Raza y clase en la obra de Octavio Ianni

Cultura

Dos conceptos claves cuando procuramos entender las relaciones sociales, económicas y políticas que se desarrollan en América Latina y el Caribe. Al primero de estos conceptos, Ianni se acerca por medio de la correlación de dioses y santos que Roger Bastide hace sobre las religiones negras en Brasil, Cuba, Trinidad y Haití.

Concuerda, como marca Ángel G. Quintero Rivera en su análisis de la danza, en que se puedan observar posibles atisbos de una conciencia de la alineación por parte de quienes las practican, sean negros o mulatos o no lo sean. En otras palabras, cuando en ese espacio cultural el negro-mulato otorga sobrenombre a sus dioses y santos, sabe lo que hace y porque lo han hecho sus antepasados. Este negro-mulato, antes africano, tiene conciencia no sólo de su pelaje, sino de lo que encarna ser étnicamente negro.

Sin embargo, la clase es para Ianni, al igual que para Gérard Pierre-Charles y René Depestre, un componente más abarcador que la raza, aun reconociéndole imprescindibles instancias de concienciación étnico-cultural. Ianni plantea que las disímiles nociones de raza se subsumen cuando se toma o asume una conciencia política. Esto se debe, según Ianni, a que este último prototipo de conciencia da margen al esbozo de patrones de solidaridad entre quienes comparten una misma esfera o clase dentro del modo de producción capitalista.

En este tipo de solidaridad de clase enfatizan Gérard y Depestre. Esta no es la solidaridad de los artesanos y hacendados que registra Quintero Rivera en su estudio de la danza nacional, y sobre la que discute Fernando Picó al estudiar la prensa artesana del 1898. La solidaridad del artesano y el hacendado es más bien una entre dos clases y no de clase, esa da margen o busaca su espacio de similitud en lo que se conoce como la conciencia nacional y logra su espacio de expresión en el control del Estado nacional o en la sociedad civil que se oculta detrás de la apreciación cotidiana de Silvia Álvarez-Curbelo.

La diferencia, a mi modo de entenderlo, se debe a que Quintero Rivera y el padre Picó describen desde otra época, explican a otros auditorios, amén de que lo hacen sin intención de incitar o estimular acciones reivindicativas. Estamos en otros tiempos. Pienso que ambos autores, Quintero Rivera y Picó, están claros respecto a lo peligroso que puede resultar, y a resultado, el abuso de ese supuesto concienciar nacional. Y si para Ianni, Gérard y Depestre, Haití es paradigma de lo que se puede esconder detrás de un discurso nacional (en la democracia racial), sabemos que para Quintero Rivera, Puerto Rico es otro buen modelo de los conflictos de clase que se esconden bajo lo supuestamente nacional.

El concepto raza Ianni lo entrelaza al de cultura. Y es que ser negro-mulato o blanco implica que no sólo se es de color o pelaje diferente, sino que se conservan interpretaciones y valoraciones propias, ya sea entre sí o hacia lo natural y sobrenatural. Por ello es que lo cultural tiene sus implicaciones en el presente, pues las interpretaciones y valoraciones actuales del negro-mulato están bordadas por su pasado común, ya como africano, esclavo, bozal, criollo, ladino, ingenuo, liberto, mulato o negro. Igual sucede con las del blanco, sea argentino, puertorriqueño o haitiano, sujeto que también puede ser el negro.

Mas para Ianni, la importancia de saber lo que se ha sido estriba en saber lo que se es, negro o blanco y obrero a la vez en la configuración actual de América Latina y el Caribe. A esa conclusión, similar a la de Gérard y Depestre, llega al asumir un análisis histórico-estructuralista, en el que sostiene que las relaciones sociales y raciales han sido impactadas por la actual división del trabajo y el expansionismo de las fuerzas productivas, con sus consecuencias en la urbanización e industrialización de las zonas ocupadas por el capitalismo.

Ese es un espacio cultural igual y diferente dado que lo que era la “cultura africana” y lo que era la “cultura de la esclavitud” es recreado y reproducido en la presente “cultura del capitalismo”. Lo recreado y reproducido se acopla en forma tal que corre el riesgo de perderse. Aunque más bien lo que se pierde es la noción de dónde se adquiere. Es así como Quintero Rivera estudia los sonidos sincréticos de la danza que se toca para hacendados. Y como debemos concebir la osadía de una prensa de artesanos, aunque discurrieran entre hacendados liberales.

Para Ianni, Gérard y Depestre el negro-mulato de América Latina y el Caribe se encuentra cercado o doblemente alienado. El pensamiento racial del blanco ha rendido su fruto en su raza y su clase. De ahí que el negro del que nos hablan

estos autores, inmediato a aquel otro colonizado que describen Franz Fanon y  Albert Memmi, sondee reivindicarse como raza y clase. Como raza es negro-mulato, como clase es uno de tantos obreros negros o no que están insertados en el esquema alienante del capitalismo mundial.

Referencias:

Ángel G. Quintero Rivera, “El tambor camuflado: la metodización de ritmos y la etnicidad cimarroneada”, ¡Salsa, Sabor y Control! Sociología de la música “tropical”. México: Siglo Veintiuno Editores, 1999. Págs. 252-310.

Fernando Picó. “Alcaldes, militares, ‘tiznaos’ y periodistas : Desencuentros en el Ponce de 1898”, Cien años de Sociedad: los 98 del gran Caribe. San Juan: Ediciones Callejón, 2000. Págs. 86-102.

Gérard Pierre-Charles. “La gestación de la conciencia nacional”, Pensamiento sociopolítico moderno en el Caribe. México: Fondo de Cultura Económica, 1981. Págs. 89-128.

Octavio Ianni. “Organización social y alienación”, África en América Latina.  México: Siglo XXI Editores (Manuel Moreno Fraginals, relator), 1996. Págs. 53-76.

René Depestre. “Saludo y despedida a la negritud”, África en América Latina. México: Siglo XXI Editores (Manuel Moreno Fraginals, relator), 1996. Págs. 337-

  1. Silvia Álvarez-Curbelo. “Alcaldes, militares, ‘tiznaos’ y periodistas: Desencuentros en el Ponce de 1898”, Cien años de Sociedad: los 98 del gran Caribe. San Juan: Ediciones Callejón, 2000. Págs. 74-85.