¿Qué más decir? ¿Qué más creer? ¿Qué inventar? Cada cantazo se asoma con risas sin dientes, o con todos los dientes del mundo, enchapados en oro. ¿Cómo intentar la coherencia si hasta los más ‘críticos’ trabajan para ‘el jefe’? Da igual, todos somos culpables, así es que hablemos sobre economía solidaria pero hagamos campaña para el capital, propaganda para el mercado, publicidad para los dueños del mundo. Me dan de comer a mi y a los míos, así es que pa’lante. Total, lo hace todo el mundo… Yep. Duro es suave, comparado con la peste que se respira cada vez que miden las palabras con las acciones.
Todo esto y más, pues, ¿Qué más iluso que exigir coherencia? Duele mucho ser coherente, que duda cabe. Duele, aunque nunca se es más libre. ¿Pero qué se yo de eso? El que escribe no lo es y por eso también se siente. Pero aún cree en la búsqueda y la importancia de la misma. De ‘caminar’ lo que se habla. De recorrer el largo trecho entre lo dicho y lo hecho. Ahí comienza el respeto.
Ah, pero si los más ‘críticos’ e incisivos, los más radicales, los más famosos son los mismos que trabajan para lo que critican… Duro. ¿Qué hacer? ¿Qué escribir? ¿Con qué tiempo responder y organizar respuestas y acciones si por tratar no me gano ni la mitad de lo que se ganan ellos? ¿Cómo ser coherente cuando los que critican el orden de las cosas, ayudan a, y cobran por, que todo se vea en orden?