Donald Trump y el derecho al cinismo: metalenguaje del idioma de la calle

Agenda Caribeña
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altEl Partido Republicano es primero... luego, luego, luego, al pronunciarse el término “partido” entra en función un metalenguaje impreciso de palabras -de carga sacramental- que conceden autoridad al que habla en su nombre.

  Entonces entra en función esa creencia popular de que la juntilla es mejor porque estamos todos juntos y juntos es mejor y entregamos la libertad a un oxímoron.  Al final los gallos cantan en la jaula del partido donde quiera que ésta exista...el partido es primero…y llega la tan esperada emoción.


Así se monta – en lugares como Puerto Rico- un metalenguaje de sumisión, sin código preciso, pero a su vez polisémico, acomodaticio.  Se trata de una retahíla o un conjunto de palabras amarradas a condiciones definitorias dadas; una hermenéutica para disuasión que impide lo único viable, lo común. Eso en los sistemas de partido como en Puerto Rico.


En la estructura política de EE.UU. El sistema reconocido en algún momento como sistema de “grupos de presión” se entrega a ciertos los pretores de bolsillos llenos en los pasillos del congreso quienes cavilan o facturan a la cábala sobre el bienestar conjunto de ellos mismos, incluido el velero Morgan que se quedó pequeño para tantos amigos y alguna que otra guerra, digamos contra Irak.


...Y la representatividad se convierte en representación de unos intereses muy valiosos.  Y llega el cansancio popular a introducir el desencanto de sus miradas incrédulas a simplificar lo que se ha debido complicar desde antes.  A sembrar distinciones entre los mejicanos que llegan y los oriundos de sus parcelas por la california mejicana.  ...a la verdad que llega mucho violador...dice Trump. Las muchas ganas de entender lo que no se entiende, impulsa las ganas de hacer más sencilla la propuesta contemplada...eso es sencillo fíjate…

Esas creencias populares fomentadas por los prejuicios con y sin color, degradantes, que a veces tienen cara de mujer o de tarahumara que se mira en un espejo quebrado.


Y a Trump se le quedaron los escrúpulos bien guardaditos en alguna de sus casas y su intelecto solo le alcanza para creerse la narrativa de su éxito económico como si tratase de las bendiciones divinas de algún calvinismo maniqueísta que explica la riqueza como una bendición...y la pobreza maldita. Lleva la alforja cargada con el simplismo de todos los prejuicios incluida la misoginia, la piel, el anglosajonismo y el dinero que se le sale de los bolsillos y él no sabe qué hacer con ellos…. y le echa la culpa a los inmigrantes con un juego vocal de frialdad cínica en una aventura arriesgada por el “y si me sale”.  Cree que se la come con su mercadeo de nicho.


Esa franqueza atípica de un político ha resultado ser un atractivo insospechado que permite a la gente burlarse junto a Trump del modelo político del “ni frío ni caliente” del candidato en campaña.  Trump se divierte mientras justifica un lenguaje reiterado que alude al elector cansado de las representaciones falsas que ya conoce y que van dirigidas a una invisibilidad llamada pueblo que incluye inmigrantes que huyen o que buscan algo mejor.  Sonaría suicida el arrojo en desfachatez de aparente franqueza.  Desplazar tirando al vacío a millones personas vivas, de familias enteras, de historias y memorias en la esquina conocida y común donde se nace y se muere.


Mientras ese mismo cinismo luce oportuno para la gente burlarse del modelo político hipócrita del periodo eleccionario asistiendo a escuchar el discurso poco serio pero a la vez franco y espectacular del candidato por el que no votarían en las elecciones generales, aunque alcanzase la candidatura.  Trump así pasa a ser la catarsis para el desahogo de un pueblo que se burla de la estructura política con la misma falta de seriedad que el candidato exhibe.


Trump escogió mercado para el mercadeo.  No es Saura; es una película mediocre y simplista que se va describiendo en hipérboles, día a día, a tiro de reuniones de publicistas.  Él sabe, hace tiempo, lo que la gente quiere escuchar para sentirse a gusto para comprar algún bien innecesario e inútil.  Se puso a la venta asimismo para un mercado rubio como él.  Escogió un metalenguaje hiriente y excluyente.  La gente lo sabe porque lo han vivido de parte de los políticos.  Teatro de títeres.  Diría Tite Curet Alonso, Periódico de Ayer.