En Despedida de soltero de Eduardo García

Crítica literaria
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A este escritor “mitad italiano, mitad dominicano y chileno de corazón” (de pinga[zos]: antología gaybiqueer de cuento y cómic pornoerótico), y radicado en España, lo conocemos por su emblemático cuento “Visita a mis tíos”, que cierra la antología antes citada.  En Despedida de soltero, Eduardo García se atreve a escribir ficción gay en la tradición de Luis Zapata en El vampiro de la colonia Roma o Manuel Puig en Boquitas pintadas o Jaime Bayly en No se lo digas a nadie o José Ignacio Valenzuela en El filo de tu piel.

El epígrafe de una canción de Yuri: “Lo que su paso dejó/Es un beso que no pasa de un beso/Una caricia que no suena sincera/Un te quiero y no te quiero/Y aunque no quiera/Sin quererlo piense en mí…” (“La maldita primavera”), entronca la tradición de la canción popular hispanoamericana con las canciones románticas de Camilo Sesto y Raphael que cantan vecinos del piso de arriba en el barrio de Malasaña, donde vive el protagonista Raúl.  Y a la vez dan la tónica melodramática propia de esta narración.  No olvidemos el peinado, los ojos maquillados y el deje de “La Sesto” ni los manerismos extraordinarios del “Divo de Linares”, como íconos gays por excelencia en nuestro imaginario hispanoamericano.

La novela abre con la típica historia de amor no correspondido que se va a desarrollar en un relato perverso de triángulos y manipulaciones, donde todas las intenciones de los personajes son acercarse a esa idea del Amor que han aprendido.  Los veinticuatro capítulos que fueron publicados primero “por entregas de forma digital, disponible en Amazon” (8), cuentan la historia lineal del amor de Raúl, dominicano, primero por Rodrigo, chileno, y luego por Matías, español, de septiembre de 2010 a noviembre de 2012, pero antes que estos dos consigan realizar a plenitud ese Amor, será necesario embarcarse en una serie de aventuras típicas de todo gay hispanoamericano emigrado a una ciudad cosmopolita europea.  El ligue constante y sonante de Raúl nos lleva de la mano para conocer el colorido mundo del sexo con desconocidos, y otros no tanto, como el menú variado de gustos en la red:

Venía del Caribe y estaba acostumbrado a otro tipo de ambiente con muchas menos opciones…  puse mis dedos a teclear sin                         ninguna piedad.  Había todo tipo de peticiones, o mensajes, o anuncios…  Pasivo busca activo pollón que lo sodomice… Limpio tu                             casa desnudo y me follas mientras lo hago…  Quiero sexo virtual por cam…  Busco nene que se vista de mujer con la ropa de mi esposa…”                 (38-39).

Como comenta el narrador al respecto: “Me entretuve riéndome a carcajadas con la gran variedad de mensajes que parecían surrealistas” (39).

La amistad con Daniel es el asidero de Raúl para conmiserarse de su vida sin amor, a raíz de la ruptura con Rodrigo, pero es este amigo el que lo invita a la famosa despedida de soltero del título, en la cual Raúl conoce a Matías, el novio.  Explorando los límites de la sexualidad gaybiqueer, ambos se enamoran a primera vista y viven un romance relámpago que los marca para siempre.

Uno de los grandes aciertos en Despedida de soltero de Eduardo García es el relato de solidaridad humana que nos cuenta Raúl a raíz de la enfermedad incurable de Rodolfo, el amante chileno que lo deja sin ninguna posibilidad antes de que conozca a Matías.  Pero la reacción generosa de Raúl al cuidarlo en sus últimos días es lo que hace esta novela un texto que trasciende la anécdota fácil de la narrativa gaybiqueer de narrarnos el acto de hacer el amor por el mero morbo y placer de narrarlo.  García va más allá de esta fácil fórmula para entroncar los dos relatos, el de Raúl y Rodolfo, y el de Raúl y Matías, de una manera magistral.  Pese a los problemas mínimos de lenguaje en una edición artesanal como ésta, hecha por encargo y edición de autor para Amazon UK, en dos partes, veinticuatro capítulos y 189 páginas; Despedida de soltero “invita al entretenimiento, pero también invita al lector a que reflexione en cuanto a la vida y todo lo que nos rodea”, como dice H. Roberto Llano en el prólogo.  Pero yo iría más allá y diría que en Eduardo García tenemos a un ávido autor de novelas que nos quiere contar muchas historias clave de un dominicano en España, y antes en Chile, pero con descendencia italiana.  Este entramado personal diverso, híbrido e internacional le da al escritor una óptica particular que permea toda su obra.  Habría que abocarnos a leerlo todo, sus novelas Feliz cumpleaños, te quiero (2007), Días felices (2009), Adagio (2011), Este amor que hay que callar (2011),  Las fieras (2013) y Despedida de soltero (2013).  No se puede pasar por alto este proyecto narrativo que ha sido antologado en  Nocturnabilia (2012), Mi amor de verano (2012), Tiempo al tiempo (2013) y de pinga[zos]: antología gaybiqueer de cuento y cómic pornoerótico (2013).