SER Roberto Octavio González Nieves, OFM, persona carismática

Crítica literaria
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Vi a su Excelencia Monseñor Roberto Octavio González Nieves por primera vez el sábado, 6 de abril, 2013, día la devolución de los restos mortales de don Ramón Power y Giralt a San Juan de Puerto Rico. De inmediato me sobrecogió lo que mi alma entendió como una persona carismática.

En aquel día de regocijo para nuestra patria fui tocada por el fervor religioso unido al fervor patriótico de nuestro Arzobispo. En un breve encuentro el próximo año en el Ateneo Puertorriqueño, cuando Roberto Octavio daba un discurso en ocasión de la conmemoración de la bandera puertorriqueña, me regaló su santa bendición.

Meses después pedí audiencia requiriéndole dirección espiritual.

Mientras tanto, me preparé para nuestro encuentro leyendo sobre su vida y obra, de manera que cuando estuviera ante él pudiera hacerle mención de algo que pudiese reconocer, y no pensara que recibía a una mujer ignorante. Tuve la dicha entonces de poder hacerle referencia a su entrañable Carta Pastoral Vita per Iesum, documento biográfico hondamente informativo y conmovedor.

De nuestra reunión surgió una especie de devoción de mi parte, la cual me llevó a pedirle al presidente del PEN Club de PR, José E. Muratti Toro, que le pidiera a Roberto Octavio que asistiera a una actividad nuestra para bendecir los escritores. Ese día, 15 de septiembre de 2014, hice entrega, en el CEAPRC, de documentos pertinentes a mi incumbencia como presidenta del PEN Club de Puerto Rico, 1989 a 1991;  mi legado, en fin.

Al corriente entonces sobre la extensa y excelente obra literaria de su Excelencia Roberto Octavio, solicité de nuestra organización, representada allí por su presidente y excelsos poetas, Hamid Galib, Elsa Tió, Wenceslao Serra Deliz, Magaly Quiñones, que se le otorgara a nuestro Arzobispo la distinción de Miembro de Honor del PEN Club de PR.

El hecho se convirtió en realidad el 6 de febrero de 2015 cuando nuestro presidente José E. Muratti-Toro le cursó invitación a Monseñor Roberto Octavio para aceptar dicha membresía y el Arzobispo contestó afirmativamente.

A continuación entrego algunas notas en torno a la obra de su Excelencia Roberto Octavio.

El 8 de mayo de 1999 SER Monseñor Roberto Octavio González Nieves, OFM.  ofreció su primer Homilía a nuestro pueblo en los actos de su toma de posesión como Arzobispo Metropolitano de San Juan de Puerto Rico.

Desde entonces se perfilaron  las gracias que disfrutaríamos de parte de nuestro querido Arzobispo en su uso de la palabra.

Se distingue su estilo por su transparencia, claridad, tono de entusiasmo y alegría, siempre respetuoso y cariñoso.

Los grandes temas que a través de los años desarrollaría se vislumbran desde un principio: identidad nacional, cultura, familia, atención a los necesitados y marginados, problemas sociales, solidaridad ecuménica, reverencia hacia la vida humana.

Siempre atento al atractivo que nos brinda nuestra gran riqueza literaria, presenta su proyecto para nuestro pueblo.

Se trata del llamado de Dios para predicar el Evangelio, el cual ocurrirá a través de los ojos de la fe, la esperanza y el amor.

Según Roberto Octavio, nuestro pueblo es el amor del corazón. “Porque cosas como Uds. son para amarlas, quererlas, adorarlas”, nos dice.

En beneficio de este amor, recurre a la hermosa cita del poema Madrigal de José PH Hernández para brindarnos el rostro puertorriqueño, el rostro de Puerto Rico:


Si Dios un día

cegara toda fuente de luz,

el universo se alumbraría

con esos ojos que tienes tú


El 19 de noviembre de 1999 Roberto Octavio entrega su primera Carta Pastoral como Arzobispo, Paz y bien.

Destácanse definiciones que conmueven.

La divina providencia es la creación del futuro por Dios.

El misterio de Dios es Jesucristo, la Divina providencia es Jesucristo, María, su madre, es Madre de la divina providencia.

Somos el único pueblo en tener a la Virgen Madre de la Divina Providencia como patrona principal. Fue el 2 de enero de 1853 cuando don Gil de Esteves y Tomás, obispo de Puerto Rico la entronizó en la Catedral.

El 19 de noviembre de 1969, el Papa Pablo VI la declaró patrona principal de toda la nación puertorriqueña a petición del Cardenal Luis Aponte Martínez y los demás obispos de Puerto Rico.

Paz y bien versa sobre los caminos de la Nueva Evangelización a raíz de la  convocación del primer Sínodo Arquidiocesano cuya meta fue un esfuerzo por continuar la implantación del Concilio Vaticano II y el nuevo Código de Derecho Canónico de enero 1983.

Siempre fiel a la seducción que nos brindan los recursos de nuestra lengua, Roberto Octavio nombra a María Estrella Matutina de la Nueva Evangelización.

La redacción del documento respecto de todo lo que atañe a la Nueva Evangelización se caracteriza por su pureza organizativa y es plenamente abarcador.

