İVamos Trump! No más racismo contra los latinos

Economia Solidaria

(San Juan, 1:00 p.m.) Tenía licencia de plomero, pero Nicanor llegó al sector pudiente washingtoniano de Georgetown para pintar una casa junto a otros salvadoreños. Luego, para expandir su clientela en el vecindario ofreció servicios de lo que llaman en el Norte “handyman”, que es una especie de hazlo-todo y repáralo-todo. Pronto, para los residentes de la calle P del vecindario, Nicanor era el hombre a llamar cuando se necesitaba resolver cualquier problema de la casa.

Aunque yo no era residente del sector, lo conocí porque tenía un amigo de mis años de colegial al que le habían ido bien las finanzas y vivía en el sector. Le pregunté a Nicanor sobre su status de inmigrante y me dijo que acababa de juramentarse como ciudadano estadounidense. Había llegado a la capital de los Estados Unidos unos pocos años, atrás y había comenzado a trabajar inmediatamente. Se dio pronto a la tarea de aprender el inglés, necesario para el examen de ciudadanía. Me dijo riéndose que ver televisión y escuchar radio lo ayudaron a absorber este idioma.

En mis visitas a mi amigo, conocí a otros salvadoreños que trabajaban en el vecindario. Resulta que en el área metropolitana de Washington, D.C. hay una gran comunidad centroamericana, conocida porque está compuesta de gente que trabajaba incansablemente.

Cuando vivía en la ciudad de Nueva York se estaba comenzando a notar la presencia de obreros mexicanos y centroamericanos. Vivo ahora en Puerto Rico, mi patria, pero como tengo familia cercana en Gran Manzana, la visito con cierta regularidad. Tal vez exagero, pero hoy día no hay restaurante en Manhattan donde uno no vea mexicanos y centroamericanos trabajando. La comunidad latina en esa ciudad está más grande que nunca.

Para mí es obvio que la economía norteamericana necesita al inmigrante, especialmente para llenar puestos de trabajo que los norteamericanos rehúsan llenar. Siguen llegando latinos, legal o ilegalmente, porque la economía los absorbe. Vienen a trabajar y buscarse la plata, con la que muchas veces ayudan a familiares en sus países de origen. El que trabaja aporta a la economía, y el que emigra va a donde hay empleo y mejor economía. Ya a Puerto Rico no llegan tantos dominicanos, muchos de los cuales arriesgaron sus vidas al cruzar el bravío mar que separa los dos países, Puerto Rico y la República Dominicana. No están llegando más porque la economía en la Isla está en pedazos. Pero nadie en Puerto Rico puede decir que los dominicanos no vienen a la Isla a otra cosa que para trabajar duro.

Digo todo esto porque hace par de días tuve la oportunidad de oír la bazofia del mil millonario Donald Trump, quien, para la sorpresa de todos, está adelante en las primarias de precandidatura presidencial por el Partido Republicano, un partido que cada vez se convierte en un foro para gente racista que no tienen nada positivo que aportar al debate político en sus comunidades. Este gran partido, tradicionalmente neoliberal y anti obrero, está a punto de elegir como su candidato oficial para la presidencia estadounidense a alguien abiertamente racista y xenofóbico.

El amigo Trump en su discurso de celebración tras su victoria en la primaria republicana de Carolina del Sur enfatizó que si ganaba la presidencia obligaría al gobierno mexicano a costear la construcción de un muro en la frontera de los dos países, Estados Unidos y México. İBah! Ya puedo visualizar una caravana de tanques norteamericanos en rumbo al Distrito Federal de México. O quizás los Estados Unidos use drones para someter a los mexicanos a la obediencia y obligarlos a costear el maldito muro. Estoy usando ironía por lo absurdo del planteamiento de Trump, cuya misión es parar la ola migratoria desde México.

¡Vamos Donald, no seas racista! Esa no es la manera de hablar en una nación compuesta de inmigrantes o de descendientes de estos, como tú que tienes progenitores no nacieron en tierra norteamericana.

Crédito foto: Gage Skidmore, Wikimedia Commons, bajo licencia de dominio público