Puerto Rico sin fondos federales, ¿será posible?

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El desarrollo económico de Puerto Rico se agotó. La economía isleña se mantiene viva mediante el respirador artificial de las transferencias de fondos federales y el asistencialismo y ayudas estadounidenses especiales no recurrentes. Las inversiones de capital privado en la industria, el comercio y en las empresas de servicio no son suficientes para que Puerto Rico tenga una economía robusta. Y el fisco isleño está en quiebra.

Los puertorriqueños han perdido la confianza en la institucionalidad gubernativa isleña. La desconfianza es tanto por la corrupción, como por sus erráticas ejecutorias, sus escasas obras públicas, el deterioro y obsolescencia de las infraestructuras nacionales, así como por la vulnerabilidad de las agencias y corporaciones públicas a ataques cibernéticos. Las deficiencias y negligencias del gobierno de Puerto Rico son en todos los órdenes.

Bajo tal ineptitud de gobernanza y la dependencia económica absoluta de las transferencias de fondos federales estadounidenses en que Puerto Rico ha caído, se difuminan las esperanzas de una recuperación de la economía local y se agotan las posibilidades de que haya para el terruño isleño un futuro promisorio visible en lontananza.

Puerto Rico tiene que sacudirse de la negligencia, la ineptitud y de la falta de confianza en las potencialidades propias como pueblo y nación. Recuperar la confianza en nosotros mismos es el inicio del esfuerzo requerido para vencer la ineptitud y la negligencia. Urge restaurar la buena gobernanza, poniendo la fe en la inventiva e ingeniosidad de los puertorriqueños para diseñar un nuevo plan de desarrollo económico con los poderes soberanos necesarios como país.

Tal espejismo de progreso económico del presente sustentado en la dependencia de Washington que engaña la visibilidad y entendimiento de los puertorriqueños nos impide crecer y salir de la mendicidad asistencial estadounidense. Un asistencialismo proveniente de Washington que mitiga, pero no resuelve de manera definitiva el problema de pobreza y carencia de fortalecimiento sostenido de la economía.

Es ahí donde reside el meollo de todo el asunto de la debilidad económica de Puerto Rico. Su medula debilitada consiste en haber estado constantemente mitigando con el asistencialismo de fondos federales estadounidenses el problema de pobreza y carencia de un verdadero fortalecimiento económico que haga sustentable el progreso en la vida colectiva de la nación puertorriqueña.

Mantener la economía de Puerto Rico viva mediante el respirador artificial de las transferencias federales lo único que hace es resolverle un problema de imagen política internacional a Estados Unidos. Es la manera de que su posesión colonial isleña en el Caribe pueda ser presentable ante el mundo y se visualice una apariencia de eficiencia sistémica para demostrar cuán beneficiosa es una relación estrecha con la nación estadounidense. Todo se reduce a una apariencia, porque en el fondo hay grandes deficiencias en el manejo de una de sus posesiones de ultramar.

La verdad es que Puerto Rico se ha ido quedando atrás económicamente en gran parte de América Latina. La vecina República Dominicana, por ejemplo, está evidenciando un fuerte crecimiento económico en estos últimos años. Aunque lo cierto es que su crecimiento económico vertical necesita que vaya acompañada de la horizontalidad de esparcimiento de la riqueza nacional que ofrece con mayor equidad el desarrollo económico. Para ello se hace necesario domesticar la oligarquía dominicana. Esta misma receta aplica a otros países latinoamericanos.

Así que se hace vital que Puerto Rico recupere su capacidad de respiración económica por sí mismo sin necesidad del respirador artificial de las transferencias de fondos federales que mitigan la pobreza con inmediatez, dando apariencia de bienestar, pero sin resolver el problema de debilidad en la economía isleña y que impide su desarrollo económico a largo plazo.