, no es de extrañar que el filme que produjo WIPR denote un guion maduro y sólido. De hecho, su factura bien construida y sobresaliente sirvió de fundamento para el éxito de la película. La adaptación de Ramos Perea revela mucho tiempo de dedicación intelectual y artística; es un trabajo añejado como el buen vino.

El arte de condensar: advertencia

Añado una advertencia sobre el arte de la adaptación. Pues hay quienes a menudo se desencantan con las adaptaciones de sus novelas preferidas a cine. Por ejemplo, hay quienes hayan leído la serie de Harry Potter o Las crónicas de Narnia o Los juegos del hambre o las famosas novelas de Jane Austen o los comics de Marvel superhéroes y queden desilusionados. Prefieren su idea de la novela nacida en la experiencia personal de leer. Y es lo propio: ¡la narrativa se escribió para ese disfrute individualizado y esa experiencia íntima! Mas, por otro lado, cuando se adapta la novela a película... ¡qué no se le pida al cine lo que al cine no corresponde! Tomemos en cuenta que los libros y las películas son medios distintos. Y no todo lo que nos gusta de una narración puede aparecer en una versión cinematográfica. El desencanto será una reacción normal en la medida que el espectador busque equivocadamente una “transferencia” en vez de adaptación. Ya que no se debe pretender “transferir” toda una novela de 300 a 500 páginas a dos horas de cine. Como dice el profesor Alfonso Méndiz de la Universidad de Navarra: “el cine es siempre un arte de condesación” (lea su prólogo al libro El arte de la adaptación de Linda Seger, 1993). Precisamente, por el hecho de hallar el texto condensado, hay quien sufre una sensación de “pérdida” al pasar del libro al filme. Pero, lo que se pierde de la lectura ―que, en efecto hay cosas que se pierden en las adaptaciones― el cine lo compensa con actores de carne y hueso, con toda una experiencia audiovisual y con añadir una nueva propuesta artística de índole cinematográfica.

La reinterpretación del guionista

Roberto Ramos Perea aportó una interpretación de la novela desde su propia óptica. Aspecto nada reprochable ya que, como explica Alfonso Méndiz, toda adaptación al cine lleva una “re-interpretación implícita”. Todo guionista va a aportar algo de su mirada y su punto de vista. Cuando interpreta la literatura de otros escritores, el guionista querrá añadir énfasis sobre aquello que considera trascendental y pertinente a su gente y a su propia época. Es algo nuevo que decir a partir del texto original. A esa manera nueva de ver el texto se le considera reinterpretación. Roberto Ramos Perea reinterpreta La llamarada desde un punto de vista profundamente político; comprometido con los pobres, la clase trabajadora y con la lucha de clases sociales. Su mirada es combativa y reflexiva a la vez. Coloca el combate en manos de los personajes obreros organizados. Contra ellos Don Oscar, el dueño de la Central, y sus allegados con posturas explotadoras capitalistas. La versión de WIPR (2016) por Ramos Perea perfila dos bandos opuestos enfrentados de forma contundente. Define las fuerzas antagónicas: la clase trabajadora vs. los explotadores. Las subtramas románticas de Juan Antonio con Pepiña y con Delmira sirven para representar un poco estos dos bandos, pero solo al principio, pues según avanza la trama los personajes femeninos se alejan de dicha simbología y ofrecen otras dimensiones temánticas (patria, internacionalismo, etc.). Lo que sí se acentúa es el carácter ambiguo y de doble ánimo del protagonista al vacilar entre estos amores y otros extras. Por otra parte, el guion opera en dimensiones sutiles y psicológicas. Incluye exquisitamente la lucha interior del protagonista: la mentalidad “humana” contra la mentalidad explotadora. Combina las acciones antiéticas y deshonestas de Juan Antonio Borrás con momentos de sabia e íntima reflexión; así honra el tono reflexivo de Enrique Laguerre.

¿Qué se podría comentar en cuanto a lo que pudo echarse de menos en la reinterpretación de Ramos Perea? El sector femenino prototipo o romántico puede ―o podemos― contestar rápidamente: ¡el romance a la antigua! Es un dato objetivo el hecho de que las tramas románticas se abreviaron. El guionista resolvió bien al colocar las historias de Delmira en breves flashbacks. ¡Fue necesario para simplificar el argumento y no alargar la película! (Comprobado por el propio guionista, en entrevista casual; Librería Mágica, Río Piedras P.R., 30 de junio de 2016). Mis observaciones van más allá. Estimo que los dos personajes femeninos principales, Pepiña y Delmira, también fueron reinterpretados. Estas dos mujeres aparecen configuradas muy cercanas a las mujeres del teatro de Roberto Ramos Perea: mujeres de avanzada, atrevidas para el eros y sin tapujos; no tan románticas como las de Laguerre. Se puede concluir que reflejan una versión libre por lo candentes, común en la dramaturgia de Ramos Perea.

