Cuando pequeño mi padre siempre me decía que estudiando mucho iba a salir adelante. Seguí su consejo y con mucho sacrificio logré un grado asociado, un bachillerato, dos maestrías y una licencia profesional. Trabajé en la empresa privada, pero sentí que era un honor poder trabajar en el servicio público. Por muchos años me dediqué al servicio público y propulsé política pública dirigida a mejorar las oportunidades al 50% de nuestra población bajo el nivel de pobreza. Contrario a muchos de mis amigos y vecinos me casé después de los 30 y siempre fui responsable con mi familia.
Sólo sé que no estoy sólo. Muchos padres y madres de familia, colegas míos y amigos otros también fueron despedidos en 2009 por la Ley 7. Ya no somos las primeras planas; muchos de nosotros ya ni siquiera formamos parte de las estadísticas del desempleo. Pero seguimos aquí, batallando y luchando por un Puerto Rico mejor para nuestros hijos. Las pocas oportunidades que se presentan son trabajos esporádicos con pocos beneficios. Se habla de reinventarse, pero es fácil decirlo desde un empleo. El trabajo siempre dignifica, pero es irrisorio pensar que luego de tantos años de estudios para ejercer una profesión, tengamos que considerar jardinería, mensajería, recolección de café o cualquier otro invento.
Soy padre y es mi más grande satisfacción. Mis hijos más pequeños Sebastián y Diego son mi prioridad y les enseñaré perseverancia, compromiso y amor a su familia, a su Patria y a la humanidad por encima de todas las vicisitudes. Gracias a Dios estamos bien y puedo concentrarme en mi familia. Sobreviviremos y somos felices. También esto pasará, Puerto Rico es un pueblo sabio y aprenderá de esta experiencia tan nefasta. Espero el día en que tendré la oportunidad de ganarme el pan honradamente aportando con los conocimientos de mi profesión. Mientras tanto, continuaré desde El Post Antillano presentando ideas, proyectos y soluciones constructivas a los problemas de mi Nación.