Dichos de Antón [desde la fonda Los Tres Platos, una interpretación crítica]

Cultura

(San Juan, 12:00 p.m.)  Dichos de Antón, publicado en noviembre de 2019, por Calíope Editoras, es el nuevo libro del poeta, narrador, ensayista, escritor de temas deportivos y dramaturgo puertorriqueño, Antonio Ramírez Córdova. Profesor jubilado, pero no retirado, de la Universidad de Puerto Rico, a quien conocí en el 1995. Entre sus poemarios se destacan: Mas allá de las sombras que obtuvo el Primer Premio Internacional de Poesía Vicente Rodríguez Nietzsche en 2019; Indeclinable Asombro (2011, dedicado al haiku japonés); Sobre el reloj del tiempo, homenaje al poeta Miguel Hernández (2010); Al pie del sigilo (2009) y Renovada Penumbra (2002).  A este listado se suman: Un caballo violeta para el sueño (2000), Para cantarle al amor (1998) y es importante destacar, que algunas de sus décimas han sido grabadas entre otros, por Andrés Jiménez. Como si fuera poco conforman su poética: Si la violeta cayese de tus manos (Primer Premio del Certamen de la Revista Mairena y Premio Nacional de Poesía del Pen Club en 1984). Por último, pero no menos importante: Humo y viento de1962.

Ahora Antonio Ramírez Córdova, reconocido a nivel nacional e internacional, por su obra literaria, nos deleita con la creación de un personaje llamado Antón, que puede ser su álter ego porque es: “un escritor amante de la buena mesa criolla, asiduo cliente de la fonda Los Tres Platos y devoto de la buena conversación, amigo de sus amigos.” Los Dichos de Antón es un libro compuesto por 144 máximas o sentencias breves que a juicio del autor: “provienen del Derecho Romano y de Séneca, pasando por la obra de Baltazar Gracián, y que llegan hasta hoy, entre otros, a la obra del portugués Fernando Pessoa y del peruano Julio Ramón Ribeyro” (p.13). En el texto, Antón, que usa lentes al estilo John Lennon, hace referencias a varios escritores; en su máxima # 26 recalca: “Se necesita un lujo de palabras interminables para hablar de Eugenio María de Hostos” (p.40). ¡Se me eriza la piel de solo pensar en el Ciudadano de América! De otra parte, alude al cubano José Martí cuando musita: “que una buena amistad tiene la forma de una rosa blanca” (p.22) apelando a su poema sobre la amistad Cultivo una rosa blanca. Del mexicano José Emilio Pacheco, de quien habla con admiración, lo cita y pronuncia: “que jamás debemos preguntar cómo pasa el tiempo” (p.96). De su compueblano, José Antonio Dávila manifiesta: “El verde de este país es de infinitas metáforas, dijo Antón con pasmosa seguridad, y al instante declamó el poema “Viñeta Heráldica…” (p.21). Luego de un suspiro, Antón exclama que: “hace falta más gente que nos enseñe a mirar el país, como lo hizo Abelardo Díaz Alfaro” (p.117); imprescindible su libro Terrazo y su cuento Santa Clo va a la cuchilla. Intertextualmente, siguiendo a Lola Rodríguez de Tió, en la máxima # 45 asegura, que también: “la República Dominicana y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas” (p.59).

El texto de pequeño formato toca temas universales variados y acertados. Como en toda máxima Antón, por su experiencia, brinda consejos y enseñanzas de tipo moral. Filosofa sobre la vida, la muerte, la soledad, la verdad, la mentira, la felicidad, la vejez, la amistad, la juventud, la política, el amor, el paso del tiempo, el destino, el rol del escritor y hasta llega a criticar al gobierno: “para los que gobiernan, el pueblo es un número, parte de una cifra” (p.19). Sus dichos no son meras palabras que se lleva el viento; son sentencias que encierran un aprendizaje certero. Su primera máxima es sobre la mentira y tranquilamente afirma: “que cuando piensa en las mentiras del mundo, recuerda siempre que ha visto muchas veces el arcoíris” (p.15). Con esta máxima aprendí, que al final del túnel, hay hermosas luces multicolores que alegran la vida. En una entrevista que le hice al escritor por Messenger (porque hay que usar la tecnología) descubrí que la Fonda Los Tres Platos ubicaba en el Bayamón que el autor conoció. La dueña era la madre de Pedro “Piquito” Marcano (1902-1966), compositor y la primera voz del Cuarteto Marcano en la década de los ’30 y ’40 en Nueva York. Antonio Ramírez Córdova considera el cuarteto: “de lo mejor que ha tenido nuestra música popular.” No hay que dudarlo porque Piquito, según su hijo Gregorio Marcano, trabajó con cantantes contemporáneos de la época como: Pedro Ortiz Dávila (Davilita), Bobby Capó y hasta Tito Rodríguez. Como si fuera poco, compartió con Rafael Hernández y Pedro Flores. La famosa fonda desapareció hace más de cinco décadas, pero el poeta evoca que: “Los scouts de la Tropa 2 de Bayamón pasábamos por delante de ella para bañarnos en El arroz, un río que estaba donde ahora se encuentra el correo.”

