Cuerpo de mujer: reivindicación de libertad

Cultura

El cuerpo es un ente “político”, una presencia íntegra de resistencia pacífica ante los gestos de dominación y violencia, y un eje que cuestiona las pautas socioculturales. Se presenta a sí mismo como vínculo directo con la esencia que conforma; su materialidad es aquí un manifiesto de existencia actual.

Ese hecho de concreción, de materia, de solidez, que conforma al cuerpo permite no solo la constitución de un espacio individual sino también del nexo, de la viabilidad de interacción con el espacio público. Ahora bien, cuando esa reciprocidad se ve alterada por relaciones de poder donde hay una discontinuidad entre la convicción del sujeto y lo que se le impone, surge una necesidad de reivindicar el espacio de libertad.

Así se presenta el cuerpo desnudo como la máxima manifestación de disconformidad. El sujeto apela a su primigenia naturaleza; dirán algunos que regresa a su estado salvaje, primitivo, incivilizado, para encontrar allí la autonomía y desde allí ejercer su plena voluntad. Despojarse de la ropa es desprenderse del miedo; de ahí que existan ejercicios de protesta o reclamo desde un lugar propio sin vestidura.

En el cuerpo femenino esta emancipación refiere a su historia en la que se le ha “dotado” de una condición devicio, inmoralidad e ilegalidad. Hay una concepción de lo sucio, de impudor, que conlleva aún ser mujer en su sentido incluso más anatómico. En ella, la pureza del nacimiento se verá prontamente revestida por dominancias religiosas, culturales y patriarcales que desde ese entonces determinan la diferencia que constituye ser mujer. Se castiga al cuerpo como instancia de pobre virtud, se observa como objeto de poder.

Y es en el arte que encontramos nosotras la posibilidad y la oportunidad más sincera para, metafórica o literalmente hablando, desprendernos de esa indumentaria histórica de control externo hacia nuestro cuerpo individual, final y simbólicamente, cuerpo colectivo. Pero aun así nos topamos con resistencia; se considera como una provocación maliciosa nuestro ejercicio de libertad. Se le atribuye poca templanza a nuestra genuinaexpresión de ser. Los espacios permitidos para el “despojo” continúan siendo aquellos destinados a la oscuridad, a la poca visibilidad, lo escondido, lo oculto. Ser mujer artista es saber que habrá de enfrentarse la censura y lidiar constantemente por no permitirle a la autocensura tener cabida, por no perpetuar la programación milenaria de subyugación.

De la misma forma, que mediante la manifestación artística exponemos como condena y reprobación las formas de la violencia y la opresión, nuestro cuerpo presente, cabal, es la gran declaración, el testimonio perfecto de la lucha por nuestra independencia, de la forma de ser autónomas sin el Otro. Esta específica materialidad nos otorga a su vez el instrumento de reivindicación.