Homenaje a Julia de Burgos por el poeta William Pérez Vega

Crítica literaria
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altEn el “Estudio preliminar” que sirve de prólogo a las obras completas de Julia de Burgos, publicadas por el Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1961, José Emilio González dice sobre la obra de nuestra poeta nacional: “La plasticidad de su visión es extremadamente variada, tanto en lo que se refiere a los perfiles estructurales como en lo que atañe a los valores gráficos. Le gustan mucho los contrastes, las estremecedoras oposiciones, y maneja con sumo acierto las formas verbales, a las que arranca un abundantísimo registro de reveladoras manifestaciones.”


Lo que nuestro poeta, ensayista, profesor emérito y crítico José Emilio González describe de la obra de Julia se amolda como un abrigo compartido a la obra de William Pérez Vega. Este juicio nuestro aplica, sobre todo, a los poemas que William ha dedicado a Julia en este centenario de su natalicio. Probablemente no es casualidad. La poesía de Pérez Vega, que con esta edición, alcanza ocho publicaciones, es un catálogo de amores en verso que planean como una de las gaviotas de Julia entre el amor al ser de sus desvelos y ensoñaciones, y a la Patria, con P mayúscula, como debemos escribirla siempre.


La intertextualidad con la obra de Julia es un monumento a la poeta, a la vez que un tratado de arquitectura poética. En “Homenaje” Pérez Vega construye imágenes sobre los versos inolvidables de “Río Grande de Loíza” y “A Julia de Burgos” que roban el aliento al provocarnos una intransferible identificación con sus desafíos y con sus vuelos:


“…porque dicen que eras una mueca recostada en la calle…

… y tu rio era solo lágrima de amantes sin regreso…”


“…preferiste ser mano de leas levantadas,

dividendo social en la muchedumbre…”


“…con tu peine de vientos libertarios…

…para hacer rabiar a quien te pensaba

como los hombres querían que fueses…”


“Y porque tampoco saben, Julia,

que el rio más grande es el que de ti se escapa…

cuando la poesía lance su metáfora de proyectiles

hasta destrozar los cristales del silencio,

cuando el pan y la justicia sean como tus versos

multiplicados en el milagro de la gente…”


Pérez Vega ensambla un mosaico de imágenes que reconstruye el discurso político, el llamado a la consigna, las metáforas ineludibles de Julia en un caleidoscopio de imágenes, metáforas, símiles de incandescente fuerza y desanudada ternura. Sus versos estremecen tanto por su hermosura como por la fuerza con que enarbola la tea encendida del llamado a la consciencia y alumbrar la ruta a una revolución hecha a la medida de los sueños compartidos.  El poeta no nos permite olvidar la marginación, la encarcelación disfrazada de terapia experimental, la invasión química reminiscente de la de Albizu, y finalmente el juicio lapidario de su rectitud marinado en un alcohol que solo la convierte en paria por tratarse de ser mujer.


El poeta tiene la inigualable cualidad de desarticular la brecha entre el “yo” y el “nosotros” que el mercado se ha encargado de crear. Su verso revela cuánto se han encargado de distanciarnos y convertir en motivo de lucha entre iguales el mendrugo que dejan caer los que se sirven con la cuchara grande en la mesa del pan ajeno de cada día.  Así, por ejemplo, rescata la poesía de Julia menos conocida, como “Romance de La Perla”, “José Martí” y “Ya no es canción”, y en su conmovedor “Fantasmas” incorpora el verso de denuncia de Julia a la lucha de quienes a través de la historia han levantado la tea de la justicia en defensa de los marginados, los discriminados, los oprimidos…


“…estará con nosotros aquel verso de Julia

el verbo que a latigazos Jesús gritara al mundo

el disparo de Lola que derrumba pentágonos

la guerrilla en los ojos del Ché siempre posible

la sonrisa en la reja que se rompió en Mandela

toda la muchedumbre de injusticias quemadas…”


…versos que complementa en su poema “Todavía” con una sutil referencia a la paradigmática “Canción del elegido” de Silvio Rodríguez: “…y fugarse en el camino donde todavía / hay que seguir matando canallas.”


En “Quiero un poeta, una poeta” Pérez Vega se sumerge en la piel de Julia y enumera sus cualidades, el valor de enfrentar los desafíos disfrazados de ley y orden que desvirtúa el valor y lo convierte en delito, que falsea el grito de justicia y lo reduce a diatriba pasajera para que no nos abrase la consciencia, para que olvidemos que el poeta necesario, como hubiese dicho Brecht, es el que:


“…converse con la sangre en las paredes…

…para que el pan necesario

no tenga fecha de expiración porque el hambre no la tiene,

que destroce iniquidades hasta dejarlas sin palabras…

…que escriba el verso de los que se atreven

a atravesar la tormenta con su poema en alto

y de pie en el ojo del huracán recitarlo al universo

hasta la calma.”


A manera de cierre con coda, en “Este año de homenajes” Pérez Vega recalca para el lector lo imprescindible de no permitirnos olvidar. Nuestra Julia no solo se hace inmortal en su poesía por los ensueños a la orilla de la mar o cuando convierte el rio-hombre en referente incuestionable de nuestra poética nacional, su lírica más inolvidable e imperecedera.  El poeta nos invita a recordar la Julia que los demás no quisieron que ella fuera, esos demás que defienden su verso pero fruncen el ceño ante su nacionalismo, que tuercen la nariz ante su identificación proletaria, que cambian de gesto ante su vida vertical y de afirmación feminista que fue muy fácil catalogar de impúdica e improcedente en una mujer “decente”.


“…los dos sabemos, Julia,

cuántos de esos que te vociferan

también hubieran hecho una cruz con tu nombre

porque te quieren, pero solo poeta, enamorada, bohemia

tras la deambulancia de otra embriaguez

que te miren como un desecho en medio de la acera

para seguirte llamando Jane Doe.”


William Pérez Vega, indiscutiblemente uno de los mejores poetas de nuestra generación, se ha dado a la tarea de testamentar un homenaje con esmera gallardía en esta entrega poética a nuestra poeta nacional de mayor reconocimiento internacional.  Sus versos encandilan por su maestría en reproducir la esencia de la poeta, delicada y vigorosamente hilvanada con sus propios versos, para regalarnos una poesía que podemos leer y escuchar una y otra vez, por puro deleite estético, o como valeroso ejercicio afirmativo de nuestra identidad.


Leer a William Pérez Vega, en voz alta, ante quienes comparten nuestro compromiso patrio, así como ante quienes aún no descubren su imagen frente al espejo de sus versos, es un ejercicio de amor hacia los tiernos sujetos de nuestras querencias y hacia quienes somos como Nación.