Hoy recordamos a Salvador Allende [aunque a Chile jamás iré, mientras vivan las personas que justificaron el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973]

Política

(San Juan, 9:00 a.m.) Hoy recordamos a Salvador Allende, presidente democráticamente electo de Chile, quien fuera asesinado (hoy le llaman suicidio), ante la embestida de una facción del ejercito comandada por Augusto Pinochet.  A Chile nunca he ido. Nunca iré.  Se trata de un país, donde las fuerzas que derrocaron injustamente a Salvador Allende, aún mantienen un relativo poder, pese a conmemorar casi 30 años de transición democrática.

Ese 11 de septiembre, en nuestro hogar, nuestra hermana mayor, Rose, nos pregonó que habían derrocado a Allende.  Este presidente no era cualquier persona en mi casa. Era un ilustre demócrata socialista, que por vía de las elecciones habían llegado al poder. Era amigo de Fidel Castro Ruz, y eso en mi casa era suficiente. También amigo de Silvio Rodriguez, lo cual lo hacía también legítimo.  Así las cosas, luego nuestro padre, Emiliano, nos habló del asesinato.  En mi casa, hubo duelo, luto, mucha tristeza.  Todos en mi hogar lloramos por la muerte de Salvador Allende.  Morir por ser diferente no la hace, ni hace 50 años ni hoy.

Por lo que, luego, en el devenir de mi vida, ya haciendo un doctorado en Inglaterra, me encontré con toda esta diáspora política proveniente de Chile, quienes fueron perseguidos, torturados, y diezmados en nombre de la patria. Sí, por esos y esas que aún creen en Chile, que el golpe fue un mal necesario. Algunos sectores de la prensa comercial de Puerto Rico, quienes son inversionistas en medios de la derecha en Chile, también justifican que fue un mal necesario.

Ante esto, me reitero, nunca iré a Chile. Las heridas de su pasado son aún muy recientes, y aún en el balance de fuerza, todavía se justifican los muertos, los desaparecidos, y más que nada la alegada grandeza del dictador, Augusto Pinochet.  Cuando no quede uno sólo de la generación que lo justificó, y mientras no haya una narrativa ética, al estilo de Alemania sobre el holocausto y el nazismo, no vale la pena ir a Chile.  Sería sancionar en positivo, un pasado, aún muy reciente, de mucho dolor, exclusión y sobre todo de justificación de la muerte. Pensemos.