En momentos de fragilidad en el aspecto salud en nuestra Isla, parece alentador el Proyecto del Senado 1158 para el desarrollo de un programa de parto humanizado.
Confortador en tanto y en cuanto el hecho de parir debe ser revestido de la sensibilidad que merece la vida misma. La gran cantidad de cesáreas que se practican en Puerto Rico vulnera cualquier intento de dotar al hecho de nacer de convertirse en una experiencia en armonía con la capacidad natural.
Por ejemplo, en un documento del Departamento de Salud nombrado “Índice integral de la salud materna e infantil por municipios, Puerto Rico, 2009”, en su página décima, indica que “Los Informes de Estadísticas Vitales del Departamento de Salud mostraron que entre los años 1995 al 2008 la tasa de nacimientos por cesárea en Puerto Rico fluctuó entre 29.7 por ciento a 49.2 por ciento. Este indicador se encuentra por encima del 37.4 por ciento, que es la meta recomendada de Gente Saludable 2010 y de 15 por ciento por la Organización Mundial de la Salud. Aproximadamente el 48 por ciento de los nacimientos vivos de Puerto Rico en el 2009 fueron mediante un parto por cesárea”.
De modo que reconociendo los riesgos que conlleva toda intervención quirúrgica, y de este modo las cesáreas, no solo en el momento del parto sino en la salud a posteriori, es imprescindible la reeducación sobre este tema tanto a las madres, los padres y las familias, sino a los médicos que las llevan a cabo.
Confiamos que ante el cuadro de crisis fiscal en el tema de la salud en Puerto Rico, este programa tan importante cuente con el presupuesto necesario y no se vea engavetado.
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