Cuba, una mirada alterna (Parte I)

Política

[Nota Editorial: Con motivo de una visita a la hermana República de Cuba, del editor en jefe y autor de este artículo, se publica esta serie de artículos a partir de hoy, para el disfrute de nuestros lectores que buscan una lectura alterna a la dominante en la prensa y sistemas mediáticos.]

(San Juan, 9:00 a.m.) El general mayor de la guerra por la independencia de Cuba, de 1890 a 1895, lo fue Antonio Maceo.  Era un hombre negro, primera generación liberta, que se enfrentó tanto al gobierno de España que intentaba reprimir a los revolucionarios, así como a los criollos intermediarios y frente a las otras facciones del movimiento, como aquellas que lideraba Máximo Gómez.  Más allá de la figura del padre de la patria, José Martí, y los otros próceres como Gómez, es siempre importante hablar de Maceo.  Esto cambia todo en el análisis.

De José Martí, y con razón, hay presencia en toda Cuba.  Pero recordarnos de Maceo, de quien en La Habana hay por lo pronto varios memoriales de él sobre su caballo con el machete en la mano, es igual de importante.  Cuba desde los orígenes de su narrativa revolucionaria, la pluralidad de los entendidos, como raza, clase, soberanía del ser y jerarquía social, siempre han estado mezclados.  Cuba siempre fue una colonia privilegiada, es decir una colonia muy adelantada para su época.  Cuba era la gema de la colonia española, por eso el decir metropolitano, “si se perdió Cuba, todo se podía perder”.

Hoy en la narrativa dominante de Puerto Rico y muchos países satélites de los EE.UU., Cuba es un país gobernado por una dictadura comunista, con altos niveles de represión política y social, y sobre todas las cosas es un país muy atrasado carente de un flujo profundo de capital, productos de consumo y mercado.  Esta es la narrativa dominante, con la cual vivimos a diario, y que se impone como normal.

Pero una mirada alterna sobre Cuba debería siempre comenzar con Martí, luego con Maceo, luego con el Partido de los Negros Libres, luego con los hermanos País, con Fidel y los 12 revolucionarios del Granma, y terminar, sin lugar a dudas, con la vacuna cubana contra el Covid-19, que incluye entre otras, Soberana 1 y Soberana 2.  Eso es, Cuba es un país que desde siempre se pensó como un lugar de un pueblo soberano, de una gente soberana, de un estado soberano.  Los cubanos nacieron para disfrutar y ejercer su libertad.  Los cubanos tienen un sentido de estado-nacional, donde la soberanía popular se ejerce a partir de un estado, que aún no es neoliberal, pese a que se inserta en el mercado del capital, y donde las lógicas de vivir “al garete” no son comunes.  Es un país que tiene un alto nivel de disciplina social, es decir a partir del estado y asumida por su pueblo, y por otro lado de mentalidad operando por el bien común.

Por ende, la Cuba que he visto hoy, luego de seis años de ausencia, es una que ante la última fase del bloqueo económico, el segundo que le imponía los EE.UU. a dicho país, pues el primero fue en el 1898, y el segundo data de 1962 hasta el presente, se ha logrado mantener e imponer con sus convicciones políticas a partir de las directrices del Partido Comunica de Cuba (PCC).  Por lo tanto, a partir del partido, Cuba debería ser un país comunista, pero realmente hablando es un país que opera bajo fuertes convicciones socialistas, como la solidaridad, la distribución equitativa de la riqueza, el mercado único, y el estado como gestor del bienestar común; pero también Cuba opera como una economía mixta de capitales múltiples, privados, comunitarios, sindicales, internacionales en empresas de capital mixto, y sin lugar a dudas, empresas de origen estatal.

A los cubanos que he visto hoy, lejos de la narrativa boricua o americana sobre estos, les va bien.  Son micro empresarios, dentro una ideología socialista, con una fuerte presencia del estado, y donde los ejercicios de libertad de expresión, son mucho más interesantes que los que uno vive en Puerto Rico.  Son gente que ejercen, desde el Siglo 19 y la construcción social de la nación, un fuerte entendido de lo que constituye la soberanía del ser.  Operan en una cultura cimarrona por un bien común, la nación; tienen un nivel de creatividad e innovación por encima de cualquiera, pues hacen de tripas no corazones, sino fármacos de valor universal,  con un nivel educativo promedio por encima de casi todos los países del planeta tierra, con la tasa de asesinatos más baja del continente americano (junto a Martinica), y con el indice más impresionante de natalidad infantil del mundo.

Por lo tanto, más allá de continuar reproduciendo la narrativa simplista de que Cuba es un país atrasado, valdría la pena de darse un viaje por allí, y no quedarse embelesado viendo el Chevrolet  modelo 1958, o la casa destruida en Centro Habana.  Cuba está en movimiento, no se ha detenido, y es un proyecto de país muy importante de entender, seguir y emular. Pensemos.