La cultura que hemos definido como normal, es una donde el capital y el mercado determinan que casi toda instancia de la vida social es un proceso natural de apropiación de riqueza. En esta medida, nuestra forma cultural de resolver los problemas, de evaluarlos y de consentirlos, es a partir de nuestro entendido de esta normalidad. Si no hay capital visible o mercado, no es posible vivir, y sobre todo parece un acto contrario a término, o anormal.
Por el lado de la soberanía, es que los estados no tienen que renunciar a su derecho inherente de tener la capacidad de resolver por su poder judicial sus problemas internos. Por el lado práctico, es que se destaca el hecho de que a veces cuestan más los honorarios de los abogados que la propia disputa. Los abogados y abogadas que practican el arbitraje comercial internacional, viven, literalmente como millonarios.
Es interesante, pues países como Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil y Argentina, están planteando abiertamente el limitar esta práctica que es contraria a sus intereses nacionales. Lo que están haciendo es cambiando una cultura dominante, que ha legitimado el rol del capital y el mercado como determinantes de todo nuestro quehacer social.
A penas esta cultura dominante hoy, empieza a ser cuestionada.