Después de su Nobel, Vargas Llosa vuelve con un grito de guerra

Crítica literaria
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Cuando alguien que le ha dado tanto a la cultura como Mario Vargas Llosa pone el grito en el cielo sobre la pobre calidad de esta mundialmente y el abandono de los parámetros que históricamente la han definido, hay que detenerse a escuchar.

 

El Premio Nobel de Literatura de 2010, ha reunido una serie de ensayos en el libro “La Civilización del Espectáculo”, que argumentan que el afán por el entretenimiento ha empobrecido áreas importantes de los asuntos humanos, incluyendo el periodismo y la política. Piensa que la literatura se ha visto rebajada a niveles muy distantes de las grandes obras que lo formaron como escritor.

“¿Qué quiere decir civilización del espectáculo? La de un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse…es la pasión universal”, nos dice el novelista. No hay nada malo con eso, pero significa, advierte el autor una “banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo de la información, que prolifere el periodismo irresponsable de la chismografía y el escándalo”.

El autor de “La Casa Verde” discute entonces la democratización de la cultura después de la Segunda Guerra Mundial que lleva a una ausencia de las voces de intelectuales protagonizando las discusiones públicas, tanto como un alejamiento de los valores humanísticos y unas artes carentes de sentido y parámetros estéticos. En realidad, el proceso de cambio se manifiesta mucho antes de la Segunda Guerra Mundial. Luego en otro ensayo, el autor se declara un dinosauro frente a la tecnología, incluyendo la del ordenador. Los cambios que señala Vargas Llosa tienen sentido si uno los contextualiza dentro de la Modernidad. La tecnología lleva transformando la cultura incesantemente desde los comienzos de esta. Hoy en día, la tecnología ha hecho posible la diseminación de la cultura popular a niveles jamás vistos, y los productos de la cultura popular, sean novelas, películas (de la pantalla grande VHS o  DVD), música (de discos a cassettes a CD), programación televisiva o los juegos virtuales, han ido cobrando más y más prominencia. Casi no hay ni tiempo para acostumbrarse a tanto cambio tecnológico.

La misma tecnología permite una rapidez en la diseminación de prácticamente todo. La idea es vender todo en tiempo corto y con una imagen rápida. Esta ha facilitado el acceso a más información de manera más rápido que nunca antes. Información es dinero me decía un exjefe. La publicidad, de por sí altamente valorada, es una parte integral de la cultura. Los periódicos, un producto de la Modernidad del Siglo 19, parecen gravitar a artículos más cortos y de énfasis más espectacular. Creo que tiene razón Vargas Llosa, mayormente por lo fácil que es darle al público lo que quiere, sea sangre, chismes o una imagen cautivadora. Peligrosamente, la política se convierte el dominio del “sound-byte”; ya no hay tiempo para explicar posiciones.

Pero lo que el Premio Nobel describe es una sociedad que ha abandonado todo el cúmulo de visiones artísticas del pasado. Peor todavía, parece creer que ya no hay creatividad que valga y que esta tiene poco contacto con el humanismo que lo formó. En eso está gravemente equivocado; la tecnología nos ofrece una gama de posibilidades inusitadas precisamente para que la gente conozca más cultura, sea esta alta o barata. Es como si se estuviese desparramando el cerebro del universo. No quiero enumerar, porque hay tantos, los buenos escritores que existen, pero si digo que hay más gente educándose que nunca antes. Hay esperanza para que buena cultura exista.