La vida por encima de la muerte

Justicia Social

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Tres sucesos en torno a la muerte: por un lado,  las víctimas de una acto de genocidio (muertes masivas motivadas por el sentido de odio) contra la población Siria;  la muerte indiscriminada de 12 personas, empleadas muchas de ellas del Departamento de la Defensa, en Washington, USA; y el juicio contra un joven llamado Jonathan Soto Bonilla, acusado de haber dado muerte a seis personas cuando las atropelló violentamente con su automovil, en las inmediaciones de un residencial público llamado El Prado.

Son tres historias de terror, donde se confunden el estado y la sociedad civil por virtud de sus individuos que la componen. Pero el elemento común vinculante es el sentido de la muerte ante la vida.  Se trata de personas o estados que creyeron que terminar con la vida de otros, es un asunto, cuanto menos natural.


A la situación de Siria le hemos dedicado mucho tiempo en este periodico. No obstante la comisión investigadora de los sucesos del pasaso 21 de agosto en Siria, la cual actuó bajo mandato de la Organisación de las Naciones Unidas, presentó su informe ayer indicando efectivamente que sí se utilizó armas químicas en dicho país.  Ahora bien, el informe no indica quien las utilizó.  Eso le compete ahora determinarlo al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, organo rector a nivel global de la utilización de la fuerza militar en cualquier conflicto en el planeta.  Ahora los aliados, incluyendo a los EE.UU, ponderan una acción militar contra el gobierno Sirio, a partir del informe de ayer.


Mientras esto discurre, es decir ponderar utilisar armas contra seres humanos, Aaron Alexis, un excontratista del ejército de los EE.UU la embistió contra el centro de comando de la armada de los EE.UU en Washington, a solo 2 millas de la Casa Blanca. La razón de su acción, no está muy clara. El saldo 12 muertos, 14 heridos, y él, finalmente, ejecutado por la policía o el ejército que entró en acción.  El problema es complejo, pues se trata de alguien, quien recientemente se había convertido al budismo, y todo indica que no debería tener malas intenciones en su accionar – sobre todo, si practica el budismo.  Pero no es así.  Aún se desconoce el movíl, pero si se sabe que produjo muchos muertos. Lo curioso aquí fue la respuesta militar en jurisdicción de los civiles de forma inmediata. Fue el ejército, quien respondió de forma inmediata en esta acción.


Finalmente Jonathan Soto Bonilla.  Este joven, simplemente mientras texteaba en su carro, el 1 de febrero de 2013, se descuidó y arrolló a toda una familia.  Lo interesante es que su acompañante cuando ocurrió el accidente, Josue J. Vázquez Feliciano ha testificado en contra de su amigo y ha contado lo que allí pasó. Algo mucho más insipido, e insignificante, que conspirativo o perverso: dos jovenes adultos de apenas 21 años, conducían texteando y se metieron en problemas.  El bajo mundo donde ambos operan, en parte los ayudó, pero también determinó que ambos debían morir.  Por razones desconocidas estos no murieron y escaparon. Los que venían obligados a matarlos, algunos de ellos sí fueron ejecutados por no acatar las órdenes.


En fin, estos tres incidentes nos relatan que tanto el mal como el bien coinciden en algo: en la muerte de seres humanos.  Tanto el ejército como los particulares, utilizan la muerte para provocar algún tipo de respuesta, la cual éticamente justifican.   En fin, que promover la vida, de todos y todas, debe ser la respuesta. No obsesionarnos con la muerte de nadie.