Militarización estadounidense/películas de guerra

Crítica literaria
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“La guerra es un buen negocio. Invierta a su hijo.” – Allen Ginsberg,

Graffiti En El Cubículo Núm.12 Del Servicio De Caballeros Aeropuerto De Syracuse

La Caída de América (1973).

No conozco de otro país que haya fabricado tanta película ligada a temáticas de guerra como Estados Unidos. A cada momento parecen producir algún metraje que de cierta manera alude narrativamente a uno de sus conflictos bélicos. La más reciente entrega a esa corriente fílmica lo fue American Sniper (2014), que de paso suscitó gran controversia pública por cómo opta presentar escenarios concernientes al conflicto en Irak iniciado a principios de este siglo.

Sin embargo, la lista de títulos es larga y los frutos que cobran las diversas realizaciones varían. Por ejemplo, hay películas que condenan la guerra como The Thin Red Line (1998) y Coming Home (1978); otras que sirven de propaganda como The Green Berets (1968) y Yankee Doodle Dandy (1942); hay películas que son espectáculos ostentosos como Saving Private Ryan (1998) y Apocalypse Now (1979); y hay películas que intentan acercarse lo más posible a la naturaleza de dicho ámbito como Restrepo (2010) y Let There Be Light (1946). Sin duda, su repertorio de filmes de guerra es extenso, y la razón de ello va atada a los sucesos que componen su fundación y formación como nación.

El territorio que Inglaterra libera del yugo colonial y reconoce como los Estados Unidos independientes para fines del siglo dieciocho, originalmente se estrechaba desde la costa atlántica hasta el río Mississippi. No obstante, con la formalización de una nueva conciencia nacional también llegó un interés en políticas de expansionismo. Por lo tanto, el siglo diecinueve representó el despojo y arraso de la población indígena norteamericana en conjunción al crecimiento territorial estadounidense con eventos como la compra de Luisiana (1803), la cesión de Florida del este o el Tratado Adams-Onís (1819), la anexión de Texas (1845), el Tratado de Oregon (1846), la cesión Mexicana o el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), la compra de Alaska (1867) y la anexión de Hawaii (1898), etcétera. Además, ese tiempo marcó la estructuración de las ideas que comprenden el Destino Manifiesto y la doctrina Monroe, corrientes de pensamiento que cambian para siempre la perspectiva populista del entonces emergente país. Teorías como las anteriores siguen una vieja tradición aplicada por entes controladoras a través de la historia humana donde justifican su poder y posición privilegiada a ras de lo inevitable, lo divino y (como diría Noam Chomsky) la manufactura del consentimiento participativo público. A raíz de posturas elitistas y racistas irrumpe Estados Unidos como potencia mundial durante plena Revolución Industrial, gracias a desarrollos jurisdiccionales, económicos, arquitectónicos y científicos. Pero considerando que mayor cantidad de terreno significaba mayores espacios a defender, el Gobierno estadounidense decide mejorar y ampliar sus fuerzas militares. Ya con gran parte de Norteamérica en sus manos, Estados Unidos comienza una práctica que le caracterizaría hasta el sol de hoy: intervención forzosa en tierras de ultramar.

Los últimos años del siglo diecinueve y los primeros del siglo veinte conforman la era del imperialismo, un período que benefició a países occidentales industrializados como los Estados Unidos, que recién se autoproclamaba “fiscalizador de la comunidad internacional”. De esa manera controlaban sus intereses en Latinoamérica y el Caribe donde sus empresarios y oficiales de gobierno invirtieron enormemente (refiérase al caso de la United Fruit Company). En el transcurso contribuyeron directamente a la occidentalización de tales regiones. Como si fuera poco, aparte de participar en las dos guerras mundiales de 1914 y 1939 respectivamente, la guerra de Corea, la guerra de Indochina y la guerra del Golfo Pérsico; en el siglo pasado Estados Unidos ejecuta operaciones militares y ocupaciones en países como Cuba, Puerto Rico, Colombia, Panamá, Méjico, Nicaragua, Honduras, Haití, República Dominicana, Islas Vírgenes, Guatemala, El Salvador, Austria, Alemania, China, Japón y la República Libanesa, entre otros. Mas fue la tensión provocada por la Guerra Fría con la Unión Soviética que ocasiona la conversión y sofisticación del sector militar estadounidense al coloso que es actualmente.

