La Convención del Colegio de Abogados y Abogadas [reencuentro con Edgardo Rodríguez Juliá] y la “nación indestructible” [Puerto Rico]

Cultura

Cuando en la vida se sufre una herida
Porque se pierde sangre querida
En ese momento coge el destino en tu mano
Hecha pa' lante mi hermano
Con la ayuda de nueva sangre

Cuando en el alma se siente un dolor
Por la traición que te brinde un amigo
En ese momento piensa que todo es posible
Que con la sangre nueva está la fuerza indestructible
En ese momento piensa que todo es posible
Que con la sangre nueva está la fuerza indestructible

Rey Barreto
Indestructible

En una de sus mejores ponencias en mucho tiempo, el escritor nacional, Edgardo Rodríguez Juliá, examinó el estatus actual de la nacionalidad puertorriqueña, dividida entre una población que vive en la estadidad, y otra que vive aún en Puerto Rico,  un territorio colonial. Ambos gozan de un mismo problema: la pobreza impuesta por la relación colonial, el mal manejo administrativo de los sujetos coloniales, y por la retrograda y dictatorial Junta de Supervisión Fiscal.  Dicho, esto, según el laureado escritor, la respuesta está en nosotros: “nuestra nación es indestructible”.

A partir de la obra de Alejandro Tapia y Rivera, Mis Memorias, encontrada un siglo después con El País de los cuatro pisos de José Luis González, Edgardo Rodríguez Juliá inició su disertación para mostrarnos, a todas y todos los allí presente, que la construcción social de la nación, ha cambiado a partir de la década de 1970.  Con una suavidad magistral, sin que la provocación intelectual se tornara en una perturbación medio ambiental, Rodríguez Juliá logró demostrar que hasta la década de 1960, el Partido Popular Democrático, bajo la dirección de Luis Muñoz Marín, logró definir un país a partir de la identidad cultural que nos unía.

No obstante, el costo del millón de boricuas que fueron forzados a migrar, produjo una retorno al “país natal”, a lo Aimé Césaire, que a partir de la década de 1970 nos ha vuelto a redefinir como país.  Por lo tanto, el retorno de los llamados niuyorikans, a partir del baloncesto y las comunidades que regresaron, nos puso en el predicado de definirnos a partir de la identidad esencial o la nueva construida a partir del exilio.

La disertación de Rodríguez Juliá nos lleva a entender como la construcción de la “diáspora boricua” hoy, luego de 125 años de colonialismo americano, ha producido un país dividido entre los que viven ya en la estadidad, y los que aún vivimos en la colonia. La data provista, irrebatible e interesante, apuesta a que pensemos que bajo indicadores socio económicos, los boricuas en los EE.UU., viven bajo niveles de pobreza similares a los de Puerto Rico.  Terrible.  La pobreza de las comunidades boricuas en la isla como en los “estados” solo son comparables con el grupo social que vivió los procesos de esclavización: la comunidad afroamericana.

Finalmente, y con la sabiduría de un escritor consagrado, inventor del Entierro de Cortijo (1982), Una noche con Iris Chacón (1984), y Sol de Medianoche (1995), nos invita, para concluir su disertación magistral, a no vivir de la queja.  Nosotros creemos, como diría el poeta nacional Juan Antonio Corretjer, en la  “ciencia, paciencia y resignación”.  A lo que el escritor nacional, Edgardo Rodríguez Juliá, añade, “resistencia y resiliencia”.   

Por lo tanto, con un guiño estratégico y muy bien pensado, Edgardo Rodríguez Juliá invita a la nación boricua a pensar en el pueblo judío, al cual le tardó cerca de 2000 años, en poder reorganizarse y constituirse como un estado nacional.  Buena idea, sobre todo para no dejar de persistir y resistir, a lo Daniel Nina, en aspirar a un país libre, soberano e independiente. Aunque nos tarde 2000 años.

Dicho esto, volvamos al principio, al maestro Rey Barreto, y en palabras del escritor, vivimos en una nación que ha demostrado, pese a todo el colonialismo, la estadidad de facto, y sobre todo a los corruptos locales y a la Junta de Supervisión Fiscal, que la nación boricua, Puerto Rico, es una “indestructible”.