De tal palo tal… Los Soto en Canóvanas, De Reyes a Princesas

Cultura

José “Chemo” Soto, el excéntrico alcalde de Canóvanas, municipio al norte de Puerto Rico nos informó el pasado viernes que se retira de la vida política al servicio de su pueblo. Por los pasados cinco cuatrienios, es decir por casi 20 años, Soto ha sido el alcalde de su pueblo. Nos informa que se retira, para darle paso a otras generaciones, y sobre todo porque entiende que ser alcalde le impone limitaciones en su actuar, y prefiere establecer una organización privada, sin fines de lucro, que le permita ayudar a la población humilde de su pueblo. Así las cosas, sugiere establecer una fundación, con 12 “discípulos” para ayudar y dar donativos. Dentro de su lógica y accionar, el alcalde Soto indicó que solo Dios “pone y quita a Reyes”.

La anterior introducción mesiánica, nos indica como el Sr. Soto ve su existencia política en la isla. La ve como parte de un mandato de Dios, que él, en un momento la ejerce, pero si el mandato cambia, lo debe dejar de cumplir. Ahora bien, ser un Rey, organizar una entidad con los “12 discípulos”, es parte de la forma excéntrica en la cual este funcionario público ha gobernado a su municipio. Pero siendo él excéntrico, ¿Cómo se sustituye a un Rey? Es curioso, pero todo indica que su hija, la actual senadora por el distrito, la señora Lorna Soto, lo habrá de sustituir. Entonces, padre le entrega la batuta a la hija. El padre se considera ser el Rey. La postura del Sr. Soto, ¿Hace de Lorna Soto la Princesa?

Hay algo terrible en Puerto Rico, que en los municipios se ha establecido una cultura de dominio y control cultural a partir de los líderes carismáticos, para parafrasear al sociólogo del Siglo 19, Max Weber. En otras palabras, que uno espera que ese líder, en el caso de Soto un tanto mesiánico, realice todas sus funciones sociales con el claro convencimiento de que es el mejor; pero así no estuviese dicho líder, este pretende que su linaje continúe no sólo por 20 años, sino por 20 más. Es decir los municipios en Puerto Rico operan como feudos culturales de una familia, las cuales han establecido la pauta de que los alcaldes se quedan en la poltrona toda la vida, y luego se la ceden en su retiro a sus hijos.

El efecto de los Soto en Canóvanas, similar al de los Aponte en Carolina o los Rivera en Bayamón, merece ser atendido y transformado. Es decir, ningún alcalde debería de estar más de dos términos en su municipio, y al terminar no puede ceder su posición a su hijo o hija. Parecen sueños de primavera, pero en el flujo de la vida tener a un alcalde más de dos términos en la administración municipal; o sustituirlo por un familiar; constituye un desacierto y atraso en nuestro desarrollo y entendido cultural de lo que es la democracia.

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