Sueño de una noche calurosa de un verano tropical

Caribe Hoy

(San Juan, 9:00 a.m.) Cual si fuera una pupila regresando a la escuela de las vacaciones de verano, se me pide una reflexión de fin del verano desde mi experiencia nacional.

Pues bien, mi verano comenzó a mediados de mayo, cuando salí de viaje a Marruecos. Al partir, el clima de este país ya estaba fuera de sincronía. No recuerdo si hubo aguaceros a principio de mayo, como regularmente sucede. Mi verano suponía ser igual que el resto del año. Sin embargo, no esperaba experimentar cambios climáticos tan fuertes a mi regreso. Hace años escuché decir que la energía de los eventos climáticos lo afecta todo. Todo es todo. Lo personal, lo ambiental, lo social, lo político. Es como cuando un huracán pasa y deja todo revuelto. Las vísceras quedan expuestas. Pues bien, debí haber sabido que a todos en la isla nos azotarían los vientos de tormenta en el verano. No había acabado de poner los pies en tierra cuando recibí el primer balde de agua fría. Debo confesar que por un tiempo estuve desorientada. Pero recordé el famoso refrán que dice a mal tiempo buena cara, y corrí a buscar mi capa y mi sombrilla para tenerlos cerca.

El país se nos descose, pero el verano estaba a la vuelta de la esquina. Para muchos el verano se asocia con una época para relajarse de la rutina cotidiana, para descansar y cargar baterías. Se asocia con escuelas cerradas, vacaciones, niños y jóvenes amanecidos, sol, calor, playa, bronceado; con viajes a Disney, en crucero o con suerte a otros lugares más exóticos. Para los padres trabajadores, las vacaciones de verano son un reto. Hay que planear dónde ubicar a los chicos que están fuera de la escuela, pagar campamentos de veranos, viajes y gastos del regreso a clases entre muchos.

Para el país, el verano trajo consigo la realidad de que somos colonia vieja, con un peor aroma que el de Brutt de Fabergé. Esa colonia de hombre bruto con la que posiblemente los congresistas norteamericanos se perfumaron cuando aprobaron la infame PROMESA, que para nada es una promesa alentadora. Ellos nos impusieron una junta, y no la de bueyes ni la que ubica en la calle Loíza en Santurce. Es una junta fiscal que nos gobernará y que decidirá cómo, cuándo y dónde se administrará nuestro presupuesto. Y los políticos criollos con su retórica siguen engañándonos. Son ellos los responsables del desbarajuste fiscal en que se encuentra el país. Deberíamos pedirles cuenta y radicarles cargos criminales a todos por incapaces.

En el verano, los cimientos de nuestro mayor centro docente se estremecieron. La Universidad de Puerto Rico, en particular el Recinto de Río Piedras - mi alma mater - está siendo asediada. Considero que si hay algo de gran valor en este país es todo el talento humano que se concibe, forma, crece y nace de nuestra universidad pública. La U.P.R. es una institución que merece ser defendida a capa y espada de entes foráneos que buscan desestabilizarla. Y si en efecto, el Presidente y el Rector, de quien siempre se han escuchado loas, se equivocaron, entonces se les debe dar oportunidad de ser oídos. Porque ser escuchado es parte de un debido proceso de ley, de una democracia. Una ejecución sumaria, no lo es.

A pesar de las adversidades que se avecinan, este verano no todo ha sido tormentas. Observo una juventud emprendedora e innovadora, que se ve y se concibe a sí misma como jóvenes empresarios. He visto mujeres profesionales tenderle una mano solidaria a madres, jefas de familia desempleadas, para que echen hacia delante. A pesar de la gran emigración que hay, he observado que hay un grupo de gente re-inventándose por el bien del país. No pierdo la esperanza de pensar que el embate de estos tiempos difíciles, nos hará crecer como país. Y que en el transcurso del tiempo, cuando miremos atrás a este momento histórico, pensemos que estas tormentas fueron solo un sueño de una noche calurosa de un verano tropical.