Calles de palabras

Cultura

Si es cierto que la primera huelga en la historia ocurrió antes de Cristo, bajo el reinado de Ramsés III en Egipto, es indudable que la conciencia de reivindicación tomó acción desde los primeros tiempos. Así que llámese marcha, paro, piquete, huelga o desobediencia civil, la realidad es que la expresión de disconformidad y reclamos yace en las culturas como un ente siempre dispuesto a activarse.

A su vez, dicho gesto trae consigo las dicotomías propias de las diferencias: los que protestan y los que se oponen. Ahora bien, cuando las demandas y convicciones de un colectivo o un individuo toman vida a través del arte de la calle, más concretamente mediante los grafitis o los murales en los que se plasman una visión de unos acontecimientos o dimensiones de realidades, la voz del sujeto-artista se materializa en una pieza casi perenne, que incluso cuando encuentre detractores, no será seguramente en una respuesta directa, sino que aliados y no de la obra deberán asumir su percepción internamente.

Como ejemplo, las paredes de Río Piedras son constantemente ataviadas con declaraciones de descontento, crítica social y sentencias que toman ya no solo la forma del dibujo sino que se apropian de la palabra: “prohibido olvidar”, “sin agricultura no hay comida”, “la cultura es este momento (acción poética)”. De esta forma, la escritura constituye un instrumento de contundente presencia. No es que esté yo exponiendo algo nuevo, más bien el recorrido por sus calles intensificó la recepción de este hecho. Entonces ya no solo las consignas a viva voz conforman, junto a la congregación de las personas, la movilidad de la protesta; carteles y muros son también un reclamo del espacio público que perdura cuando los sonidos menguan. Si se le mira bien, aquí tiene una imponente presencia la concreción de la palabra.

Así no únicamente tiene relevancia qué y cómo se dice, sino dónde se dice: la exposición de esas letras deberá alcanzar a la mayoría que transita por el espacio destinado a la manifestación y son acompañadas por colores vistosos y dibujos de grandes dimensiones. Todo lo posible para no ser ignorado por nadie.

Estemos de acuerdo o no con lo expuesto y su forma, la verdad es que andar por este casco urbano es ser testigos de múltiples articulaciones que suenan al unísono. No podemos ser indiferentes. Logran su cometido: anclarse en la memoria colectiva.


Fotos: Renia Fermaint