A continuación revelamos algunas mínimas muestras de su contenido.

En tono entusiasmado y de regocijo Roberto Octavio ofrece como preámbulo la nueva de que es el encuentro personal con Cristo el principio de toda auténtica evangelización.

Evangelizar es compartir la sorpresa, el estupor, la maravilla del encuentro como fuerza transformadora.

La cena del Señor es ágape de amor que nos invita a una acción caritativa –genuinamente filantrópica como fruto de la gracia sacramental.

Continúa con lo que debe ser la Iglesia en América:

Solidaria con los oprimidos, los pobres, los marginados.

Roberto Octavio tiene vastas credenciales en sociología y ha estado siempre atento al discurso laico en torno a la vida temporal de los puertorriqueños y puertorriqueñas.

Introduce el tema de la democracia citando a Henry James:

Los efectos de la democracia no son el honor, la gloria o la riqueza sino las relaciones humanas -divinas- entre los miembros de una sociedad. (traducción libre mía)

Añade:

La democracia debe estar al servicio de la verdad, rectitud y laboriosidad en la entrega al bien común, al servicio de los trabajadores, obreros, del salario justo.

Al servicio de los migrantes.

Debe incluir Ecumenismo interreligioso, así como de no creyentes y de judíos.

Aprovechamos para señalar, en este apartado, que Monseñor Roberto Octavio se halla en la tradición de la teología de la liberación latinoamericana, la cual lo hermana con figuras tales como el mártir Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de El Salvador, asesinado mientras oficiaba misa, así como con el gran poeta nicaragüense, Ernesto Cardenal. Todos ellos acucian un gran énfasis y profundo interés por cómo el Estado y sus leyes afectan el bienestar de los pueblos.

Es así como Roberto Octavio se expresó a favor del pueblo de Vieques y en contra de la irrupción de la marina de guerra norteamericana.

Es así como constantemente defiende el derecho a la libertad de Oscar López Rivera, el prisionero más antiguo de nuestro Hemisferio.

En cónsona claridad nos indica cómo el Estado no es el autor de nuestra identidad nacional sino sólo de su expresión jurídica. Le toca al Estado proteger y defender la identidad promoviendo la vida familiar y brindando ayudas a la familia puesto que es la familia la cuna de la identidad de la persona humana. Nacemos, comenzamos a existir no sólo por decisiones humanas. “Es Dios y solamente Dios el autor de la identidad de la persona”.

Termina Paz y bien con una invocación a la intercesión de San Juan Bautista, santo patrón de nuestra ciudad capital:

“Nosotros queremos ser, con la gracia de Dios, parte de ese pueblo mesiánico, el que preparó Juan el Bautista, que peregrina amoroso hacia la parusía entre coquíes y miramelindas, en verde luz de monte y mar”.

Su alma eminentemente poética ha llevado a Monseñor Roberto Octavio a crear una  entrañable metáfora,  joya de la literatura -nuestra y universal-, portadora de la génesis de nuestra identidad como pueblo – “El altar de la patria, vientre maternal de la nación puertorriqueña”.

Nadie mejor que él mismo, su autor, puede explicarnos esta hermosa frase:

“…en esta Catedral el 16 de agosto de 1809, el Obispo Juan Alejo de Arizmendi, primer Obispo Puertorriqueño, le entregó su anillo episcopal a Don Ramón Power y Giralt, Diputado Provincial de Puerto Rico ante las Cortes de Cádiz. Al entregarle su anillo, el Obispo le recomendó que tuviera presente a sus compatriotas para que defendiera sus justos derechos.

Ese gesto, de la entrega del anillo, es definido por los historiadores como la chispa que dio origen a la puertorriqueñidad, al sentimiento patrio, a la identidad nacional puertorriqueña. Por lo que podemos decir, a modo simbólico y poético, que la Iglesia sirvió de vientre para que desde sus entrañas se gestara la cultura e identidad nacional puertorriqueña, dando así origen y vida a la Nación Puertorriqueña. Por lo tanto, nuestra Iglesia, la Iglesia Católica es Madre y Maestra de la cultura Puertorriqueña. Ante la Nueva Evangelización tenemos el reto de seguir gestando nuestra cultura en el contexto de nuestra fe”.

Se destaca en la obra escrita de Monseñor Roberto Octavio un sinnúmero de Homilías, ensayos literarios de pura cepa, que nos llegan al alma con su belleza de contenido y expresión. Piezas “preciosas”, podríamos llamarlas, cada una resaltando de diferente manera y con exclusividad aquello de lo que trata. Llamamos la atención a su Homilía Misa de Envío a Deportistas a Veracruz, 2014, donde anima y ensalza los esfuerzos de nuestra juventud.

Salta a la vista su don para hacer del estilo exequial, algo tan maravilloso por el cual casi valdría la pena saludar a nuestra “Hermana Muerte”. La Homilía Misa Exequial Doña Ruth Fernández resulta ejemplar en el entusiasmo y conocimiento de los múltiples haberes de esta excelente dama en los cuales nos regocijamos con la invitación de Roberto Octavio para considerar su ilustre vida.

