Hacernos y vivir con amor propio

Caribe Hoy

En un abrir y cerrar de ojos se nos pasa la vida. La pregunta es ¿cómo combinamos

las obligaciones que tenemos y el disfrute de la vida? Ahí reside el fino arte de vivir en

balance. Estimo que entre las primeras cosas que debemos hacer es pasar revista de

del momento donde nos encontramos en nuestra vida. Ósea, debemos hacer una auto

evaluación de lo que deseamos hacer versus las obligaciones que tenemos, sean auto

impuestas o impuestas por otros.

Ese proceso de auto evaluación debe ser uno propio y de total honestidad con uno o

una misma. ¿Porque digo esto? Porque es fundamental hacer este proceso desde

nuestro propio sistema de valores. Si permito que entren en ese proceso terceras

personas, estas intervendrán desde sus perspectivas y, pueden consciente o

inconscientemente, obviar nuestras necesidades físicas, emocionales o sociales. Este

proceso puede ser fuerte ya que requiere enfrentarse a nuestros propios juicios,

miedos y necesidades; y a los juicios sociales.

En la sociedad se nos recalca demasiado el servir a otros antes de atender las

necesidades propias. Esto, estimo, es una de las causas que nos provoca ansiedad.

Hay una lucha entro lo que otros esperan de uno y lo que uno desea lograr para sí

mismo. Sin embargo, para aquellas personas con valores cristianos, el primer

mandamiento es “amar al prójimo como a ti mismo”. Ese “a ti mismo”, que muchas

veces olvidamos o postergamos, es lo primero que se debe atender.

Sin amor “a ti mismo” no es posible amar al prójimo. Es decir, el amor propio tiene que

estar en primer lugar antes de uno poder darse a otros. Ese amor propio no implica ser

egocéntrico ni hedonista. Implica estar consciente de nuestras propias necesidades y

de entender hasta donde podemos ayudar o entregarnos a otra persona sin arriesgar

nuestra propia integridad. Implica saber identificar nuestras necesidades. Implica

permitirnos tiempo para disfrutar o meramente descansar. Implica darnos rienda para

crear y realizar nuestros sueños. Implica saber decir amorosamente “no puedo” o

“hasta aquí llego”. Implica saber retirarse o establecer límites  personales. Implica saber pedir ayuda cuando se necesita y si es necesario, reclamar sin titubeos la ayuda.

Es común, en el caso de las personas que cuidan a otros, sean niños, enfermos o

adultos mayores, que asuman o se les delegue toda la carga y responsabilidad de ese

cuidado. No empecé las circunstancias, le corresponde a ese cuidador o cuidadora.,

tomar medidas propias para cuidar su propia salud e integridad física y emocional.

Aquí no vale hacerse el/la superhéroe, en el sentido de asumir toda la carga de

ocuparse de esos terceros en detrimento de uno mismo. Es importante, hacer detentes

y reclamar ayuda, siempre que sea necesario. Esa ayuda puede venir de la familia

inmediata y en caso de no haberla de amistades, de la comunidad a la que uno

pertenezca y hasta del gobierno de ser necesario. ¿Que esto pueda requerir una alta

dosis energía y hasta unas luchas fuertes con otros y con uno mismo? Claro que sí.

Pero para uno vivir y uno amarse hay que hacer. Y es uno mismo el principal hacedor

o la principal hacedora. Mientras seamos capaces, el sentarnos a esperar que sea otra

persona la que nos cargue o nos resuelva, equivale a una forma de abdicar nuestro

poder y al amor “a ti mismo”. Para vivir hay que tener amor propio para poder darnos y

servir a otras personas con un verdadero sentido de lo que es el amor.