¿Agredir o no agredir al oponente? Esa es la pregunta

Voces Emergentes

altComentaban dos queridas amigas sobre el robo a nuestro gobierno realizado por delincuentes en traje y corbata. La imagen me pareció curiosa y reveladora.

La combinación de traje y corbata contiene muchos símbolos: el de la civilización occidental, el del rol corporativo, el del orden institucional –gubernamental y privado–, el de la elegancia y la distinción. Representa también el distanciamiento del poder –económico y político– en conflicto con los indignados y rebeldes.

Por otra parte, el conflicto lo ejecutan de un lado, los uniformados –policiales/militares– y del otro, los de las vestimentas informales, improvisadas, rasgadas de quienes no tienen un uniforme y desafían el orden.

Los desposeídos, los sans-culottes (literalmente los sin calzones) de la Revolución Francesa, por su apariencia fueron y son representativos de quienes no son dueños de su propia hacienda y sus destinos. Son los que, para el orden institucional, no han sido capaces ganarse la respetabilidad de quienes tan cómodos se sienten en chaquetón y corbata, aunque esa supuesta respetabilidad en tantos casos sea tan artificial y fraudulenta como las formas en que se apropiaron de recursos y puestos.

Así que cuando se roba con corbata, el crimen es como una especie de pecado venial. Nótese qué curioso que se le llame crimen de "cuello blanco", siendo el blanco sinónimo de “manos limpias”, de pureza (opuesto a lo negro que se asocia con lo negativo, indeseable, peligroso, demoníaco), de pulcritud en las prácticas que incluyen el atavío que le distingue de aquellos cuyas vestimentas van manchadas con la mugre de la tierra, el aceite de las máquinas o la pintura de las consignas.

El robo de "cuello blanco" a que hemos sido sometidos mediante una mentalidad cultivada por siglos, propende a la defensa de los enchaquetonados y vestidas de Macy's, de los ataques de los modernos sans-culottes estudiantiles, unionados y desafectados en cuerpo de camisa.

Ante la militancia de los estudiantes e indignados, se posicionan las fuerzas de acción rápida contra el desorden y la violencia. La rabia y la fogosidad propia de la edad con frecuencia desembocan en una violencia que se presenta en los medios como ausencia de argumentos y recurso de última instancia utilizado sin verdadera provocación. Tal es la naturaleza que se asocia con quienes roban con traje, corbata y palabras, y no apasionados gestos.

No apoyo la violencia de los estudiantes contra los oficiales universitarios por el efecto que tiene en una opinión pública temerosa de represalias e identificada en alguna medida con ese establishment que, a su entender, se supone que tenga la única posibilidad, tanto de establecer ley y orden, como de restablecer el estilo de vida no confrontacional y de moderados recursos a que estamos acostumbrados.

Contar con el respaldo de la opinión pública resulta indispensable en cualquier resistencia contra el orden institucional. La misma opinión pública que se indigna ante el atropello contra una mujer, un niño, un anciano asesinado o hasta con un animal maltratado, se volcará a favor de estudiantes y militantes siempre y cuando no los vea como agresores aun contra los bien vestidos con chaqueta y corbata y trajes de Macy’s, que les pretenden desapropiar de su educación y oportunidades de salir de la pobreza propia o de sus pares.

Dicho esto, la resistencia, la militancia, la demostración pacífica en tiempos ajenos a una lucha abierta, tiene más posibilidades de ganar adeptos entre la población en general que la contienda agresiva y agresora. Sin esa población general, no habrá respaldo ni resguardo cuando la represión aumente.

Y la represión va a aumentar a medida que aumente la indignación y la militancia contra una incremental pobreza impuesta, catalizada por la obligación a pagar con nuestros salarios y servicios y desempleos forzosos, una deuda contraída por dos partidos para asegurarse sus privilegios y prebendas bajo la consigna “del que venga atrás que arree”.

Robar con chaquetón y corbata es la forma más “efectiva” de robar en una sociedad que privilegia el privilegio como el estado óptimo, como la aspiración compartida tanto por los desposeídos como los que apenas les da el salario para vivir. Aspiramos a que todos podamos optar por el chaquetón y la corbata y el traje de Macy’s. Pero esos privilegios, por diseño, no están disponibles para todos.

Hasta que la crisis nos empareje como desposeídos, hasta que sintamos que no nos quedan trucos y subterfugios para evadir poder comprar en Costco o merodear por Plaza mirando lo que los medios nos aseguran nos permitirán alcanzar la felicidad que no depende de nuestros haberes sino de nuestras posesiones, no desafiaremos masivamente el sistema.

Desafortunadamente para todos, esos tiempos sí están a la vuelta de la esquina.