Susurros de intrépidas alas [de Isabel Zorrilla]

Cultura

(San Juan, 9:00 a.m.) El título de un texto es siempre camino para su interpretación. Lo llevamos con nosotros a lo largo de la lectura buscando entre las palabras dónde el autor se refiere a él. Ocurre que a veces no lo encontramos, pero no pasa nada; hay que buscarlo en otro lugar dentro del mismo texto. Ese lugar  no tiene entonces concreción objetiva; no es un verso, no es una metáfora, en el caso de la poesía, que es el género que hoy nos ocupa.  El título puede aparecer entonces atado al tono de los poemas, a la actitud que asume el poeta ante los temas que aborda.  

Esto es lo que ocurre con la segunda entrega de poesía de Isabel Zorrilla: Susurros de intrépidas alas. Esas alas valientes y animosas vienen trayendo los versos de manera queda, suave, susurrante a nuestros oídos y a nuestra alma sensible de lectores. No es el tono fuerte de la poesía civil, ni el comprometido de la poesía social, ni el íntimo de la religiosa; es el suave susurro de la poesía lírica y emotiva el que prevalece en este poemario.

Con un prólogo de la Dra. Ana Marchena Segura, el poemario nos ofrece treinta y un poemas, veintidós de los cuales son de la nueva cosecha de versos. Está estructurado en tres partes que están antecedidas por citas de grandes nombres de las letras y de la historia. La primera la antecede una cita de la escritora franco-estadounidense Marguerite Yourcenar, la segunda la acompaña una cita  del poeta español  Luis García Montero y la última por una cita del patriota puertorriqueño don Pedro Albizu Campos.

En la primera parte, Isabel Zorrilla, citando a Yourcenar, “deja hablar al corazón”. En los primeros dos, “Armonías” e “Instantes I”,  la voz lírica nos habla de la comunión del alma con el cosmos.  Solo “somos diminutos destellos / en sincronía con la infinitud del orbe”, nos dice; e “instantes de felicidad / que, en realidad, son diminutos destellos / en sincronía con la infinitud del orbe”. Esa conciencia cósmica se filtra por otros poemas, como lo puede ser “Renacer”.

Hay varios poemas potentes que podríamos destacar en esta entrega, como lo son “Esperanza” y  “Estoy”, pero me enamoró el poema “A veces la tristeza”. En él hay una perfecta conjunción entre la naturaleza nocturna y el alma de la voz lírica. Se personifica la tristeza que mira a los ojos a la poeta y que se muestra “soberbia, desalmada” con el poder de inundar de melancolía el alma. El zureo de las palomas y la luna en menguante son el espejo de su alma que, como lechuza solitaria, “pasea desconsuelo entre las sombras”. El poema deja la puerta abierta a la esperanza de salir de esas tinieblas:

Espero con ansias que regrese el sol,

arcano tras las montañas,

que aguarda agazapado

borrar con su fulgor el gesto de la luna,

deshilachar la noche en azules y rosados,

ahuyentar mis penas

y regalarme el alba.

La polimetría, la metáfora, la aliteración y el tono de melancolía absoluta sostenido de principio a fin de este poema nos parecen muy acertados.

La segunda parte la ocupa la naturaleza bucólica en la que la voz lírica va cantándole a la luna, al flamboyán, a las flores silvestres, al ruiseñor. El breve poema “Flamboyán” es todo un golpe de color, una imagen visual que se apodera de nuestra imaginación y allí se recrea:

Lujurioso carmín,

beso de verano.

Escindes glamoroso el verdor bucólico.

Llenas de fiesta el paisaje del terruño.

Tus pétalos vuelan con la brisa,

se posan alegres sobre el camino,

estera ardiente,

rojo estallido,

alfombra que sostiene mis pasos

y se funde con el fuego

que consume mis entrañas.

 

Cierra esta sección un poema que me interesa destacar: “Entre las ramas de mi copa canta un ruiseñor”. Antes queremos precisar que en otro poema, “Enigma”, el elemento inspirador es también el ruiseñor. En él nos topamos con los símbolos que se trabajan con mayor madurez en “A veces la tristeza”. Imágenes como son la lechuza solitaria en luna menguante, aparecen ahora enlazando los dos poemas en lo que reconocemos como la creación de un mundo poético muy de Isabel Zorrilla.

En “Entre las ramas de mi copa canta un ruiseñor”, la voz lírica es ahora el propio árbol que se dirige a ese huésped de “luminoso plumaje”, con “melodía poderosa”, que emite una “frecuencia de notas que cabalga en la brisa”. A él le pide que se quede entre sus ramas:

No, no quiero que abandones

este sagrado recinto

que es solo tuyo,

que abraza tu aleteo, como la caricia

que precede al éxtasis del amor.

¡Quédate, perpetúa este gozo!

Deseo que tu espontáneo gorjeo

siga ungiendo mis hojas

y mis ramas y mi tronco,

que se entronice en mis raíces

y me enloquezca de felicidad.

 

Este poema no guarda el tono dolorido de “Enigma”. Nótese en él el suave y delicado erotismo con que cierra el poema apoyado por las metáforas y las aliteraciones.

La última parte, como en su primer poemario Al otro lado del viento, recoge poemas de corte patriótico. “Sobre la patria nueva” abre la sección. En estos poemas se trabaja la idea de la identidad cultural y política sofocada por el poder metropolitano que deslumbra todavía a los espíritus débiles e indiferentes al destino de la patria. Ante la encrucijada entre aceptar el orden colonial o luchar contra él, la voz lírica proclama su angustia:

¿Tendré el coraje

para ofrendar mi vida por ella

que resiste estoica tras siglos de ultraje,

desnuda en medio de la nada,

esperando…libertad?

 

Nos parece que Susurros de intrépidas alas es, como Al otro lado del viento, un poemario en el que la autora desvela su mundo interior, su amor por su pareja, por su hogar, sus hijos y sus nietos, su vida satisfecha y completa (“Cada vez”), sumado todo a su amor por la naturaleza y su preocupación por la situación política irresuelta de la patria. Encontramos suma delicadeza al tratar el erotismo, ya sea en versión matrimonial como en versión lujuriosa y ocasional entre dos que no se conocen (“Lujuria”). Este último aspecto nos parece novedoso dentro de la poesía que cultiva Zorrilla.

Los poemas, construidos con versos polimétricos, generalmente con una sola tirada de versos, se construyen con adjetivos deslumbrantes que se convierten en perfectos epítetos:

“germina en vegetación,

en diferentes tonalidades de verde

en azules luminosos, en deslumbrantes amaneceres,

en mares bravíos, en ríos caudalosos,

en áridos desiertos, en bosques protectores,

en apacibles valles y encumbradas montañas”.

 

En otros poemas las enumeraciones de verbos le aportan movimiento y dinamismo al verso: “la vida del planeta que nos alberga…/ late, vibra, tiembla, truena, se convierte en tormenta / se renueva…” (“Instantes I”), las metáforas novedosas como  “una fresca brisa / cabalgada de trinos” (“Esperanza”) los embellece.  Hay poemas que recogen las dudas existenciales y los hay que se construyen a base de preguntas (“Enigmas”), otros, con aliteraciones  o anáforas, como la que reconocemos en los poemas “Cada vez”, “Transmutación” y “A veces la tristeza”.

El universo lírico de Isabel Zorrilla va reafirmando sus señas de identidad en Susurros de intrépidas alas. Su mundo interior, sus querencias, su estar en y frente a la naturaleza, su sentir patriótico la van identificando y dándole a su poesía su sello personal e inconfundible.

Bienvenidos los Susurros.