El orden internacional y el desafío de los no-Estados: Puerto Rico ante el Estado Islámico

Economia Solidaria

(San Juan, 1:00 p.m.)- La idea de un orden internacional brota del choque de los poderes europeos. En este sentido es saludable reconocer que ese orden internacional está anclado en un contexto cultural determinado y que responde a los intereses de las élites de ese contexto particular. Desde esta perspectiva podemos afirmar que el orden internacional, tal y como se ha dibujado durante todo el siglo pasado, tiene un profundo carácter imperial. Esto no se debe al hecho de que el mismo tenga una estructura proclive a fomentar, o fortalecer, las estructuras imperiales de los países centrales, sino a que dicho orden corresponde a un mundo donde no existían otras alternativas o multiplicidades reales. Las sociedades que eran incapaces de someterse, o responder al orden tal y como había sido ideado en Europa, eran forzadas a someterse, por medio de las empresas coloniales, al mismo.

Los orígenes del orden internacional, del cual se habla cuando el presidente de EE. UU., Barack Obama, dice que los ataques del Estado Islámico (EI) son un ataque contra el mundo civilizado, están en lo que se ha llegado a conocer como la paz de Westfalia. Dicho sistema, que data de 1648 aproximadamente, está construido sobre tres elementos fundamentales. En primer lugar, el Estado, no el imperio o la Iglesia, será el bloque fundamental sobre el cual se construiría el sistema internacional europeo. En segundo lugar, el sistema partiría de la aceptación de la multiplicidad como referente básico en la búsqueda de un orden internacional europeo. En tercer lugar, el sistema asumió el concepto del balance de poder como el concepto ordenador del mismo.

El sistema Westfaliano ha sido impuesto por medio de las experiencias coloniales en todo el mundo. Es en ese contexto que los movimientos nacionalistas asumieron como referente básico para la existencia de la nación al Estado. Así, el Estado nacional se convirtió en la estructura básica, sobre todo ya para inicios del siglo pasado. Las nacionalidades, construcciones posteriores a la existencia del sistema Westfaliano, fueron subsumidas a la estructura básica del sistema del orden internacional europeo por medio del Estado como estructura básica de control étnico.

La evolución posterior del sistema Westfaliano, basado en la estatura del Estado, se llevó a cabo en el 1814 con la paz de Viena. Una vez más el sistema del orden internacional europeo se vio amenazado por las desproporciones creadas en la estructura de balance de poder y se vio obligado a desarrollar una nueva visión de su islámico propio balance. En esta ocasión, el sistema se reinventó, asumiendo, en primer lugar, que la existencia misma del sistema era más importante que cualquier otro desarrollo.

Así que la paz de Viena se convirtió en la legitimadora fundamental del sistema Westfaliano. En segundo lugar se acordó, como parte de la paz de Viena, establecer un sistema de acuerdos y conciertos que sirviera de fundamento para resolver conflictos dentro del sistema Westfaliano con el objetivo de no ponerlo en peligro. Así que Europa se abrogó, una vez más, el poder de estructurar lo que se llamaría el orden mundial por medio de sus acuerdos que aseguraron el balance de poder dentro del mismo sistema.

En ambas ocasiones, el sistema internacional buscó establecerse por medio del acuerdo de naciones, Estado, que se aseguraron la coexistencia por medio de unas coincidencias culturales y políticas claras. Bajo ninguna circunstancia un Estado que no fuera claramente europeo podía ser parte de ambos sistemas, ni el Westfaliano ni el establecido por la paz de Viena. El desarrollo posterior de estructuras coloniales, y luego de descolonización de países que no cuadran con los requisitos culturales del sistema Westfaliano, puso en juego la estructura del orden internacional. Esta estructura que se ha basado en la coexistencia de Estados europeos, incluso en América, ahora se ve amenazado por otros participantes del mismo que no cumplen con los requisitos de membresía. Es por esto que cuando Ted Cruz, un descendiente de inmigrantes y precandidato a la presidencia de Estados Unidos, dice que para aceptar refugiados hay que probar que sean cristianos de verdad nadie se sorprende, pues ese ha sido el requisito básico del orden internacional durante todo el siglo pasado.

En medio del desafío que enfrenta el sistema de Estados, el sistema de Westfalia y la estructura de balance de poder establecida con la paz de Viena surgen nuevos jugadores internacionales que no cumplen ni con los requisitos culturales ni políticos. Por un lado, el Estado Islámico no pretende ser un Estado a la usanza de los Estados europeos establecidos con el sistema de Westfalia.

Ese Estado Islámico es más bien una recreación de un retador anterior en el ámbito histórico, el Califato. La Umma, la comunidad de los musulmanes, es el referente básico de este Estado que se quiere presentar como una alternativa ante el poder estructurado en Europa. Esa Umma no es una referente nacional, ni nacionalista.

No se trata de un desafío articulado dentro de las premisas ideológicas de Europa u Occidente. El EI no habla el lenguaje de Westfalia ni de la paz de Viena. El EI no pretende retar a Estados Unidos o Europa dentro de su marco de poder, la legitimidad del EI no depende de las mismas fuentes de las cuales depende la legitimidad de los poderes europeos o americanos. Es por esa razón que el EI es un desafío que todavía no se entiende.

Por otro lado, hay jugadores no-estatales que también se presentan como un desafío. Puerto Rico, con su condición colonial y la existencia de una nación, es parte de esos desafíos. No se trata, en el caso de Puerto Rico de un desafío de la peligrosidad del EI, pero no hay duda de que se trata de una amenaza importante dentro del orden internacional creado por los poderes imperiales. Obviamente, el nivel en que Puerto Rico puede ser considerado como una amenaza al orden internacional depende de la capacidad del liderato interno de crear las condiciones para que eso sea así.

Es por esa razón que todavía no ha existido una primavera puertorriqueña, porque no se ha logrado articular un proyecto que desafíe las condiciones de legitimidad del Estado dentro del sistema Westfaliano. Tal vez es ahí donde radica la debilidad principal del movimiento independentista, en la incapacidad de convertirse en un desafío porque sigue hablando desde la perspectiva ideológica europea utilizando el sistema Westfaliano como referente fundamental. Para que Puerto Rico sea un verdadero desafío necesitamos crear un nuevo referente al sistema de legitimidad colonial. Salirnos de la ideología Westfaliana y articular el proyecto nacional fuera del marco ideológico occidental. ¿Podemos?

Crédito foto: Pedro, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0/)