Tanta vanidad, tanta hipocrecía si el cuerpo después de muerto permanece en la tumba fría...

Espiritualidades
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El año 2012 ha sido uno de muchas, vicisitudes, cambios y revisiones a todos los niveles. Como sociedad hemos llegados a unos límites que nos obliga analizar, repensar y re-evaluar lo que funciona y lo que no está dando resultados favorables. La violencia desmedida, discuciones y rupturas, con nosotros mismos o con quienes nos relacionamos, provoca un proceso de instrospección muy personal sumamente necesario y saludable.

A principios de año se compartió con los lectores de El Post Antillano sobre las tendencias que dominarán este año. Entre ellas estaba la desilusiones, problemas de comunicación, la violencia y la locura. Más aún, los tiempos difíciles en el plano económico nos han obligado a reconsiderar si el afán por un materialismo consumista realmente brinda felicidad y bienestar espiritual con nosotros mismos. Muchos son los que tuvieron que hacer ajustes considerables al caer en patrones como “mientras más tengo, más quiero” o “teniéndolo todo, realmente no tengo nada”. Precisamente por eso, Olofin nos advirtió que la motivación en la vida no debe ser las riquezas que uno ostenta o persigue obtener. Es por ello que se puede resumir en un refrán sencillo, “vale más un corazón limpio que todo el dinero del mundo”.

En esta época del año donde nos desvivimos en una cultura de cosumerismo navideño, cobra importancia entender que a las personas que amamos resulta más importante la calidad y el calor humano que el regalo que le podamos propiciar. Con el tiempo las navidades se han transformado de un tiempo para compartir y gozar con nuestras familias y comunidades a un banquete de regalos y bienes materiales que repartimos en familia a expensas de un compartir. Aunque no se pretende romantizar el pasado, en otros tiempos con menos teníamos más.

Con el tiempo uno crece y comienza a valorizar que no importa tanto un regalo o un detalle si no más bien compartir ese amor, cariño y alegría que sentimos por nuestros seres queridos y nuestras comunidades. Todos nos hemos gozado, en un momento u otro, el detalle de un regalo sencillo que no costó nada tiene mucho más valor. Por ejemplo, un beso, unas flores, una parranda, un abrazo efusivo y caluroso o una buena conversación con nuestros padres, madres, hijos, hijas, hermanos, familia y amistades. En tiempos cuando todo está mediatizado por tecnologías móviles, nuestras reuniones familiares y nuestro compartir del día a día se han impersonalizado a tal nivel que casi no hablamos y compartimos. Cada cual esta conectado a su dispositivo favorito. El problema no son los dispositivos en si mismo, sino la ruptura en la comunicación y el afecto que se materializa al dejar de compartir. Estamos pendientes a otras cosas. El calor humano se pierde, se erosiona, como que va perdiendo fuerza.

La época navideña representa muchas cosas para mucha gente. Los que están en el extranjero o los que están presos pueden tener todo en el mundo, pero lo más que añoran es ese calor humano de los seres queridos, de la familia, de nuestra gente. Para otros, las navidades se convierte en época de tortura y tristeza al mirar al lado y no tener a ese ser que tanto amamos. Se apodera, en muchos, una tristeza solitaria que estriba en no tener al lado a alguién quien amamos tanto. “Daría cualquier cosa por...” Como el anuncio de Visa, no tiene precio: “priceless”...

Cuando estemos de fiesta en fiesta, de reunión familiar o de amistades, vamos a vivirnos y gozarnos el momento como si fuera la última vez. Así, valorizamos lo que realmente importa: lo que hemos vividos. Al final del viaje, eso es lo único que nos llevamos a la tumba.

Muchas felicidades en estas navidades 2012.