Sensibilidad social: una mirada crítica al entorno actual de las personas sin hogar

Justicia Social


Por muchas esquinas de las ciudades de Puerto Rico y del mundo transitan deambulantes, que por diversas razones, a veces desconocidas, cayeron en las trampas de la sociedad. Algunos de ellos, terminaron viviendo bajo un puente, con cuatro cajas como cama, bajo las sombras de la noche.

Hombres y mujeres que empujan un carrito de compras y algunos extienden sus manos con vasos de “biggie” de algún fast food solicitando dinero. Así pasan todo el día y, quizás, años viviendo una vida casi nómada; a su vez, van escuchando a la ciudad. Todo ante la mirada evasora de la sociedad o del Gobierno, que tienen importantes cuotas de responsabilidad en la creación de estas formas de sobrevivencia que rayan en lo subhumano.

Muchas veces lo que hace el Gobierno es: absolutamente nada (y esto en todas las administraciones pasadas y presentes). Lo evidencia el hecho de que aún se los sigue viendo a diario deambulando por las calles, entre edificios en escombros, o rebuscando en la basura. Muchos de los ciudadanos los miran con superioridad y les suben el cristal del carro, evitándolos, mientras el aire en high contrasta con un mediodía de verano trepao’, casi en 100 grados °F y el estar descalzo de parte de los que subsisten por las aceras.

A algunos les dan una peseta, o hasta un peso (por salir del paso), a sabiendas que eso no va a resultar en algo que cambie sus circunstancias, genuinamente. Son seres humanos que necesitan ayudas extras para poder resurgir, puesto que es probable que sufran enfermedades o tengan problemas sicológicos que les impiden emerger a un nivel superior, respecto a su existencia casi infrahumana, a la que diversos factores del contexto social, familiar y personal lo han conducido.

En párrafos anteriores digo “muchas veces el Gobierno”, porque si bien, históricamente, a nivel legislativo se han redactado varios a proyectos de ley buscando establecer soluciones, e incluso, se han redactado protocolos; la realidad es que: sigue existiendo este sector de población marginada, sin techo; algunos arrastran lo poco que les queda por las calles de la ciudad. Si existieran políticas más inclusivas bien podrían ser salvados, recuperados.

Al parecer, la última prioridad, son ellos. Y, con la crisis de recesión económica actual, terminarán siendo lo último de lo último, como si no fuesen ni siquiera humanos.

Ahora bien, no todo es insensibilidad. Un blog que se ha dedicado a narrar historias y realizar entrevistas sobre la población de personas sin hogar, es el portal Vivo en Puerto Rico del periodista Samuel Nemir Olivares Bonilla. En el mismo, uno puede adentrarse a conocer más a fondo y entender sus vidas.

También varias organizaciones sin fines de lucro como por ejemplo, la Coalición de Apoyo Contínuo a Personas sin Hogar en San Juan, Inc., la Fondita de Jesús, Inc, Amor que Sana, en Ponce, Iniciativa Comunitaria se dedican a rescatar, a modo de ángeles, a las personas que viven en la calle.

Por su parte, es cierto que el Gobierno tiene la Oficina de Enlace y Coordinación de Programas y Servicios a la Población sin Hogar o el Concilio Multisectorial en Apoyo a la Población sin Hogar (el Concilio), adscrito al Departamento de la Familia, pero tal como se evidenció en el pasado mensaje de presupuesto del Gobernador, enfatizan a otras prioridades económicas, como la súper deuda, -que no deja de ser importante- pero es importante decir que los nichos de la oscuridad de la ciudades son igual de importantes en un país que requiere estar integrado para funcionar mejor.

Entonces, las instituciones gubernamentales, están más preocupados por la fuga de población y de cerebros -ambas importantes- pero deberían buscar resolver lo que tiene frente a sí.

Si a los deambulantes los rehabilitaran, y si las agencias cumplieran su misión a plenitud para crear las condiciones de desarrollo económico y sociocultural, contemplando los aspectos humanísticos, los beneficiados, muchos de ellos jóvenes, podrían ayudar con sus conocimientos. Su inserción inteligente a la sociedad, quién sabe, podría ser incluso un lápiz que hacía falta para escribir el libro puertorriqueño de la década, dar luz para que entendamos mejor cómo abordar los problemas sociales de manera realista y detectando las causas de raíz que habría que afrontar. Una sociedad no puede llamarse desarrollada sino ha atendido los derechos de todos igual que tú y que yo, todos, vivamos mejor, sin temor al otro.

