La magia del Caribe

Cultura

Decía el premio nobel de Literatura Albert Camus, 'hemos de contribuir a la felicidad y a la alegría, porque este universo es infeliz'. A partir de esa mística tan única, es que el Caribe tiene sentido para muchos europeos que veranean en cualquier época del año al candor de unos días que no terminan nunca. Mas para el autóctono, el Caribe moderno no es el reflejo de aquel lugar idílico para vivir. La vida allí, ya no es un andar sin rumbo, un colorido camino que termina en la playa ni un atardecer inolvidable que evoca la libertad mas absoluta. El saber-vivir quizás se extravió en Holguín (Cuba), en Puerto Plata (República Dominicana), en Port-au-Prince (Haití), en Río Bueno (Jamaica) o en Bayamón (Puerto Rico).

 

La historia del Caribe se cuenta siempre desde su 'descubrimiento y conquista', bien por los españoles, ingleses, franceses o holandeses. Al parecer, anterior a esta llegada no existía el Caribe. No habían habitantes, idiosincrasia ni forma de vida. Lo aterrador, es que hoy día, son los propios autóctonos habitantes de esas islas quienes comienzan su historia por su 'descubrimiento'. Parecen decir algo como: 'Y el viento solo comenzó a soplar cuando llegó Colón'. ¡Que poder tiene la historia única! Tiene, la capacidad de desterrar a la persona de su pasado, a un colectivo de su memoria y de toda responsabilidad. Sin pasado, sin obligaciones y sin amarres, el Caribe moderno es un apego constante pero sin rumbo al futuro. Y como decía Séneca: No llega antes el que va mas rápido, sino el que sabe adonde va. ¿Sabe el Caribe, a dónde va? ¿Qué quiere?

El Caribe va dando tumbos hacia el futuro, viviendo de viejas rentas del pasado que poco adelantan el camino o le acercan a ese futuro desconocido. Tal cual músico achacoso, continúa esta región del mundo llevando su música a todas partes, preguntando a todo tropiezo: ¿y quien soy yo?

Si bien es cierto, que para aprender del camino trazado hay que dar muchos pasos en falso. No es menos cierto, que nuestra memoria no puede enajenarnos de los pasos dados, porque corremos el riesgo de olvidar la ruta. En el Caribe, debemos comenzar por reconocer lo que se ha hecho bien, en lugar de apoyarnos en lo que se ha hecho mal y seguido, debemos potenciar al máximo lo que se ha hecho bien. Ya van muchos años desde que nuestras islas alcanzaron el autogobierno. Ya nadie puede esconderse en la historia para no asumir su responsabilidad.

En ese cambio de mentalidad, estará el éxito. Debemos encontrar un nuevo saber-vivir que desarraigue el 'todo vale', inculque el 'No a cualquier precio' y aliente el 'sobre-esfuerzo'. La mística del Caribe solo acarrea sentido en el tiempo, si tiene visos de perdurar. Y para perdurar, debe alentar una forma de vida sostenible, propia de quien tiene plena consciencia de que su pasado no predestina su futuro. Empecemos a contar nuestra historia desde los aciertos-errores de los aborígenes y tendremos una historia más cercana a la mágica realidad del Caribe.