Venezuela Bolivariana, fiel de la balanza

Agenda Caribeña
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En una entrevista que le fuera hecha el pasado 21 de enero —casi dos meses antes de su juramentación--, el presidente electo de Chile, Gabriel Boric afirmó que, “…Venezuela es una experiencia que más bien ha fracasado y la principal demostración de su fracaso son los seis millones de venezolanos en la diáspora”.

           El 27 de enero Xiomara Castro juramentó como presidenta electa de Honduras. Una de sus primeras decisiones como presidenta fue restablecer las relaciones diplomáticas con Venezuela Bolivariana, que habían sido rotas en 2019 por el gobierno derechista que le precedió, que había reconocido a Juan Guaidó como presidente y le había entregado la embajada venezolana a esos farsantes. Junto con la reanudación de relaciones diplomáticas la presidenta hondureña ordenó la devolución de la embajada a sus dueños legítimos y se inició un proceso para recuperar los bienes usurpados.

  No debe pasar inadvertido cómo dos presidentes electos postulando programas progresistas asumen posiciones tan encontradas frente a la República Bolivariana de Venezuela y al accidentado y a la vez esperanzador proceso político que se ha dado en ese país durante las pasadas dos décadas.

           Ambos presidentes electos han tenido que propiciar alianzas electorales con sectores conservadores para poder alcanzar sus respectivas victorias. Eso, como sabemos, tiene un precio, que se manifiesta en el alcance más o menos limitado o condicionado de la gestión de los nuevos gobiernos. Después de todo no se trata de triunfos revolucionarios, irreversibles y definitivos, sino de victorias electorales ajustadas a las reglas de juego impuestas históricamente por los poderosos, en países donde las fuerzas retrógradas  mantienen un enorme poder.

           Una peligrosa consecuencia de pactar con sectores conservadores para ganar elecciones puede ser el continuo chantaje dirigido a minimizar el alcance del triunfo electoral en cuanto proceso de cambio verdadero. Lo que pudiera presentarse como una actitud “pragmática” ante las circunstancias prevalecientes, corre el riesgo de convertirse en una rendición. O puede asumirse como convicción ideológica una posición, en este caso sobre Venezuela, que termina convirtiendo a la persona electa en vocero de posiciones francamente reaccionarias. Depende de cada cual.

           ¿Cómo explicar la determinación clara y expedita –el “atrevimiento”--  de Xiomara Flores, cuya implicación va más allá de la mera gestión diplomática y supone un valiente espaldarazo a Venezuela Bolivariana desde un país tan controlado por los enemigos de Venezuela como Honduras?

           ¿Cómo explicar las expresiones de Gabriel Boric, tan similares a las de los enemigos de Venezuela, tan imprudentemente categóricas y anti históricas, que en todo caso rebelan ignorancia, insensibilidad e incomprensión de lo que han significado estos más  de veinte años, no sólo para Venezuela sino para Nuestra América?

Si como dice Boric en la citada entrevista, él proviene de lo que denomina la tradición socialista libertaria americanista chilena, lo primero que debiera practicar es la solidaridad y el internacionalismo; y lo primero que debiera saber es diferenciar entre amigos y enemigos. Máxime cuando le corresponderá presidir el gobierno de un país que en su día quiso implementar un proceso político, que fracasó –ese sí--, con la secuela terrible de miles de muertos y desaparecidos y la  emigración forzada de cientos de miles de chilenos y chilenas.

Venezuela Bolivariana es en el siglo veintiuno el fiel de la balanza; la línea que distingue a quienes enfrentan cuanto sea necesario para avanzar en la ruta de la justicia y la democracia verdadera, frente a quienes se acobardan, se acomodan o son cómplices del desorden que prevalece hoy.

Estar con Venezuela Bolivariana es creer en el porvenir que con gran dificultad tendremos que edificar. Estar contra Venezuela Bolivariana implica –por más involuntariamente que ello ocurra—estar con el enemigo histórico de nuestros pueblos; del pueblo chileno, del pueblo hondureño y de todos nuestros pueblos.