Argentina y la Salsa… “Paraíso de dulzura”

Voces Emergentes

 alt“La interculturalidad aún no existe, es algo por construir.

Va mucho más allá del respeto, la tolerancia y el reconocimiento de la diversidad;

señala y alienta, más bien, un proceso y proyecto social político dirigido a la construcción de sociedades, relaciones y condiciones de vida nuevas y distintas”

– Catherine Walsh

“¿Que de adónde vengo,
que pa' dónde voy?

Héctor Lavoe

Cuando arribé a Buenos Aires, Argentina, a finales de julio de 2010, lo menos que iba a imaginarme era aprender más sobre la salsa que lo que había aprendido en Puerto Rico.

Siendo ponceño, parte de mi niñez estuvo rodeada de música. Canciones de Ismael Rivera, Rubén Blades y Héctor Lavoe fueron en muchas ocasiones las voces que sonaban detrás de los parlantes en cualquier fiesta familiar. Y si bien es cierto que la salsa formaba parte intrínseca de mi identidad en tanto saber cultural, fue en esta capital latinoamericana, curiosamente, donde mis atributos como “salsero” se harían más predominantes.

Como muchos saben, emigrar es un tema de orden existencial. El viaje a la “Ciudad de la Furia” se vio motivado por una Maestría en Antropología Social y Política. Esta sería la segunda vez que estaría en un país latinoamericano con fines educativos. Sin embargo, ésta vez el tiempo no estaría de mi lado y pasarían 8 meses antes de volver a pisar la isla. En esos primeros meses, mi hogar fue un hostal sobre la famosa Ave. Corrientes, en pleno Abasto, cercano al barrio del famoso Carlos Gardel. Allí, en esa casa cultural donde vivían una diversidad de nacionalidades, fue donde forje mis primeras amistades. Además de argentinos, uruguayos, paraguayos y chilenos, entablé conversaciones con ecuatorianos y colombianos. Estos últimos además de ser mayoría, debo admitir, fue con los más que me identifiqué, pues además de poseer una gastronomía idéntica a la nuestra, fue la música el eje principal de nuestro compartir.

Uno de ellos, proveniente de Santa Marta, se me acercó un día con una propuesta. Siendo un afro-descendiente que trabajaba dando clases de baile, Fafo me ofreció participar de una Fiesta Afro-Latina. Debido a que yo tenía el pelo bastante parecido al de Héctor Lavoe, la idea era que me vistiera como él para que fungiera de animador durante la fiesta. A pesar de haber experimentado con ese tipo de performance, en ese momento no sabía que responder, no comprendía la magnitud del evento y su intensión. No obstante, después de mucha insistencia, acepté el reto. Él mismo, el colombiano, me facilitó toda la indumentaria: zapatos de charol, pantalones blancos, camisa color violeta brillante y unas gafas sesentonas. Resultaba ser que la fiesta era un tributo a “la Voz”, y yo lo reencarnaría.

Quien organizaba este tipo de fiestas, era un argentino muy carismático. Con sus “rastas” (dreds) color rúbio y su pinta de surfer, Leo es un gran admirador de la salsa. No tan solo se dedica a hacer eventos en homenajes a grandes salseros, sino que tiene una radio online en la cual circula música afro-latina. En una visita a su casa, pude observar la gran colección de cd’s relacionados al género salsa. Su conocimiento sobre la salsa es vastísimo. También poseía dvd’s de conciertos y/o documentales sobre algún cantante. Una de esas películas era The King, protagonizada por Raúl Carbonell. Al yo decirle que no la había visto, el insistió rápidamente a que la viéramos allí mismo, en su casa. Personalmente considero que esa película es mucho mejor que la de El Cantante, y quien no la haya visto todavía se la recomiendo. Cuando terminamos de verla, Leo me pregunto que me parecía, y le dije: “Esta película es bien boricua”.

Finalmente, la caracterización de Héctor Lavoe por mí en la fiesta fue estupenda. Era para mi un honor doble. Pues además de representar a una figura ponceña, respetada en toda América Latina, yo representaba a un boricua en Argentina. Por suerte los nervios no me fallaron. Me trepé la tarima y presenté a la banda principal. Una noche inolvidable en la cual me sentía a gusto pero sobre todo me sentía orgulloso por quien representaba a Puerto Rico no era yo, sino la salsa. A partir de esa noche supe valorar más al género. En el camino, amigos colombianos, venezolanos y ecuatorianos me enseñaron más acerca de la salsa, de la que se practicaba en sus países, de lo fanático que eran en Caracas, en Quito, y en Cali, de los diferentes estilos para bailarla y tocarla, en fin, de las múltiples canciones que pueden animar una fiesta en el medio de una ciudad.

Si la interculturalidad es un proceso y un proyecto político social, la salsa en tanto música latina puede fungir como embajadora de Puerto Rico. A pesar de los varios años que lleva Leo haciendo las fiestas, y de sus esfuerzos a través del internet, la salsa en Buenos Aires no es muy popular como en el resto del Continente. Sin embargo, la gran cantidad de colombianos y venezolanos que emigran a la capital argentina hoy en día, pueden cambiar el panorama. La salsa se vuelve ahora un atractivo cultural. Comienzan a realizarse una mayor cantidad de fiestas de salsa alrededor de la ciudad, al mismo tiempo que se van dando clases. De aquí a varios años, los puertorriqueños, probablemente seremos más reconocidos en Argentina por la salsa que por otra cosa. Y, quizás, podamos empezar a formar parte de la integración latinoamericana y de su interculturalidad.