“La mujer (boricua) ante el lente”

Historia

Hace un tiempo atrás, fui testigo de una escena que aún apadrina incertidumbre en mi conciencia. Me encontraba conduciendo por las carreteras lunares de Borikén, intentado cumplir con diligencias minúsculas de esquina a esquina en compañía de mi hermano; un hombre de naturaleza tan amena como fugaz. A mitad de nuestro camino y por necesidad, decidimos detenernos en una de esas estaciones de gasolina de marca misteriosa que tanto intentan disimular su producto pacotilla con nombres demostrativos de todo lo que proyectan ser pero jamás serán. Fue en dicho lugar donde me percaté de un individuo joven, empleado del establecimiento; que barría las afueras del negocio de una manera que nunca había visto antes: con una sola mano. Lo interesante del caso es que el empleado parecía estar en perfectas condiciones de salud. No cargaba con ninguna cruz de un impedimento visible como lo sería un yeso, y la duda de que se tratase de alguna dificultad imperceptible se disipó cuando comenzó a utilizar ambas manos con igual frecuencia y responsabilidad para el recogido de basura.

Mientras llenaba el tanque de gasolina de mi guagua con aquel líquido cuestionable, me quedé pensando en una pluralidad de posibles justificaciones que pudiesen explicar de una manera concisa aquel innovador acercamiento al acto de barrer. Mas sin embargo, fue un intento fallido. Opté por la conclusión de que quizás se trataba de una cuestión de gusto y como dicen, para los gustos sus colores. Pero al ver que el empleado volvió a retomar su faena de barrer “a lo manco”, rápidamente le hice el señalamiento a mi hermano buscando adquirir algo de perspectiva al respecto. Tan pronto este le puso los ojos encima al empleado soltó una carcajada, y respondió curiosamente: “De seguro esta barriendo así porque piensa que las mujeres son las únicas que deben barrer con dos manos.” Esa contestación, aunque pura suposición, me afectó tanto que de cierta manera le acepté como una explicación acertada.

Puerto Rico, al igual que muchos otros países hispano parlantes; arrastra con un estigma machista rabioso, patrones de conducta aprendida pasados de generación en generación. Aquí el hombre promedio aprende a querer y a tener más consideración con su vehículo de lo que jamás tendrá con una mujer. El problema es el mismo de siempre, uno que se centra en el tema de equidad, en que a la mujer se le trata de segundo plano y a consecuencia de ello florece un menosprecio raso y tosco. Irónicamente, hace ochenta años atrás, el hombre desprestigiaba a la mujer porque él era el icono dominante del hogar que mantenía a la familia, y el lugar de la mujer era en la casa, la cocina, de sombra al “macho”. Hoy la mujer sobrepasa al hombre en niveles de educación alcanzada y por lo tanto ocupa las posiciones relevantes de la fuerza laboral. Hoy la mujer es quien trae el pan a la casa y el hombre todavía prosigue desprestigiándole, pero esta vez por una aparente sensación de impotencia. Resulta inaudito admitir, que por tanto avance que haya alcanzado la figura femenina en contexto histórico, todavía a estas alturas le sobre camino por recorrer.

El año pasado en el programa “Habla Women” de la cadena HBO Latino, un espacio cuyo fin es converger las experiencias de los latinos viviendo en Estados Unidos mediante monólogos; la actriz colombiana Loren Escandon abordó eficazmente sobre ese menosprecio hacia la mujer. En su segmento, titulado “p*ta”, nos menciona las diversas maneras en que los hombres han cambiado ciertos sustantivos de tener un significado en masculino para convertirles en otro significado en su forma femenina:

Perro es el mejor amigo del hombre, pero si tú dices perra, perra es puta. Zorro es el espadachín justiciero; zorra es una puta. Jinetero monta caballo; jinetera es puta. Aventurero, un hombre de mundo, que ha conocido, que ha viajado; una aventurera es una puta. Fresco, airecito; fresca, puta. Un hombre público es Barack Obama; mujer pública no es Michelle, mujer pública es una puta. (2013)

¿Y quién como el medio cinematográfico al momento de manifestar constantemente la parcialidad sexista tan abiertamente? Por ejemplo, la filmografía puertorriqueña desde el mil novecientos diecisiete hasta el mil novecientos noventa, solamente cuenta con escasamente casi veinte películas (entre ellas incluidas cortometrajes y largometrajes) donde mujeres ocupan el papel protagónico principal. Entre esas cintas encontramos: “Doña Julia” (1955), “Modesta” (1955), “Elisa Tavarez” (1956), “Que opina la mujer” (1957), “Geña la de Blas” (1964), “Chela” (1965),  “La criada malcriada” (1965) y “A flor de piel” (1989). Como si fuera poco, en este medio, las actrices generalmente sufren un encasillamiento a los tipos de papeles por los cuales pueden optar a interpretar. Muestra de ello es el personaje de la prostituta, que se ha convertido en un persistente elemento narrativo del cine. Algunas cintas puertorriqueñas que hacen uso de personajes femeninos como prostitutas lo son: “Lamento Borincano” (1962), “Angela” (1966), “Amor Perdóname” (1967), “Mami” (1967), “Heroína” (1967), “Isabel la Negra” (1979), “La operación” (1982) y “La guagua aérea” (1993).

Ante el lente, las aspiraciones de una figura femenina son recurrentes y no van mucho más allá de enamorarse, servir de apoyo, esperar a ser rescatadas o meramente ser un pedazo de carne donde su valor se estima de acuerdo al tamaño de sus senos y el remeneo de su culipandeo. Les exhorto a que mantengan una cuenta cada ocasión que vean a un personaje femenino en una película que cumpla de una manera u otra con al menos una de las características mencionadas anteriormente. Póngase pendiente a los estrenos con los que bombardean nuestras salas de cine y cuente las veces que vea a una cinta girar alrededor de un personaje femenino. Le prometo que no son números ni resultados halagadores. ¿Cómo es qué esto sucede? Contestación simple: porque generalmente quienes producen, escriben y/o dirigen las obras de esta industria en su mayoría son hombres cerrados en su propia testosterona. Sin embargo, no quiero decir que para la mujer frente al lente todo es una nube negra. Hay sus excepciones claro esta, pero son precisamente eso; excepciones a la regla.

Entonces, vuelvo al empleado de la estación de gasolina. Desconozco si sus motivos para barrer de aquella manera tenían raíces sexistas o no, es algo imposible de esclarecer. Sólo sé que es una de esas cosas que jamás entenderé. De la misma manera que tampoco entenderé el porque tantos se empeñan en ridículamente cantar supremacía de un sexo sobre otro. Incertidumbres de la especie que me llevo a la tumba.

Referencias:

- Garcia Morales, J. (1997). Cine Puertorriqueño: filmografía, fuentes y referencias.

San Juan, Puerto Rico. Editorial LEA, Ateneo Puertorriqueño.

-  Bardusco, T. & Ferreras, A. (2013). Habla Women. HBO Latino.