La muerte de los tres actos

Cine caribe

Oficialmente, el modelo clásico de los tres actos narrativos ha perdido vigencia en el contorno de las realizaciones audiovisuales; al menos así lo decidió la masa consumidora. Su decadencia vino con el advenimiento de la llamada sociedad red, cuya propuesta de drásticos cambios impulsados por la evolución informática ha tergiversado la sistematización en todas las formas de conocimiento. Tal parece que el acelerado tren de vida actual consiguió caducar medidas una vez consideradas imbatibles. Ahora —parafraseando una alegoría de Paul Schrader— contrario a una cena compuesta de tres platos se prefiere un extendido servicio de tapas. O sea, el receptor exige y enaltece el dinamismo secundario en conjunción al trabajo creativo. Y es por tanto que las series se encuentran en el mismo medio de un período de prosperidad.

El éxodo del cine al hogar que se ha intensificado estos últimos diez años proviene de la diversidad de opciones que las series ofrecen y mediante las cuales han conseguido amoldarse efectivamente para satisfacer necesidades de su audiencia. Muchas de ellas como control, interactividad, accesibilidad y comodidad han sido recién habituadas por el uso corriente de dispositivos tecnológicos. Por ejemplo, la experiencia con el tipo de película ideada y elaborada al son de la estructura narrativa propuesta por Aristóteles demanda mayor compromiso de su espectador ante una situación que potencialmente puede tornarse en invertir más de lo que se recibe, especialmente cuando se trata de acudir a una sala de proyección. En cambio, las series le facilitan a su audiencia (con el pulsar de un botón) la elección de abandonar y reemplazar un producto por otro sin sobrellevar grandes repercusiones. Además, con las series, el filtro de escapismo que constituyen psicológicamente esos espacios evocados no solo se prolongan sino que también asimilan con mayor eficacia el acto de viajar; una suspensión existencial comúnmente de una o media hora semanal con el poder de convertir a espectadores en fieles discípulos.

Es precisamente en esto último donde se halla la ventaja fundamental de las series sobre la película corriente: dosis cuantificadas y alargadas de gratificación. Pero dentro de dicho contexto surge una preocupación irrevocable por la condición del guion debido a que es el componente más sojuzgado a los cánones señalados anteriormente. ¿Qué consecuencias enfrentan los guionistas con el rebajamiento de las leyes que han seguido al pie de la letra desde los inicios de su labor?

El primer efecto secundario (como también el más evidente) fue la industrialización formal de la extraña faena del guionista. A través de dicho proceso toma auge la práctica colaborativa, lo que por ende desarrolla la imagen (tanto en presencia como en reconocimiento) del escritor audiovisual. Segundo, se amplifica el diseño conceptual del guion, proveyendo terreno adicional para explorar y enaltecer el argumento. Es decir, los tres actos narrativos cambian de forma, pero preservan los signos que le han caracterizado hasta hoy. Sin embargo, estos resultados de cierto modo reflejan los derivados de otro proyecto psicosocial del siglo pasado: las novelas televisivas. Entonces, las series modernas, se puede inferir, son una especie de telenovela “sofisticada”, cuya base ha extrapolado la creciente sombra del aislamiento consumista bajo la representación de proximidad humana.

Por último, el vientre de alquiler que llaman guionista vuelve a cuestionar su posición como lo ha hecho obsesivamente desde su concepción. El ser parte de y no ser a la misma vez. La “muerte” de los tres actos en esencia no significa nada nuevo, más bien solo un reajuste, una estación cíclica. El guionista mantendrá su identidad relegada a un estricto sentido de apoyo, maquillada con extensiones teatrales, novelescas y/o circenses. Los múltiples formatos audiovisuales continuarán nutriéndose entre sí, mientras a su vez reconfiguran pormenores en sus respectivos espacios. La masa seguirá pidiendo, consumiendo. Y la vida, la muerte y toda significación que cada una encierra eternamente condenadas a la repetición.

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