¡Es que aquí se bebe ron!

Economia Solidaria

No hay duda de que al puertorriqueño en específico y al caribeño, en general, le gusta darse su traguito o cervecita. Tal vez, entre los llamados “guaynabitos”, un término más o menos equivalente al de los “yuppies”, está en orden un vinito con quesos selectos en una cava de vinos. Como sea, al puertorriqueño le gusta “dárselo” ya sea en una cava, un restaurante o en una marquesina tornada en cafetín, donde a los clientes se le vende una lata de habichuelas junto con un cono de ron (todo en el mismo suspiro).

En Puerto Rico el Gobierno tiene el poder de declarar Ley Seca cuando de acuerdo a su criterio la ocasión lo amerite Por ley no se expenden bebidas alcohólicas durante las elecciones generales. También, el Gobernador tiende a declarar Ley Seca durante selectos fenómenos naturales, tales como tormentas tropicales y huracanes. Se entiende que todas estas son ocasiones que merecen cierto tipo de sobriedad para que no haya víctimas por razón de la naturaleza o las diversas pasiones políticas. Como es de esperarse, cada vez que surge la Ley Seca, hay un barril de críticas.

¿Por qué en los cafetines no se puede beber cuando hay Ley Seca, pero en los hoteles sí?, cuestionan las voces disidentes. Los dueños de negocios que venden bebidas alcohólicas tienden a quejarse cuando ante la llegada de una tormenta se impone el estado de sobriedad. Hace dos días se prohibió la venta de estas bebidas por la llegada de la tormenta Bertha, que trajo mucha agua pero aparentemente no causó grandes calamidades. Al otro día, un periódico de la capital publicó un artículo sobre las quejas del sector de negocios ante la prohibición.

Una voz disidente declaró que tuvo que cerrar su negocio porque no podía servirle vino a su selecta clientela. Me he topado con otras voces que han gritado ¡hipocresía!, ante la veda. El argumento es que detrás de la ley hay una actitud moralista ridícula porque él quiera llenarse la garganta de alcohol en su casa, incluyendo los funcionarios públicos, lo que tiene que hacer es comprarlo el día antes en el supermercado o en el “liquor” (en referencia a las tiendas que se especializan en vender bebida). El que termina afectándose es el pequeño negocio que vive de este expendio, dicen los indignados.

Puedo entender este punto de vista, especialmente en Puerto Rico en donde hay veces que hasta niños le compran botellas de licor a “papi”, quién tiene invitados esa noche. Pero por otra parte, puedo entender que el Estado quiera velar porque la gente no salga (y permanezca) fuera de sus hogares durante una catástrofe. Lo que me lleva a otra ocasión catastrófica, que son las elecciones. Me imagino que el legislador que se inventó la Ley Seca estaba tratando de moderar el temperamento latino ante una ocasión en que las pasiones y hasta la sangre puede correr. Me entretiene el debate que se prende cada vez que se prohíbe el expendio de bebida, pero a veces pienso “so what?”. Se puede estar sobrio y en la calle a la misma vez por unas horitas. Y sé que esto es difícil entender en esta cultura.

Me acuerdo una vez cuando estaba en un colmadito en la Cordillera Central. Era un día cualquiera, y había un número de comensales compartiendo y bebiendo. Al lado mío estaba un policía que me explicaba la tamaña tarea que era advertirle a la gente que moderar su ingesta de alcohol. El policía, quien también se había dado par de traguitos, exclamó, como para acentuar su explicación, İİ es que aquí en Puerto Rico, se bebe ron!!

Crédito foto: ProtoplasmaKid, Wikimedia Commons, bajo licencia de Creative Commons (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/deed.en)