Muy pocos imaginamos que ellos, que viven entre nosotros, tienen conocimientos y habilidades que pasan desapercibidos o bloqueados, que si se hicieran más esfuerzos por rescatarlos, contaríamos con recursos humanos que fueron descartados, inteligencias que se perdieron debido a que fueron de víctimas de las trampas de la sociedad, del sistema o de sí mismos. De hecho, valdría la pena recordar que según el último Censo de P.R de 2010, entre ellos había (o hay) 112 personas con estudios universitarios, entre los 1,654 pobladores sin hogar encuestados. 

El Gobierno, las organizaciones políticas, educativas, culturales, y en general las organizaciones de la sociedad civil, junto a toda la población, deberían replantear las soluciones, hacerlas más operativas, a través de programas de acción social, cónsono a un proyecto de país sin exclusiones y más humanista. Contar con los mejores especialistas, con organizaciones que han sido efectivas, para buscarle una solución concreta y digna, no bajo la perspectiva de la “caridad compra conciencias”, sino de la solidaridad participativa e incluyente.  

Conocemos que existe una ley que impide ayudarlos si ellos no quieren, bajo el supuesto de respetar su privacidad y el derecho a vivir como cada quien quiere. Pero, habría que cuestionarse: ¿Los deambulantes realmente “escogieron” vivir así, o desean vivir así? ¿Qué causales los llevaron a esta vida que, a veces, raya en lo infrahumano?

Muchos, hasta para comenzar agradecerían si se les pudiera proveer una cama en sustitución de las cajas, cartones o periódicos (páginas donde, paradójicamente, se discute cómo solucionar estos problemas). Aspirarían a que inicialmente se les ayudará a rehabilitarlos, pero, según dicen, ni siquiera hay camas en los hospitales ¡para tantos! Eso sí hay “chavos pa’ viajar a convenciones”, a otros países europeos, u otras inversiones no sociales, como son las de pagarles desproporcionadamente el salario a algunos empleados gubernamentales o a empresas transnacionales que afectan el comercio local.

Después nos quejamos de que, algunos, asaltan por las calles. Pero, esto es una consecuencia, no la causa, y si no se atacan los factores estructurales, desafortunadamente, tenderán a incrementarse los robos y asaltos. La sociedad permitió que prolifere una población arrinconada y deshumanizada que, a veces vive en necesidades para satisfacer las adicciones o carencias que intereses de la economía ilegal les crearon.

Vivimos en una sociedad que ha incentivado la cultura de la violencia, del individualismo, de la competencia, ha desvalorizado a la cultura, la educación, los derechos humanos, (aunque también existen grupos que han estimulado todas las anteriores) y poco a poco nos hemos vuelto insensibles, como si fuera una rutina, un caso más; esto demostrado cada año en las estadísticas.

En vez de afrontarlo, creamos barreras sociales con los “otros”, con urbanizaciones cerradas, encuevados en nuestras casas, por diversos temores al asalto, al hostigamiento, a cuestionarnos la moral. Inclusive, de tanto voltear la cara, empezamos a padecer casi de “tortícolis social”.

En un escrito publicado en el  Internet, la socióloga y antropóloga Rima Brusi, catedrática de la UPR-Mayagüez, explicaba a los estudiantes universitarios sobre el cómo aprender en la interacción social con las personas que viven en la calle:

“Abiertamente, transparentemente, se van a envolver en una relación con el otro, no desde un lugar de superioridad, de identidad, o de caridad, sino desde un lugar de aprendizaje, de comprensión, y de acción. Y en el proceso, estarán practicando otras formas de encuentro, formas que nos permitan repensar las maneras en que estructuralmente se violentan y obstaculizan hoy las posibilidades humanas, y aprender, usar y producir los conocimientos que le permitan a los humanos rescatar sus posibilidades”.

A través de este escrito El Post Antillano se solidariza con causas como estas y con todas causas donde se margine algún sector social.


Pinturas por Germarilis Ruiz Galloza.

Primera

Medio Mixto
36X42"

Segunda

Titulo: Paisaje Urbano
Medio: Mixto
Dimensiones: 48x42