Lucha cultural por una identidad nacional

Economia Solidaria

La lucha por definir y mantener la identidad cultural puertorriqueña ante el avance de las costumbres y tradiciones estadounidense se oficializó  el 17 de mayo de 1932  cuando la Legislatura aprobó la Ley 20  que establece el nombre oficial de la Isla como Puerto Rico contrario al Porto Rico que usaba el gobierno de Washington.

“Ese día hubo una revolución sociocultural que definió nuestra identidad nacional”, asegura el historiador Luis Santaliz. “Fue un mensaje claro de que somos una nación con identidad propia, raíces hispanófilas con un acervo definido  y un rechazo contundente a la americanización que había impuesto la nueva metrópoli desde su llegada en 1898”.

El historiador hace hincapié de que en ese entonces se percibía que las tradiciones puertorriqueñas estaban en vías de desaparecer ante el avance de la cultura norteamericana. Las clases pudientes habían adaptado las nuevas modalidades y comenzaban a implementarse en el país tradiciones del norte tales como Santa Claus y Acción de Gracias.

“Las clases educadas pensaban que nuestra cultura desaparecería como había ocurrido en el suroeste estadounidense. Existía temor a perder la identidad y sucumbir ante los encantos de la nueva cultura estadounidense”.

Sin embargo, el pueblo llano y los intelectuales dieron la batalla para evitar que el acervo cultural puertorriqueño desapareciera.

“El pueblo se resistió al cambio. Los intelectuales escribieron incansablemente sobre la puertorriqueñidad y se inició un movimiento guerrillero para combatir el avance de la cultura norteamericano. Los maestros, los universitarios, los peones, los niños, las mujeres se unieron bajo el grito de “el inglés es difícil” para combatir la administración colonial y mantener vivo la nacionalidad y su patrimonio cultural”.

La lucha, indica el profesor, se inició desde el mismo día de la llegada de los estadounidenses.

“La metrópoli no pudo silenciar a la colonia. Los legisladores electos a través de las leyes Foraker y Jones tenían, en su mayoría, un compromiso claro con la puertorriqueñidad. La Legislatura se convirtió en el organismo de mayor resistencia a la destrucción del patrimonio intangible del país”.

El historiador indica que la resistencia, al principio sutil, fue cada vez más agresiva. Se aprobaron leyes conducentes a la conservación del  patrimonio histórico y a la vez para promover la identidad puertorriqueña.

Santaliz menciona también dos leyes que fueron esenciales para mantener viva la cultura nacional y que con el tiempo dieron paso a la creación del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) y al fortalecimiento de la cultura nacional,  la Ley Número 64 del 20 de junio de 1919 que creó un organismo protector de la propiedad histórica denominado Junta Conservadora de Valores Históricos y  la Ley 48 del 1 de marzo de 1929 que combatía el analfabetismo y fomentaba el desarrollo de escritores puertorriqueños, creando la famosa Cruzada ABC.

“Los legisladores dieron la batalla e impulsaron el desarrollo de las artes, especialmente la música como medio de resistencia y fortalecimiento de la nacionalidad y del acervo. Durante los años 20, 30 y 40 hubo un rescate de las tradiciones y se infló el orgullo patrio con el éxito de reconocidas figuras de la música puertorriqueña”.

Destaca el estudioso que es en los años 30 donde despunta la internalización de la música y la cultura puertorriqueña en figuras como el compositor Rafael Hernández.

“Puerto Rico reclamó en las composiciones de Rafael Hernández, Pedro Flores y Myrta Sylva y en la voz de Davilita, Cortijo, Mapy Cortés y tantos otros su sitial en el mundo cultural latinoamericano. Dejamos de ser la colonia gringa y le gritamos al mundo somos, existimos, estamos vivos, estamos orgullosos de ser puertorriqueños”.

La llegada al poder del Partido Popular y su política pública  primero a través de la División para la Educación de la Comunidad y luego con la fundación del ICP  en 1955 y la visión de don Ricardo Alegría, alma y conciencia de la cultura nacional fueron esenciales para definir la idiosincrasia puertorriqueña.

“Puerto Rico se sacudió del yugo y como un josco bravío levantó la cerviz y declaró su identidad nacional. La cultura es vibrante, evoluciona, pero mantiene viva la raíz ancestral que la hace única dentro del contexto global”, afirma Santaliz. “Los Reyes Magos son nuestra marca registrada de nacionalidad, bajo su amparo y escudo enfrentamos los retos del siglo XXI y mantenemos nuestra identidad. Somos y seremos PUERTORRIQUEÑOS”.