¿Qué hemos aprendido luego del paso del huracán María del 2017?

Agenda Caribeña
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El paso del huracán María sobre Puerto Rico fue una experiencia horripilante y traumática para los puertorriqueños. La furia de sus vientos sigue fresca en la memoria colectiva isleña.

Por eso el temor y las remembranzas de la furia de aquellos vientos que despierta entre los puertorriqueños cuando comienza una nueva temporada ciclónica en el Atlántico y el Caribe después de septiembre de 2017.

No es pensable que Puerto Rico esté preparado ni mental ni físicamente en su debilitado y vulnerable patrimonio infraestructural para una repetición de la furia de otro huracán en ésta y en sucesivas temporadas ciclónicas. Esa posibilidad resulta aterrorizante. Crispa los nervios de todos.

Ciertamente, el pueblo de Puerto Rico no se ha recuperado de aquel trauma, por más que se repita la retórica de “la gran capacidad de resiliencia de los puertorriqueños”. La realidad de aquella experiencia con el huracán María rebasa toda suerte de resiliencia que pretenda aducirse como consuelo.

Siete años es muy poco tiempo para superar aquel trauma, ni con toda la avalancha de miles de millones de dólares de fondos federales anunciados para la reconstrucción isleña, de los cuales se ha visto poco. La esperanza estriba en que la Naturaleza se compadezca de nosotros en esta temporada ciclónica.

Es hasta cierto punto inexplicable por qué un pueblo de una isla caribeña en medio de la ruta de ciclones sea tan susceptible y vulnerable a estos fenómenos meteorológicos, con los cuales debiéramos estar familiarizados. Pero hay que ser francos. Ningún país caribeño ha logrado una total adaptabilidad a los huracanes, aunque haya vecinos en el Caribe que hayan podido adaptarse mejor a esos fenómenos ciclónicos.

¿Por qué Puerto Rico está menos avezados mentalmente y poco adaptados infraestructuralmente a las tormentas y huracanes que la gran mayoría de los demás pueblos caribeños? ¿Será acaso por nuestro asimilismo colonial al modo de vida estadounidense que nos desarraiga de nuestra realidad caribeña? Sería bueno hacer un estudio que contestara dichas preguntas.

Lo cierto es que el estilo de vida de los puertorriqueños ha ido desarraigándose de su identidad caribeña con el transcurso del tiempo y no se diseñan viviendas ni edificaciones ajustadas a las vicisitudes climáticas del Caribe. El diseño urbanístico es más bien cercano a un calco estadounidense, modelado para un modo de vida de territorio continental, no caribeñamente isleño. Muchas ventanas y puertas corredizas de vidrio para un país a expensas de posibilidades tormentosas en las Antillas.

Empero, tal parece que no aprendimos las lecciones que nos legó el huracán María. Seguimos cometiendo los mismos desarraigos de planificación urbanística e infraestructural. Persistimos en construir en áreas del litoral costero no urbanizables por razón del peligro de las marejadas ciclónicas. Los diseños de hogares y edificios no están hechos para resistir vientos huracanados. Son demasiado susceptibles y vulnerables a ellos.

En tiempos pretéritos abundaban las tormenteras aledañas a las viviendas. En época moderna, inmensas torres de cristal y viviendas con ventanas y puertas corredizas de vidrio frágil. Las estructuras de construcción no toman en consideración diseños arquitectónicos que puedan mitigar y sean capaces de capear la furia de los vientos en caso de posibilidades ciclónicas.

Evidentemente, el puertorriqueño de los tiempos modernos no ha interiorizado nuestra realidad caribeña a su personalidad y estilo de vida. Y los gobiernos que han regido al país durante las últimas décadas viven de espalda a esa realidad. Hemos aprendido muy poco de la experiencia traumática del huracán María en septiembre de 2017. ¿Será necesario para ese aprendizaje otro huracán como María?