Monseñor Roberto Octavio es incansable en su canto a las bellezas de nuestra patria. En su Homilía de la Misa de Acción de Gracias, 2011, desvela el Salmo #8 con el deseo de que “labios de miles y miles de puertorriqueños y puertorriqueñas se asemejen a los del salmista para dar gracias a Dios por el sol, por la tierra, por los mares, y por toda su creación”. Y así:

“¡Que en Puerto Rico demos gracias a Dios por nuestras playas, por el Yunque, por nuestros ríos, por nuestras bellas bahías, por nuestras montañas, picos, llanos y llanuras. Por la intensidad con que el sol se detiene para calentarnos, alumbrarnos y hacer crecer las plantas y nuestros frutos!”

Defensor profundamente comprometido con el destino de la familia puertorriqueña, Monseñor Roberto Octavio le dedicó una Carta Pastoral de gran envergadura donde  mediante su sensibilidad literaria creó una gran metáfora alusiva a nuestro entorno familiar:  La familia: don luminoso e inalterable del amor de Dios.

Pide que la familia, que es epifanía, sea santuario de la vida, iglesia doméstica, fiel a su vocación evangélica.

“Y entiende, dice, mirándote en el modelo de la Sagrada Familia, ¡que la familia es única, sagrada, preciosa y maravillosa!”

Roberto Octavio inauguró este Año Nuevo 2015 con una gran Carta Pastoral titulada La vida buena del Evangelio, entregada el día de Reyes, 6 de enero, día de la Epifanía.

Preocupado con la terrorífica ola de violencia que ha arrasado nuestro querido Puerto Rico en años recientes, inaugura nuevas estrategias comunicativas en las cuales enjuicia al gobierno en sus formas erradas de lidiar con los problemas acuciantes de nuestro país tales como la pobreza extrema, el trasiego de drogas, la indiferencia hacia las leyes de cabotaje que tanto perjudican nuestra economía y, más que nada, lo que llama la dependencia en la “buena vida”, vida de excesos mundanos innecesarios que sin duda contribuyen a los problemas que nos aquejan, incluyendo la violencia como una falta extrema de caridad hacia el prójimo, cuando lo que necesitamos en su lugar es una vida buena.

El gran talento de Roberto Octavio no cesa de asombrarnos. Esta vez ha “echado mano” de uno de los recursos literarios más eficaces y conocidos, la inversión de términos o retruécano, expresión del barroco español, uno de cuyos máximos exponentes fue el apreciadísimo poeta Luis de Góngora y Argote. Es así que nos entrega en contraposición a los desmanes de la “buena vida” la feliz frase La vida buena del Evangelio.

En sus propias palabras:

“La oferta de vida buena que planteo equivale a una vida modesta, vida equitativa, vida balanceada, vida ingeniosa y creativa, vida alegre y cotidiana, vida de trabajo honroso, vida de reflexión y discernimiento, vida en sintonía con nuestra identidad puertorriqueña y caribeña y con nuestro entorno natural, vida predominantemente autosustentable, vida con memoria histórica, vida en la que no hay sujetos prescindibles, vida que tiene a los puertorriqueños y puertorriqueñas como protagonistas de su desarrollo integral, vida democrática participativa; vida con sentido, en cuanto a significatividad y a rumbo se refiere; vida en familia, padres y madres, hijos e hijas, abuelos y abuelas, compadres y comadres, tíos y tías, primos y primas, hijos e hijas de crianza y toda esa hermosa red de familia extendida”.

Utiliza una muy antigua forma de expresión que por su sencillez resulta extremadamente acertada. Se trata del testimonio, del nombrar por sus nombres y apellidos tanto a las víctimas como a aquellas personas cuyas vidas y haberes resultan dignos de emular.

Un talento un tanto escondido de nuestro querido Monseñor es su gran sensibilidad hacia la crítica literaria. He tenido el privilegio de que me haya comentado algunas de mis recientes poesías religiosas con vehemencia y atino animándome a perseverar en esos temas para mí todavía novísimos. Sorprende la economía de palabras cuya certeza se convierte en oración. En relación a mi poesía “ternura”, Roberto Octavio respondió con estas palabras: bella… profunda… ofrenda… Nótese el valor que adquieren los puntos suspensivos…

Le he preguntado si escribe él poesía. Me dijo que uno que otro haiku. Sospecho que acaso deba tener un rico caudal que tal vez alguna vez nos regale.

Querido Monseñor Roberto Octavio, le damos las gracias por todo lo que ha hecho en bien de nuestro país y, en esta ocasión, cuando lo celebramos como escritor, más que nada por su extraordinariamente bien empleada vocación literaria.

Exhorto a todos y a todas lectores y lectoras a que lean los maravillosos escritos de nuestro tan dedicado e inspirado SER Monseñor Roberto Octavio González Nieves, OFM., Arzobispo Metropolitano de San Juan. Se trata de una bibliografía amplísima que no defraudará a nadie.

¡Dios bendiga a nuestro Santo Arzobispo Roberto Octavio!


María Arrillaga, m.j.

19 de enero de 2015

Nueva York