Según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, Estados Unidos es líder en exportación de armas, acaparando un 31% de las transacciones mundiales. Recientemente la economista Kimberly Amadeo, en un reportaje para la página cibernética About.com, aseguró que el presupuesto militar estadounidense para el año fiscal 2016 se encuentra en los 786.6 billones de dólares. Por su parte, el politólogo italiano Manlio Dinucci, en una colaboración divulgada por la Red Voltaire (2014), indaga sobre la complejidad del asunto:

En Estados Unidos, los gastos vinculados al armamento nuclear (23, 000 millones de dólares al año) no aparecen en el presupuesto del Departamento de Defensa sino en el Departamento de Energía; las sumas destinadas a los militares retirados (unos 170, 000 millones al año) aparecen en el Departamento de Veteranos; los gastos en ayuda militar y económica a los aliados considerados estratégicamente importantes (unos 50, 000 millones anuales) aparecen en el presupuesto del Departamento de Estado o en otros.

El presupuesto federal estadounidense incluye 97, 000 millones de dólares asignados a un «Fondo Unificado del Departamento de Defensa, el Departamento de Estado y la USAID» destinado a «Operaciones de Contingencia en el Exterior» (Overseas Contingency Operations). Otros 40, 000 millones de dólares van a parar al Departamento de Seguridad de la Patria (US Department of Homeland Security).

Y no podemos olvidar lo que se destina a los servicios de inteligencia, cuya única cifra «no clasificada» (1, 600 millones anuales) es sólo la punta visible del iceberg…de cada 4 dólares del presupuesto federal alrededor de 1 dólar se gasta con fines militares.

A razón de doctrinismos-propagandísticos el gobierno estadounidense habituó un pensamiento combativo general y por ende desenvolvió el negocio militar. Inicialmente este tipo de mensajes se divagaban mayormente en periódicos y carteles (refiérase a caricaturas de propaganda del siglo veinte) aunque no tardaron mucho en filtrarse por otras fuentes de difusión masiva como las películas. Asimismo la industria de las relaciones públicas —invención estadounidense— resultó ser una herramienta vital en el proceso de normalizar la instalación de agendas gubernamentales. Mediante la infusión de mecanismos de persuasión como miedo, deber moral, patriotismo maquillado y remuneración económica, cumplen con la mitad de su cometido como conductores de masa. La otra mitad la obtienen con la privación y/o complicación burocrática del menú socio-político que le ofrecen a su pueblo y se supone sirvan como alternativas para el desarrollo de sus individuos. En su libro/conferencia El control de los medios de comunicación, Noam Chomsky señala (2002):

Esta es la cuestión. La clave de los lemas de las relaciones públicas como

“apoya a nuestras tropas” es que no significan nada, o, como mucho, lo mismo que apoyar a los habitantes de Iowa. Pero, por supuesto había una cuestión importante que se podía haber resuelto haciendo la pregunta: ¿Apoya usted nuestra política? Pero, claro, no se trata de que la gente se plantee cosas como esta. Esto es lo único que importa en la buena propaganda. Se trata de crear un lema que no pueda recibir ninguna oposición, bien al contrario, que todo el mundo este a favor. Nadie sabe lo que significa porque no significa nada, y su importancia decisiva estriba en que distrae la atención de la gente respecto de preguntas que sí significan algo: ¿Apoya usted nuestra política? Pero sobre esto no se puede hablar. (p.26)

Entonces hay una sala oscura y fría, repleta de gente sentada en butacas contemplando un espacio vacío. De pronto se cuela una luz por una pared de cristal de un cuarto que toca el techo. Sobre un inmenso rectángulo aparecen unos soldados armados hasta los dientes y de unas bocinas brotan sonidos de ambiente apareados con una música de tono dramático: trompetas acompañadas por el firme retumbar de tambores. Los soldados avanzan cautelosamente en fila india por una selva que les encierra en verdor y, justamente en el estado más intenso de serenidad, estalla una bomba. Vuelven los tiros y los gritos, se activa la testosterona a las millas de chaflán y se vuelve a repetir la historia.


Referencias:

- Chomsky, N. (2002). Media Control: the spectacular achievements of propaganda. 2da ed. Seven stories press, Nueva York.

- Dinucci, M. (2014). El gasto militar vuelve al nivel de la Guerra Fría. Recuperado de: http://www.voltairenet.org/article183276.html

- Amadeo, K. (2015). U.S. Military budget: components, challenges, growth. Recuperado de: http://useconomy.about.com/od/usfederalbudget/p/military_budget.htm

- Wezeman, S. T. and Wezeman, P. D. (2014) 'Trends in international arms transfers, 2013'. SIPRI Fact Sheet.

Crédito foto: Unknown, Wikimedia Commons, bajo licencia de dominio público