La memoria histórica es tan importante en tiempos donde la sabiduría de los mayores no es respetada. Muchos jóvenes no lo entienden, porque viven en su presente, en el aquí y ahora, en la inmediatez. Antonio Ramírez Córdova se acuerda que apenas era un niño de doce años cuando pasaba por la fonda y con nostalgia añade: “Era un Bayamón donde todo el mundo se conocía. No el de los Ramónluises de hoy, que no se imaginan el Bayamón de las barberías, de los músicos, de los cafetines…” Esta es la triste realidad que ha pasado en muchos pueblos, que se han convertido en grandes urbes, y han perdido la esencia de la convivencia. Cuando viajo, me encanta visitar los pequeños pueblos y ver cómo interactúan los locales. No olvido que en mi visita a Galicia en el 2015, la guía turística nos dijo dónde debíamos almorzar porque, aunque era costoso, se comía el mejor pulpo gallego. Le pedí a mí esposo que entrara a una taberna, que comprara una cerveza, para así, poder usar el servicio sanitario. Al salir, le pregunté al dueño dónde se comía el mejor pulpo y nos dijo: “no vayan a ese lugar frente a la plaza ya que es pésimo, solo para turistas.”  Riéndose afirmó: “los guías los cogen de tontos porque reciben una propina; los enviaré al mejor sitio.” Así fue como caminamos por estrechas callejuelas en Santiago, y cuando íbamos a entrar a la pequeña cafetería, a quién encontramos almorzando y sorprendida de vernos, a la guía.  Por eso me ha fascinado la filosofía de Antón porque lo cotidiano, lo que está al alcance de la mano, es importante. Antón es un maestro, un filósofo, que carga a cuestas la mucha sabiduría que viene con los años.

El personaje, de vez en cuando se toma un trago de ron blanco, para analizar la vida y la muerte. Puedo afirmar que el peso mayor de sus dichos, son sobre estos dos temas. En la máxima #9 un narrador menciona: “Toda la vida pertenece a la muerte, dijo Antón, mostrando en su rostro una infinita tristeza” (p.23) y, en la #17, esa voz narrativa reafirma: “La vida y la muerte siempre han estado metidos dentro de un cuadrilátero, la muerte vence a la vida y después la vida vence la muerte, pronosticó Antón con los brazos cruzados y la mirada fija en un almanaque pegado a una pared de la fonda” (p. 31). En la página 33 del libro añade: “Nadie puede decir, con la mayor certeza, que estará vivo en los próximos minutos, aseguró Antón acabando un trago a pico de botella.”  De forma lapidaria, el español Julián Marías en su ensayo El temor a la muerte en latín señaló: “mors certa, hora incerta.”

Para Antón, es importante comprender que la muerte es parte de la vida y así lo hizo: “la primera vez que vio un cadáver” (p.87) porque “aprendió a ser fuerte” (p.101). Este Antón que todos llevamos por dentro, me hizo detenerme a pensar cuando sostuvo que: “la vida es brevísima, pero que algunos días parecen siglos” (p.148). Peor aún, recalcó una verdad inquebrantable: “a la muerte hay que enfrentarla, como si uno estuviese agarrado a un trapecio…” (p.127) porque: “nos morimos solos” (p.127). La erudición de Antón lo hace hablar de la puertorriqueñidad y asevera que: “a veces parece un corazón partido” (p.103). Sobre los patriotas opinó: “que para ser un patriota hace falta mucha libertad de espíritu” (p.141). Acerca de nuestra bandera advirtió: “cuando nuestra bandera flota sola, es más hermosa que las claridades del alba” (p.136). En cuanto a la dicotomía juventud y vejez me hizo reír con su máxima #130, porque me encantó la jocosidad en el dicho: “Antón mostró una sonrisa cuando observó a un anciano; expresó que desde que el mundo es mundo, los errores de juventud se pagan caros” (p.144).

Este magistral texto se presentó en la librería El Candil, el sábado 10 de abril de 2021. Por cuestiones de salud no pude asistir, pero recibí el libro como me lo prometió el autor. Antón es un personaje refrescante que debe ser conocido por los lectores; por eso, recomiendo sin ninguna duda, comprar y leer este pequeño libro, que como la caja de Pandora, oculta grandes tesoros que deben revelarse.