Erradiquemos el lenguaje discriminatorio

Cultura

Nuestra cultura está acostumbrada al uso de terminología que, directamente, atenta contra la integridad del individuo. No hablamos de los usos lingüísticos expresados para hacer daño o provocar dolor, sino de aquellos que decimos instintivamente y pudieran tener el mismo efecto. Los hablantes somos capaces de utilizar, constantemente, palabras que discriminan contra los demás, o contra nosotros mismos, de forma automática e inconsciente.

El uso de palabras, de forma despectiva, está tan normalizado que lo aplicamos sin pensar, sin ni siquiera saber lo que decimos. Algunos, han utilizado el término de ‘xenofobia lingüística’ para referirse a esta actitud; aunque éste sólo aplica a la raza. Ejemplifiquemos lo dicho: un gato negro trae mala suerte, el mercado negro es aquel ilegal, la magia negra es demoníaca, un día negro es el más agotador y el ‘humor negro’ es de mal gusto. Por el contrario, un gato de cualquier otro color no tiene un significado mayor y la magia blanca es aquella utilizada para hacer el bien. Actualmente, el uso del adjetivo ‘negro’, de forma despectiva, se encuentra tan naturalizado que cotidianamente lo escuchamos y hasta las personas que pertenecen a esta raza lo ocupan para referirse a los demás.

Este adjetivo se comenzó a utilizar con uso peyorativo para referirse a personas, sucesos, cosas y prácticas. Les invito a que busquen en el DRAE todas las acepciones de ‘negro’. Se sorprenderán de los usos discriminatorios que pueden tener distintos significados. Al referirnos a algo negro buscamos sinónimos como: sucio, peligroso, infeliz, desgraciado, sin valor; ‘lo mínimo de cualquier cosa’. Sin embargo, para algo blanco los sinónimos son: bueno, puro, transparente, pacífico e inocente.

Tenemos, incluso, dichos que apoyan estos usos incorrectos; por ejemplo, ‘trabajar como negro para vivir como blanco’. Como habíamos mencionado antes, esta mala costumbre no sólo se refiere a la raza. En ocasiones, decimos que nos despertamos del lado izquierdo de la cama cuando hemos tenido un mal día, todo sale mal o tenemos coraje. ¿Acaso es algo negativo ser zurdo? Incluso, la señal de la cruz se hace de izquierda a derecha, con el simbolismo de pasar de la oscuridad a la luz. Recordemos que todavía se sigue diciendo: ‘los zurdos no entran al cielo’. Otro ejemplo es el que se presenta con comentarios como: ‘eso es comida de pobre/cabrón’ para referirse al alimento que no requirió demasiado dinero para prepararlo o adquirirlo.

Hemos, incluso, normalizado el uso de adjetivos peyorativos para calificarnos a nosotros mismos. Opinamos despectivamente sobre los demás, incluyendo familiares y amigos, provocando que la persona se acompleje y, en algunos casos, comience a llamarse de esa forma. De ahí vienen los típicos comentarios: ‘estoy gordo/a’ o ‘demasiado flaco/a’. Nos convertimos, de esta forma, en personas inseguras que se dejan llevar por la valoración de los demás y que se prejuzgan, sin razón alguna. Nuestra sociedad necesita, urgente, trabajar con la autoestima de la población.

Hemos abusado de los significados. Tenemos la mala costumbre de no preocuparnos por la acepción que verdaderamente le corresponde a alguna palabra, por lo que no le damos la importancia que requieren. Reflexionemos acerca del uso que le damos a las mismas y comencemos a conocer sus usos correctos. Fijémonos en los prejuicios y estereotipos cotidianos para evitar caer en usanzas descalificadoras. Los usos inconscientes generan violencia; la cual puede estallar en cualquier momento provocando, así, situaciones difíciles. Esforcémonos por ser conscientes de lo que hay detrás de cada palabra para evitar esto.

El cambio vendrá cuando comencemos a analizar lo que decimos y cómo lo hacemos. Es necesario que nos encarguemos de no aceptar bromas, o denominaciones discriminatorias, de nadie. Ni siquiera aquella falsa teoría de decirle ‘negrito/a’ a otra persona por cariño. No aceptemos adjetivos que guardan un significado insultante; tampoco los digamos a otros. Si queremos que nos respeten, comencemos por respetarnos a nosotros mismos. Es por esta razón que debemos dejar de decir: ‘soy tonto/a’, ‘soy bruto/a’, ‘soy feo/a’, ‘es que no entiendo nada’.

Si tanto se exige igualdad de derechos y oportunidades, dejemos de dividir la sociedad en grupos, de excluirnos en partes. Veámonos como una unidad, un todo igual, no como entes apartes en una misma comunidad. Superemos aquello de las mentes colonizadas, de sentirnos superiores o inferiores dependiendo de frente a quién estemos. Nuestra lengua es rica en palabras y significados, apoyémonos en eso para usarla de mejor manera, para unirnos como pueblo, como hablantes hispánicos en general.