Lo más sobresaliente de la adaptación de Roberto Ramos Perea: Drama épico con dos héroes

La llamarada, en esta versión estrenada en 2016, ofrece la particularidad de dos héroes. Tanto Juan Antonio Borrás como Segundo Marte son héroes. Ramos Perea le asigna al líder socialista un papel protagónico que no le otroga Laguerre. (Confirmado por el mismo guionista en la entrevista casual del día 30 de junio). Técnicamente, subir a rango de héroe este personaje consigue mayores riesgos en la trama y aumenta el interés dramático. Resulta intersantísimo porque los protagonistas pasan de ser inicialmente amigos a antagonistas. Uno le dificulta la vida al otro. Juan Antonio es el héroe moderno, lleno de contradicciones ideológicas y éticas, además, ambiguo respecto a lo que quiere como líder y como amante. Mientras, Segundo Marte es el típico héroe socialista de la literatura obrera que no cede ante sus conflictos personales (para comprobarlo, recomiendo el drama biográfico sobre Alonso Pizarro, Iluminado negro de Ramos Perea, publicado en 2015, y el drama Redención de José Limón de Arce, publicado en 1906). Estos dos héroes se hermanan al principio porque coinciden en ser “héroes optimistas”. Ambos profesaban positivamente favorecer la justicia social. La diferencia estriba en que Juan Antonio distorsiona su actitud: no desarrolla fe en la lucha unida y se rinde a su egoísmo. No obstante, el héroe socialista obra bajo la consigna “vencer o morir”. Al final de la película, el héroe ambiguo continúa en esa tónica pues, aunque renuncia a su trabajo y a la explotación capitalista, no se sabe si se incorporará a la lucha de los obreros. El final queda abierto. En cambio, el héroe socialita muere. Su muerte perpetuará y fortalecerá la causa obrera ya que se ha de convertir en mártir, y los mártires vencen la tragedia. Por lo que La llamarada, bajo la adaptación de Roberto Ramos Perea, propone un final glorioso. Así, las acciones de los protagonistas ―desde los dos diferentes ángulos― confrontan la conciencia social del pueblo televidente. Despiertan en cada boricua su sentido de ética, de justicia, de humanidad y aún de cristianismo en pro de los oprimidos.

Algunos considerarán a Juan Antonio un antihéroe y no, un héroe moderno. Sin embargo, el punto culminante y la resolución final definen al protagonista. Juan Antonio Borrás recupera algún sentido de conciencia, de ética y moral. Hay un auténtico arrepentimiento y giro hacia otra vida. Si no marcha hacia una transformación personal, va posiblemente tras algo parecido. En fin, un protagonista humano y complicado que pretende vencer haciedo el bien, y no el mal, define lo que se entiende por héroe moderno.

¿De verdad se trata de una épica?

Para quienes se preguntan por qué considero que este filme es género drama épico, respondo que estimo que se trata de un drama social con claros rasgos épicos. Su protagonista principal, J.A. Borrás, procura inicialmente defender a todo un pueblo, a la gran masa de sus trabajadores, favorecerlos como grupo social. En ese sentido, estamos delante de un héroe con posibilidades de proezas, no solo del héroe de un drama que a fin de cuentas se delimita a circunstancias personales. Es un héroe de posibilidades épicas a pesar de que él mismo arruina su posibilidad de obrar épicamente. Otro aspecto del género épica en esta película se descubre en la estructura argumental. El guionista lleva al protagonista reiteradamente a buscar consejo de un viejo sabio ―interpretado por Efraín López Neris― que es parte de la convención de las épicas. La sabiduría sobre las ideas igualadoras del viejo sabio, impedido en silla de ruedas, reta al protagonista a levantarse en proezas (aunque Borrás se quede finalmente más quieto que su propio consejero). Además, dos escenas de batalla física afirman el carácter épico de la película. Una de estas, representada por el grupo de trabajadores huelgarios que reaccionan a la fuerza de choque de la policía estatal y la otra, de cuerpo a cuerpo entre los héroes.

Si analizamos la aportación del elemento épico podríamos concluir que este elemento combinado con el género drama sirvió con efectividad al discurso total del filme. Pues, evidencia que el héroe verdaderamente épico no es quien más recursos económicos o poder pueda poseer sino quien más auténticamente lucha. Un héroe tamaño épica lucha e inspira más allá de la muerte.

Conclusión

Sin duda, la aportación de Ramos Perea implica hablarle con actualidad a Puerto Rico. Este guion nos obliga a reflexionar y cuestionar respecto a lo que hemos logrado individualmente y como país. Es una invitación a la solidaridad y a desechar la actitud pusilánime. Sobretodo, es una invitación a luchar.

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